La gran noticia futbolística del año es, sin duda, la atención renovada que da la opinión pública al mundial de mujeres. Desde hace más de una década la FIFA ha entendido que el desarrollo de este deporte solo es posible a través de su universalización, lo que pasa por dotar de entidad y agencia a la rama femenina. Tal no es un camino sencillo ni claro: no existen muchos precedentes de deportes colectivos que han logrado equiparar ambas modalidades de género. En las disciplinas individuales hay un poco más de experiencia, como lo prueba el tenis (no sin dificultades, pero con más trecho recorrido), lo que quizás sirva de hito para los pasos que el fútbol quiera dar de aquí en adelante.
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Dicho esto, y visto el mundial coorganizado por Australia y Nueva Zelanda, lo primero a destacar es que se ha provisto un marco adecuado. Lo segundo, y quizás más importante, es que la máquina narrativa ha empezado a funcionar: hay favoritos castigados, viejas y nuevas heroínas, épicas nacionales, rivalidades enconadas y, sobre todo, un fútbol vistoso cada vez más ajeno a las ideas preconcebidas.
Algunas de las historias que el hincha atento ha podido conocer, son: la incapacidad de la multicampeona Megan Rapinoe para asumir la suplencia en la selección estadounidense; la rebelión previa que tuvo sofocar el entrenador español, Jorge Vilda, ante 15 seleccionadas que se retiraron de la selección por criticar métodos y estándares inaceptables; el notorio fracaso de las alemanas en un grupo en teoría accesible; el surgimiento de la colombiana Linda Caicedo como gran figura; la imposibilidad de potencias como China y Brasil (una pena que ello signifique el retiro de Marta) de pasar siquiera la fase de grupos; las agresivas y exitosas tácticas japonesas que las llevan a atacar, por momentos, con tres delanteras y dos extremas; etc.
Una idea se puede desprender de estos ejemplos: el mundial no ha hecho sino emparejarse debido al creciente nivel mostrado por todas las camisetas, lo que no es sino un primer signo de madurez. Por tanto, las sorpresas se hacen más frecuentes y las decepciones de las potencias establecidas, también.
De aquí en adelante todo será más justo. El “clásico” entre Suecia y Estados Unidos definió el gran encuentro de cuartos ante Japón -con triunfo por penales de las suecas-; lo que a su vez traerá, presumiblemente junto a España, la primera gran semifinal. El nivel de Aitana Bonmatí y la recuperación de la superestrella Alexia Putellas ilusionan a los ibéricos. En la otra llave, es posible soñar con un enlace entre las leonas inglesas (invictas hasta ahora) y -se hizo- Colombia, lo que sería una prueba de fuego para ambas selecciones. En esa misma zona, más abajo, aparece Francia, que deberá medirse contra las anfitrionas australianas.
¿Y Perú, dónde está? Lamentablemente, mirando de lejos estos procesos que tan bien nos harían a nivel no solo deportivo, sino también social y cultural.
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