“Acepto este desafío como el más importante de mi carrera. Sí, será complicado pero imposible no. De ninguna manera”. Marzo, 2015. La Videna de San Luis.
Con un saco negro elegante y una camisa rosada tan sobria como su primer discurso. Ricardo Gareca podría decir, sin ruborizarse, que fue el primero en proyectarse a este momento estelar de la selección peruana. Cuando desde la prensa hacíamos más cuentas sobre los técnicos que nos habían dicho que no y cuando el sentimiento del hincha por la selección se había reducido a la nulidad del escepticismo y decepción; el ‘Tigre’ lanzó un primer rugido de victoria que recién encuentra eco dos años y medio después. El hombre que nunca pudo jugar un Mundial, a pesar de haberle dado a su país una clasificación, nunca dejó de creer en que su carrera podía tener todavía una Copa del Mundo.
Cerca de los 60 años, Gareca llegó al Perú sin hacer aspavientos y desde los medios el análisis se unía a una curiosidad estadística. El delantero argentino que inició nuestra sequía mundialista en 1985 volvía ahora como técnico para pelear el regreso al máximo torneo del balompié después de 36 años. Sonaba a una travesura del destino improbable y poco sostenible. Era una curiosidad que el mismo ‘Flaco’ ha intentado esquivar hasta con el mismo Juan Carlos Oblitas, su director deportivo que fue su rival en aquel encuentro disputado en el Monumental de River Plate (con resultado final 2-2).
“Solo dos veces conversamos de su gol a Perú en el 85, pero fueron charlas al vuelo. Nunca hemos profundizado sobre eso”, dice Oblitas, quien asegura que el nombre de Gareca lo convenció por su capacidad de reinvención a pesar de las carencias. El ‘Tigre’ fue técnico por cinco temporadas de Vélez Sarsfield y en cada año tuvo que cubrir los espacios dejados por los futbolistas que iban siendo vendidos a clubes de Europa. El cuadro de Liniers nunca perdió competitividad. Hace unas semanas, cuando Perú entrenó en la Villa Olímpica de Vélez, fue posible distinguir el reconocimiento que perdura con el trabajo de Gareca. Una admiración sin tiempo de caducidad. La llegada de Gareca al predio de Ituzaingó tuvo la solemnidad de una visita presidencial. Lo abrazaron todos.
—Todas las emociones—A pesar de su conocida pausa para asumir las reacciones, hubo momentos que podrían distinguirse como los instantes picos de Ricardo Gareca con la selección peruana. Su día más triste fue en aquella derrota 2-1 ante Chile en Santiago, en octubre del 2016. Desde el entorno del argentino aseguran que ese fastidio tuvo que ver con el convencimiento del ‘Flaco’ de haber hecho todo lo posible para sumar en la capital chilena. Nunca había estado tan convencido de poder sumar como visitante. Después de esa caída, Perú se quedó con ocho puntos y entró en un coma difícil de despertar. Solo tres unidades llegadas a través de una sanción FIFA a Bolivia le dieron el oxígeno artificial que este equipo necesitaba para abrir los ojos otra vez. Con la victoria en Asunción frente a Paraguay, la selección blanquirroja fue dada de alta hasta llegar al final de las Eliminatorias en su estado más saludable.
Ha sido largo este camino de sanación para Gareca. Los dos años que duran las Eliminatorias sudamericanas le dieron a este técnico argentino el tiempo suficiente para aprender, reconstruir y apuntar hacia un futuro más competitivo en el fútbol internacional. El ‘Tigre’ acumuló lecciones muy rápido y nunca miró hacia atrás en cada decisión tomada. Llevó a Christian Cueva a la Copa América 2015, cuando el actual volante del Sao Paulo vivía días de cuestionamientos en Alianza Lima por indisciplina y falta de compromiso. Mantuvo, a su vez, la base que dejaron Markarián y Bengoechea entre el 2010 y el 2014. Reinventó al plantel después de la fecha doble de Eliminatorias en marzo del 2016 y resolvió caminar hasta el final de la ruta con el grupo formado para la Copa América Centenario. No fue una travesía con piso despejado. Y si Gareca encontraba piedras sobre el terreno, cambiaba muy rápido las botas para no llegar retrasado a la meta.
“No voy a hablar de indisciplinas. Lo único que nos hemos dado cuenta es que no nos alcanza con el compromiso mostrado hasta ahora con el equipo. Eso es lo que hemos ido cambiando. El jugador de selección en el Perú tiene que entender que desde que baja del avión a Lima su prioridad es entrenar y concentrarse”, comentó Gareca en abril del 2016. Fue su aviso previo para la significativa reingeniería que estaba por
—La claridad del mensaje—Nacido en Tapiales, provincia de Buenos Aires, Ricardo Gareca podría ser definido como un técnico pragmático que no descuida el buen juego. No es un revolucionario táctico; sin embargo, tiene la inteligencia para adaptarse a sus planteles y tratar de acercarse desde allí a su mejor propuesta. Admirador del colombiano Gabriel Ochoa Uribe y del ‘Bambino’ Veira, el ‘Tigre’ une la devoción al trato sutil al balón con motivación colectiva. Su mensaje llega muy rápido al plantel peruano. “No podemos arrancar una jugada lanzando así la pelota” fue uno de los primeros gritos de Gareca en una práctica de la selección. Era marzo del 2015 y Perú se alistaba para un amistoso con Venezuela en Fort Lauderdale. Gareca interrumpía el entrenamiento para su primer discurso total: era urgente regresar a la identidad del buen toque y olvidarse del pelotazo. La selección había extraviado su DNI y este argentino generoso se lo devolvió.
Hasta podríamos decir que el comando técnico de Gareca ha hecho un trabajo antropológico y sociológico en estos 32 meses: comprendieron las fortalezas y debilidades del futbolista peruano y después pidieron ellos ser entendidos en cada charla técnica. Aquí sí el ‘Flaco’ no trabajó solo. Más que un entrenador infalible, Gareca es el democrático líder de un consolidado grupo de trabajo. Tiene como escolta a tiempo completo al uruguayo Santín (su ex compañero en las tres finales de Libertadores consecutivas con la camiseta de América de Cali), a un psicólogo de primer nivel (y con resultados más que evidentes) como Marcelo Márquez y a Néstor Bonillo, quien ha demostrado que es mucho más que un preparador físico. Bonillo, podría decirse, es quien ordena la agenda de trabajos, supervisa la logística y quien establece rutinas de entrenamiento siguiendo la línea de las necesidades del futbolista peruano promedio. A esta selección de Gareca (y Bonillo) casi no se le han lesionado jugadores en prácticas. Al último partido contra Colombia en las Eliminatorias sudamericanas el plantel llegó casi completo. Fortaleza mental y física. Paquete completo.
Es muy difícil entrevistar a Ricardo Gareca, sus frases no son de portada y desde sus tiempos de jugador estuvo alejado de la polémica. “Solo le recuerdo un entredicho, creo que fue cuando Bilardo lo dejó fuera de México 86. Estaba caliente Ricardo”, recuerda Diego Borinsky, uno de los editores de “El Gráfico” argentino. Esa templanza también es una marca registrada de Gareca que ha demorado en ser asimilada por la prensa deportiva local. Pasamos del “los voy a desenmascarar” de Markarián a “todos los partidos son complicados” de Gareca. Esa calma y buena cabeza han contagiado a todo el plantel. La foto-póster del ‘Tigre’ señalándose la sien es la mejor metáfora de este mejor presente.
Cuando su llegada era la solución rápida para competir en un presente sin expectativa, Gareca hizo de una valiente renovación la posibilidad de mirar de cerca no solo a Qatar 2022, sino también a Rusia. “Tomó buenas decisiones en los momentos más difíciles y desde la federación siempre tratamos de apoyarlo”, recuerda Oblitas en un veloz recuento de todo lo ganado en este proceso.
—‘Flaco’, quédate—“El día que me dijeron que no iba a México 86 me puse a llorar. Estaba en Colombia, fue uno de los días más difíciles para mí”, recordó Gareca en el 2009, cuando fue entrevistado en la sección 100x100 de “El Gráfico”. Ni siquiera volver a Vélez Sarsfield a finales de los ochenta le valió para ser considerado, siempre por Bilardo, para Italia 90. Era muy joven para Menotti en España 82, se había alejado mucho al firmar por América de Cali en 1986 y ya no tenía la efectividad de sus mejores tiempos para el 90. El ‘Flaco’, como futbolista, nunca pudo tener el premio más gordo.
En todas las instancias de la Federación Peruana de Fútbol habría consenso para proponerle al ‘Flaco’ un nuevo proceso de selecciones con cuatro años más. Después del Mundial comenzarán las negociaciones y la pelota está totalmente en la cancha de Gareca. Su campaña con Perú lo ha revalorizado sobre todo en el rubro selecciones. Equipos de Sudamérica, Centroamérica y hasta los mismos Emiratos Árabes Unidos piden el CV del ‘Tigre’.
Ricardo Gareca ha llegado al final de Eliminatorias con casi un 100% de aceptación del público peruano. Si en el 2008 reencaminó su carrera como técnico con Universitario de Deportes (campeón del Apertura ese año), lo que ha hecho nueve años después es mucho más determinante para su presente y futuro. Esa preferencia popular no solo es de sabor nacional, sino también ha traspasado fronteras. Perú ha clasificado al Mundial de Rusia 2018. Su técnico, el buen Gareca, ha ganado algo extra para su futuro más próximo. La posibilidad de ser en muchos lugares, y por bastante tiempo, un legítimo voto unánime de aceptación.
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