Al redoble del tambor, María Luisa Doig recibe la bandera peruana con mucho orgullo frente a cientos de deportistas, entrenadores, familiares y dirigentes que la aplauden sin cesar, en la Villa Deportiva Nacional.
Es el último lunes y ella acaba de asumir la gran responsabilidad de guiar, junto a Juan Postigos, a una delegación de más de 400 peruanos en los Juegos Bolivarianos Valledupar 2022.
Hoy (11:00 a.m.), en Colombia, la esgrimista, de 30 años, se enfrentará en las rondas eliminatorias a la local Alejandra Piedrahita Gómez y luego a la venezolana Lizze Carolina Asis Escalona.
A Valledupar, la capital del vallenato, no irá de paseo, aunque no le desagrada la idea de celebrar un podio, dejándose llevar por el ritmo de un acordeón.
A diferencia de los otros deportistas nacionales que iniciarán su ciclo olímpico, rumbo a París 2024, en estos Bolivarianos, María Luisa Doig todavía tendrá que esperar hasta noviembre. Eso no quiere decir, desde luego, que irá para cumplir acto de presencia, sino todo lo contrario.
“Estamos yendo a traer medallas y más alegrías al país. Es una responsabilidad, una representación nacional y lo tomo como tal, más allá de que no influya directamente en el ciclo olímpico”, expresa, resuelta.
De talla olímpica
María Luisa Doig recuerda su primera experiencia internacional como si hubiera sido ayer. Aún tiene guardada la foto de la delegación con la que viajó durante la ceremonia de un Sudamericano de menores en el 2003. Los nervios de ese día todavía salen a flote.
“Me acuerdo que en uno de esos combates, yo perdí porque gritaba. O sea, como que celebraba el punto antes de tocarlo. Y así me pusieron varias faltas. Lloré, pero aprendí”, cuenta ‘Malú’, quien comenzó a convivir con espadas, floretes y sables desde los 5 años, gracias a la inspiración de su abuelo Luis, un nadador amateur.
“‘No lo dejes, sé constante’, me decía mi abuelo. Al fin y al cabo, ya son 26 años de trayectoria deportiva que llevo y no lo dejo”, dice Doig en retrospectiva.
La vida le reservaría no pocas distinciones debido a la destreza de su muñeca: Beijing 2008 y Tokio 2021, al que accedió tras ganar un Preolímpico. Trece años le costaron a María Luisa Doig volver a las primeras planas de la esgrima mundial.
“Fue una locura, recuerdo que me quité la careta, porque yo soy muy sentimental, empecé a llorar. ‘No lo puedo creer’, grité. Para mí era eso, no poder creer que después de 13 años volvía a una cita olímpica. Me preparé en todos los aspectos”, dice.
Pero aun así, no le alcanzó para inscribir su nombre en el medallero. Y ese es, precisamente, el gran pendiente de su carrera deportiva: conseguir una presea olímpica.
Doig buscará clasificar a los Juegos Olímpicos de París 2024 directamente a través del ránking mundial para no tener que hacerlo como la última vez mediante un Preolímpico.
“Normalmente, los primeros ocho países del mundo clasifican automáticamente y quedan dos cupos por continente individual. Imagínate, entre toda América se pelean por dos cupos, uno por ránking mundial y el otro es por campeonato zonal, que es el Preolímpico al que yo clasifiqué para Tokio. Es muy difícil”, explica.
Dentista profesional
Desde el 2019, Doig dejó de trabajar como dentista profesional para concentrarse únicamente en su sueño olímpico.
Esta decisión, naturalmente, le ha ocasionado problemas económicos que han sido atendidos por su familia, la gran columna en la que se apoya.
“Solamente veo egresos en mi número de cuenta, más que ingresos”, bromea. Es consciente de sus privilegios, de que no todos sus colegas podrían darse ese lujo, y por eso cada vez que puede le agradece a su círculo más cercano por no soltarle la mano, y más bien acompañarla durante todos estos años de lucha.
No por nada eligió a la esgrima como su deporte. Una disciplina estética para la vista que encarna todo el fragor del combate.
Doig, especialista en espada, resalta también el trabajo en conjunto de Legado, el Instituto Peruano del Deporte (IPD) y el Comité Olímpico Peruano (COP) que a través del Programa de Apoyo al Deportista (PAD) solventan sus gastos principales, aunque no siempre le alcanza para costear todas sus competencias.
La bandera, su compromiso
María Luisa Doig trata de vivir el día a día, pero es inevitable pensar en el futuro. Después de los Bolivarianos Valledupar 2022, la esgrimista de 30 años seguirá enfocada en sus anhelos olímpicos, aunque sin trabajo fijo tal vez. Lo que suceda después, en el siguiente ciclo olímpico, es incierto.
Ella también quisiera competir en Los Ángeles 2028, pero quizá los calendarios no le den. “Después de París 2024, voy a analizarlo. Me pica mucho la mano porque sé que puedo dar mucho más, pero tendría casi 38 años. Dependerá de cuál sea mi situación por esos días”, comenta, realista.
Hoy María Luisa, la abanderada, inicia una nueva aventura en Valledupar, Colombia, con el poder de su espada.
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