La selección peruana ha sido eliminada del mundial de Qatar 2022 pero no ha sido borrada del mapa. Queda, aún, el recuerdo del milagro que crearon Gareca y Oblitas en 2015 -la llamada burbuja de selección- y queda, sobre todo, la casa en llamas que es el campeonato local, la organización de sus torneos de primera, segunda y Copa América y los clubes que, en su mayoría, son instituciones sin predio, sin masa societaria y sin conciencia de que, si no destinan sus recursos en menores hoy, no tendrán nada mañana.
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Por eso, y porque es importante no perder una nueva oportunidad de transformación desde los clubes hacia la selección, no al revés-, publicamos este editorial:
1. Profesionalizar a los clubes
Se escribió hace 20 años y se llamaba Resolución 001. Eran los primeros días de la gestión Burga y exigía, en resumen: 1) Los clubes debían tener estadio propio o alquilado y un padrón de socios (2000). 2) Estaban obligados a intervenir en torneos juveniles, es decir, contar con un plan de formación de menores. 3) No debían acreditar deudas para iniciar el campeonato o, en su defecto, refinanciar los pagos pendientes. Con clubes sólidos, es más honesto pensar en una selección que compita afuera.
Veinte años después, nada de eso se ha cumplido. Las islas como Melgar -un proceso que empezó en 2014, con una nueva administración y el título nacional- o Sporting Cristal -el grupo Innova Sports compró el club para gerenciarlo- son eso, islas, espacios que pelean casi en solitario contra la informalidad.
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2. Un director de selecciones y un entrenador
La intención del actual directorio de la FPF es que Ricardo Gareca y Juan Carlos Oblitas prolonguen un proceso eliminatorio más su estadía en Videna. Con un agregado: que sea el ‘Ciego’ quien se encargue de la vigilancia de las selecciones en todas sus categorías: entrenadores, idea de juego, proyecto. Y aunque no es posible confirmar que existe predisposición tanto de técnico como del dirigente, que se tomarán aún unos días para decidir, la alternativa que mejor calza en este momento es la continuidad. Por varias razones. La primera, el conocimiento absoluto de los problemas de estructura que ambos tienen sobre el fútbol peruano. Lo segundo, el calendario apretado que debe encarar la selección en los próximos nueve meses -amistoso de setiembre con México y el inicio de las Eliminatorias 2026 en marzo próximo. Y finalmente, la ausencia de un plan B, a la altura de sus predecesores, tal cual lo ha declarado el presidente de la FPF Agustín Lozano, reelecto por el período 2021-2025, con 61 votos a favor, ninguno en blanco y cuatro abstenciones.
Ambas exigencias no solo son urgentes sino que ya corremos contra el tiempo. Cada día que pasa se suma, en términos de competencia, a los dos años perdidos por la pandemia. Si esto no ocurre, el fútbol peruano seguirá siendo dependiente de un milagro. Y esta semana, hemos recordado que son efímeros.
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