A la memoria de Carmen Robertson y Ernesto Roth, sus padres.
Hace unas semanas, mientras almorzaban a las seis de la tarde en un restaurante en San Isidro, una llamada de la TV los distrajo. Decía, con voz que era arenga y comercial: ¡El 13 de junio todos somos Perú! Lo que pasaba como una conversación post trabajo, sin WhatsApp ni pendientes, sin zoom de status ni mails por responder, se fue convirtiendo en una charla de vestuario en Videna, como si ellos, Miguel Montalvo Robertson y Steffi Roth no fueran dos ingenieros industriales con una agenda ultracargada sino, dos jóvenes elementos que se están entrenando para defender a la patria en un repechaje, esa batalla sin violencia ni balas y con serpentinas. Lo que era una proyección sobre sus vacaciones de diciembre se convirtió en un update sobre lo que les faltaba cumplir para viajar a Doha, la ciudad de Qatar donde un lunes de junio la selección peruana enfrentaba a Australia (1 p.m.) con la única misión de ganar y así conseguir el boleto al mundial 2022, el sexto de su historia. Y hacer victoria nuestra gratitud.
Perdimos, pero esa tristeza nunca loa doblega.
No lo imagino sino que lo vi, mientras también almorzaba y hacía cálculos, miraba CTS y googleaba agencias de viaje, y los vuelvo a ver ahora, mientras ellos, Miguel y Steffi, dos hinchas de la selección como pocos, hacen escala en Miami para llegar a la ciudad invadida por camisetas blanquirrojas por el repechaje del lunes, y me escriben que ya les falta poco, que ya llegan. Y los veo felices, las sonrisas panorámicas, rodeados de tantos de esos uniformes que ellos cuidan como nadie, en un lugar escondido de Lima, en lo que es la colección de camisetas de la historia de la bicolor más importante que existe en el país.
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El ingeniero industrial Miguel Montalvo le debe el fuego por el coleccionismo a Carmen, su madre. En 2002 ella le regaló un álbum oficial de Panini por el Mundial Corea Japón, al que tampoco clasificamos. Ni siquiera se detuvo a leer el diario deportivo en el que venía este libro de hojas por llenar. “Fue un descubrimiento”, dice. Ese álbum le sirvió como referencia, brújula de marino casi. “Me di cuenta de que el coleccionismo era como un curso de historia del Perú: allí se puede comparar figuras, momentos de los países, etc.”. Se preguntó si habían otros álbumes y entonces se le abrió una puerta desconocida, como el clóset del abuelo en Narnia. El día en que su madre falleció, en 2016, Miguel Montalvo ya tenía, además de figuritas, entradas o memorabilias de Mundiales, todos los Panini de la colección, incluido el primero, de la Copa del Mundo en México 70. Eso dibujos que parecen Láminas Huascarán del fútbol: la bandera peruana en el número 244, Héctor Chumpitaz el 250, Teófilo Cubillas el 256, Luis Rafael Risco el 251.
Qué maravilla habría sido que su mamá pudiera ver que el hijo coleccionista de la familia consiguió hace unos meses la camiseta con que Calidad Risco jugó el partido de la Bombonera, en 1969.
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Steffi Roth también es ingeniera. La primera vez que conversamos me contó tres cosas: 1) Que tenía un novio coleccionista al que yo, periodista dado a las extravagancias, debía conocer. 2) Que jugaba al fútbol y su apodo era Cuete. 3) Que tocaba el saxo como parte de la banda de percusión de La Blanquirroja, la barra oficial de la selección. Fue gracias a ella que yo conocí a Miguel y gracias a ella que Miguel me conoció a mí. Ha sido el puente ideal.
-¿Por qué demoraste tanto en contestarle el DM en Instagram?, le pregunté hace poco, con curiosidad de Indiana Jones.
Fue un DM el que rompió el hielo entre ambos. Fue Miguel Montalvo quien le escribió por esa red social, como hace treinta años los jóvenes escribíamos cartas de amor que filtrábamos en algún cuaderno. “Tuve que esperar dos días para que me conteste, je”, dice Montalvo. Esa fue la partida de nacimiento de su relación. El DM era breve: “¿Es verdad que irás a la Copa América?”, le decía. Luego de fueron juntos a la Copa América 2019, conocieron todos los estadios brasileños, durmieron bajo la puerta del hotel de concentración de los uruguayos para conseguir la firma de Cavani y Suárez y regresaron a Lima cómplices, abrazados por una fascinación extraña que era amor al fútbol, a los recuerdos, a las piezas de museo. Amor a las camisetas. O sencillamente amor.
Hoy que nos escribimos por WhatsApp, mientras me cuentan sobre sus preparativos para viajar a Qatar, estoy absolutamente convencido de que aquello es amor.
Y quién sabe cuánto crezca luego de la final de Qatar 2022.
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En este primer videoreportaje de 7 minutos preparado por el equipo audiovisual de El Comercio y DT todos podrán conocer su historia. Se conocieron en la universidad y se enamoraron siguiendo a la selección. Y que, desde entonces, final de la Copa América 2019, no se separaron más. Ese amor entre ellos fue cómplice de su pasión por las camisetas y hoy, los jóvenes ingenieros Miguel Montalvo y Steffi Roth se han convertido en los coleccionistas más grandes de los uniformes de la querida Blanquirroja. Más de 2000 piezas que conservan como un tesoro. Todas las casaquillas desde los años 30. Esta es su maravillosa historia contada en este reportaje especial de DT El Comercio.
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