Miguel Villegas

Hasta que llegó al país, con su look de Guns and Roses y su fe inédita en el futbolista peruano, éramos una selección que perdía. Qué duro era. Por lo menos dos generaciones se debatían entre el borroso recuerdo de haber clasificado a España y el tortuoso rosario que era jugar una Eliminatoria con la inminente condena de que íbamos a perderla. Entre 1982 y Rusia 2018, la selección peruana disputó nueve eliminatorias, tres veces fue última en Sudamérica y enterró la autoestima nacional a profundidades de cementerio.

Dirigir a Perú entonces era, más bien, exhumarlo, y hacer que gane una Eliminatoria para ir al mundial un ejercicio de transformación solo comparable a un milagro de Jesús. Ese trabajo, casi siempre equilibrado, silencioso, sin pirotecnia, lo están haciendo Ricardo Gareca y su equipo ya dos veces.

Si pasa el repechaje de junio próximo rumbo a Qatar, van a faltar plazas en el Perú para elevarle estatuas.

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Será imposible saberlo, podrían confirmarlo los historiadores, pero solo San Martín cruzando la cordillera para proclamar la Independencia supera el fervor patriótico que ha despertado el técnico de selección peruana en el país. Su familia, que estuvo anoche en el palco negro del Estadio Nacional, y que luego bajó a la cancha para abrazarlo, mientras la gente se iba caminando las 45 cuadras de la avenida Arequipa rumbo a sus casas, ha sido testigo de la unanimidad con la queel Perú, quebrado por todos sus costados, de pronto coincide en un mismo lugar, bajo un mismo afecto y con la única posible intención que tanto debería replicarse: hacer que su selección —es decir, su bandera— sea mejor que el rival a punta de lo que sabe —pisar, tocar, competir—, mejore su status a nivel continental —quinto en una Eliminatoria, por encima de Colombia, Chile, Paraguay, Venezuela y Bolivia, que no es poco— y que, sospecho que esto es lo más importante, ganar lo que se proponga. Es lindo decir que Perú juega lindo, pero más lindo es decir que por eso puede ganar. De esto, Ricardo Gareca sabe: dirigió a Perú 94 partidos, ganó 38, empató 22 y perdió 34. Su selección hizo 119 goles a favor, recibió 108 en contra y sumó 136 puntos, con una efectividad del 48.23%.

Porque si bien estoy aquí para reivindicarlo y agradecerle, Ricardo Gareca no es un mesías de discurso. No. Gana. Y en junio tiene que volver a ganar.

Ricardo Gareca: los gritos más eufóricos de gol
Ricardo Gareca llegó hace siete años a la selección peruana. Nos llevó de vuelta al Mundial tras 36 años y nos metió en la final de la Copa América luego de 44. El 'Tigre' se contagia de la euforia y así grita los goles de la Bicolor.


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Anoche los niños durmieron con sus camisetas y con esa misma, se fueron hoy al colegio. Anoche pequeñas bodegas cercanas al estadio agotaron sus stocks de cervezas. Anoche vikingos de toda índole cambiaron las manecillas del reloj e hicieron que la medianoche sea siempre la tarde. Anoche miles de jóven@s confirmaron, a través de sus espaldas, que ahora somos más Zambranos que Sergios Ramos, más Cuevas que Cristianos, más Lapadulas que Messis. Anoche, mientras la ciudad no podía —no quería— dormir, cientos de empresarios hacían cuentas, buscaban el contacto de sus asesores de banca exclusiva, escribían sus planes en Evernote, sobre el impacto económico que tendrá en el país este resultado 2-0 sobre Paraguay, hasta que nos toque el rival de la repesca. Anoche Gamarra no descansó. Anoche Marathon debió mantenerse abierto 24 horas. Y si anoche se declaraba asueto para hoy, al menos 45 mil personas estarían felices de mañana, en estado de ebullición, sintiéndose orgullosos de ser peruanos aunque luego todo lo demás les diga que no, que ese orgullo es efímero, que no da para tanto, que todo lo demás no va a cambiar.

Anoche, sin embargo, lo más importante ha sido que en este país difícil de vivir hemos podido, al menos 90 minutos, hacer algo tan sencillo y tan imposible en todos los demás episodios de la vida republicana: abrazarnos. Mirarnos con desconocidos y abrazarnos. Mirarnos en la casa y abrazarnos. Mirar al cielo y sentir que lo estamos abrazando.

Entiendo que las nuevas condiciones de un futuro contrato del técnico de la selección no alcanzarán para saldar lo impagable. No vamos a poder acercarnos a una cifra que pueda pagar esta felicidad, Sepa nada más, que vamos a intentarlo.

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