Washington acusó a Huawei de cometer fraude bancario al violar presuntamente las sanciones a Irán y del robo de secretos comerciales a un rival estadounidense. (Foto: AFP)
Washington acusó a Huawei de cometer fraude bancario al violar presuntamente las sanciones a Irán y del robo de secretos comerciales a un rival estadounidense. (Foto: AFP)
Enzo Defilippi

Mientras usted lee estas líneas, estimado lector, se está produciendo en Barcelona el más reciente de los combates de la guerra que el Gobierno Estadounidense está librando contra , la empresa privada más grande de China. Allí se está llevando a cabo la Mobile World Conference, el evento más importante de la industria de telecomunicaciones, al que la administración ha enviado una numerosa delegación de funcionarios con la misión de convencer a potenciales compradores de no adquirir equipos Huawei para la operación de sus redes 5G, ya que podrían ser utilizados por el Gobierno Chino para espiar a sus respectivos países.

5G es el nombre de la próxima generación de comunicaciones móviles, la cual permitirá transmitir datos a velocidades 100 veces más altas que la actual 4G (un programa de televisión de 350 MB, por ejemplo, se podría descargar en tres segundos). Su gran velocidad permitirá operar el Internet de las cosas, la red mediante la cual los miles de millones de aparatos que nos rodearán (desde electrodomésticos inteligentes hasta vehículos autónomos) estarán conectados entre sí.

Desde el punto de vista de la seguridad, la futura ubicuidad de la tecnología 5G genera grandes riesgos, pues permitiría a quien la domine obtener una ventaja militar sin precedentes. Ello, porque como señala David E. Sanger en el “New York Times”, las guerras del futuro ya no empezarán con artillería o armas nucleares, sino ‘desenchufando’ al enemigo (es decir, desconectando sus redes eléctricas y de telecomunicaciones).

El Gobierno de los viene investigando a Huawei desde el 2010. Pero en diciembre pasado adoptó una posición más agresiva al solicitar a la justicia canadiense detener a Meng Wanzhou, directora financiera de la compañía (e hija de su propietario), por burlar las sanciones impuestas contra Irán. En el pasado, solo se había limitado a multar a las empresas que lo han hecho. El cambio de estrategia parece deberse a que el momento actual es especialmente crítico, pues si bien la tecnología 5G no estará operativa hasta dentro de unos años (en América Latina hasta bien entrada la próxima década), las decisiones para invertir los miles de millones que serán necesarios para ponerla en funcionamiento se tomarán entre los siguientes 6 y 18 meses.

Algunos gobiernos, como los de Australia, Nueva Zelanda y Japón, parecen compartir las preocupaciones del estadounidense, y han prohibido el uso de tecnología 5G de Huawei en sus países. Sin embargo, otros como Alemania e India no tienen planes para impedírselo a pesar de la enorme presión de la administración Trump. Tampoco los tiene el Reino Unido, su aliado más cercano, cuyo servicio de inteligencia ha señalado que los riesgos de usar estos equipos son, en el peor de los casos, mitigables.

En mi opinión, la incapacidad de Estados Unidos de convencer a más países de la existencia de riesgos a su propia seguridad es una muestra más de su pérdida de liderazgo en la comunidad internacional. Un proceso que no es reciente, pero que sí se ha acelerado bajo la presidencia de Donald Trump, quien parece creer que puede alienar a sus aliados, insultar a sus líderes, mantener estrechísimas relaciones con su principal adversario (Rusia) y, aún así, influir en sus decisiones. Mientras tanto, China se hace cada vez más fuerte.