El Combate del Dos de Mayo de 1866 selló la independencia americana, cuando el ejército peruano derrotó con deficiente armamento, a la poderosa escuadra española. Cincuenta cañones peruanos, muchos de ellos obsoletos aún para esa época, se enfrentaron a 300 bocas de fuego de las naves hispanas y, con su victoria, pagada con la sangre de los héroes acabaron con el último esfuerzo español por mantener su dominio sobre las nuevas Repúblicas desprendidas de su imperio colonial.
Por ello conmemorar el centenario de aquella gesta heroica vistió de gala a todo el Perú. A primera hora del dos de mayo de 1966, cientos de alumnos y alumnas de los principales colegios de Lima se congregaron en la plaza que exalta esta efeméride. El desfile escolar fue organizado por la Municipalidad de Lima. La gallardía y correcta presentación de los escolares provocó el aplauso del numeroso público que colmó el lugar.
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En el Callao los homenajes contaron con la asistencia del entonces presidente Fernando Belaunde Terry, presidentes de otros poderes del Estado, miembros del gabinete ministerial, misiones especiales, autoridades nacionales y muchísimo público.
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Las fotografías de la época nos cuentan que la ceremonia conmemorativa se realizó frente al mar donde se desarrolló la brillante acción de armas. En algunas imágenes se observa al castillo Real Felipe, donde estuvieron emplazadas las baterías peruanas que defendieron la libertad de América.
El senador por el Callao, Carlos Carrillo Smith a nombre de la comisión nacional del Centenario del Combate del Dos de mayo pronunció una semblanza del héroe José Gálvez:
“José Gálvez, el héroe sirvió a la patria con virtud y entereza en todos los cambios, primero en la docencia y luego en la vida militar hasta inmolarse defendiendo sus ideales por el bien del país. El coronel José Gálvez encarna para los chalacos la figura de un héroe unida profundamente al Callao, pueblo que con entereza defendió los intereses nacionales, pero lamentablemente sufrió la muerte del héroe en el Torréon de La Merced.”
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Al terminar los discursos de rigor comenzó el desfile militar y de carros alegóricos ante la presencia de personas de todas las edades que intentaban romper el cerco policial.
Avanzada la tarde, gran cantidad de familias recorrieron los alrededores del castillo Real Felipe. Además hicieron largas colas para subir a la flota de barcos que la Marina tenía anclados cerca a la costa chalaca.
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Mientras tanto, en una larga fila que sorprendió a todo el mundo, las anticucheras de la avenida Saenz Peña calmaban el hambre de sus comensales.
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