Juan Mejía (62), jefe de producción de Artika y parte de la segunda generación de la familia fundadora de la empresa de helados, lleva muchos años trabajando sin descanso en la fábrica de Huachipa (Lima). Solo una pandemia pudo enviarlo a casa para resguardarse, por recomendación de los trabajadores y de la familia, ante la aparición de algunos casos de COVID-19 en la empresa. Pero Mejía, a distancia, sigue pendiente de su querida Artika.
Similar situación vivió la familia Beltrán, dueña del emblemático Café Ayllu (con tres locales), al sur del país, en Cusco. Ni el desalojo que sufrieron de su clásica cafetería en la Plaza de Armas, hace diez años, hizo que dejaran de atender. Hasta ahora. “Nunca, desde 1969, habíamos parado un solo día, hasta que por la cuarentena estuvimos cerrados por cuatro meses. Luego de ese tiempo, decidimos entrar al delivery y recojo en tienda”, cuenta Pericles Beltrán (51), su administrador y gerente.
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Sea por su olfato emprendedor o por su arraigo, los negocios que surgen del seno familiar constituyen más del 80% del total de las empresas del país (más de 2 millones), según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Gran parte de ellas son pequeñas y medianas empresas con historias de lucha que tienen en la pandemia un nuevo reto.
Aunque muchas de las que transitan en la segunda generación han vivido otras crisis, ninguna ha sido como la que atraviesan ahora por el COVID-19. “Esta es la más seria porque afecta la salud y porque tuvimos que parar [por 15 días], eso no había sucedido antes”, cuenta Hugo Deneumostier, fundador y patriarca de Hude, empresa de productos de limpieza para el hogar, con más de 30 años en el mercado.
Este nuevo escenario ha obligado a realizar cambios rápidos, por lo que se ha visto una mayor participación de la siguiente generación familiar, afirma Miguel Puga, socio de PwC Perú en el área de empresas familiares. Mucho más ante la necesidad y el desafío que ha significado el veloz salto digital.
RECETAS DE CASA
“La crisis nos obligó a replantear metas y repensar cómo hacemos las cosas”, afirma Christian Deneumostier, gerente general de Hude. A contrarreloj, la empresa especializada en productos de limpieza del hogar adaptó su mix a las nuevas necesidades, por lo que se concentraron solo en algunos como trapeadores, escobas y escobillas, lo que los llevó a ser más eficientes. Vieron también la urgencia de entrar rápido al comercio electrónico. Así, para julio, pudieron abrir su tienda virtual propia, pensando a un mediano plazo: confían en que representará entre 1% y 2% de sus ventas a finales del 2021.
Por estos días, Hude ya produce al 80% de su capacidad, un incremento paulatino frente a lo que registraba durante los meses de cuarentena. Y poco a poco van recuperando sus puntos de venta y ampliando su abastecimiento, conforme los clientes mayoristas están abriendo nuevamente. En provincias, la reapertura ha sido un poco más lenta y difícil por la cuarentena focalizada, cuenta Christian. A inicios de año, con otras expectativas, proyectaban crecer 5%, ahora con un replanteo por la pandemia, “con lograr las mismas ventas del 2019 estaríamos satisfechos”, comenta, junto a su padre, quien tiene más de 60 años como empresario.
Apostar por el delivery fue una decisión que le costó tomar a la familia fundadora de Café Ayllu, tan acostumbrada al trato personal y cercano en cada uno de sus locales. Ya con dos meses desde que iniciaron esta experiencia, afirman que ha sido muy buena y les permitió reconfirmar que sus clientes los extrañaban. Pese a ello, no ha podido llenar el vacío económico que deja la atención presencial; apenas cubre la tercera parte de aquellos ingresos.
Que Cusco volviera a la cuarentena a finales de julio- y ahora se extienda por un mes más- fue un golpe duro para esta tradicional cafetería. Si bien estaba latente el temor de que suceda, no perdían la esperanza. El efecto se sintió de inmediato: en agosto cayeron 50% en ventas frente a julio. “La misma gente hace su cuarentena inteligente e incluso en julio la gente volvía de a pocos”, relata. Aterrizando expectativas, el empresario comenta que tendrá que pasar todo el 2021 para recuperarse y proyectar el futuro.
Lo que sí tiene presente es que si la crisis se extiende, tendrían que prescindir de uno de los locales ubicados en la calle Almagro, muy cerca de la avenida El Sol, por el alquiler. “Pero seguiremos porfiando con nuestra marca. (...) ya no solo somos nosotros solos como familia nuclear, nuestros 22 trabajadores son parte de esta familia, su experiencia nos ha ayudado”, resalta a esta Diario. En tanto, seguirán firmes con la atención por delivery y recojo en tienda.
Artika, por su parte, tampoco la tuvo fácil. La pandemia le cortó el cierre de la campaña de verano y paralizó su producción por tres meses. Si bien la han retomado, aún están lejos de los volúmenes regulares, comenta Mejía. Impulsar la venta de su reciente formato de litro de helados (con los sabores que los hicieron populares como ron con pasas), aumentar su presencia en redes sociales e introducir la venta hacia el consumidor final a través de sus redes, son apuestas que están realizando poco a poco para resurgir.
El momento más duro parece haber pasado, pero aún hay incertidumbre. “En los primeros meses, cuando no podíamos operar, tuvimos que darle vacaciones adelantadas al personal y hasta abril tuvimos que prescindir del personal cuyos contratos vencían en esas fechas”, cuenta. Y es que fue aún más complicado cuando la cuarentena se extendió y vieron el saldo de tener maquinarias paralizadas por tres meses. “Fue un lío bárbaro, un gasto adicional grande”, recuerda preocupado.
Para sostenerse y enfrentar lo que vendría, aplicaron al crédito de Reactiva Perú durante la primera fase del programa y obtuvieron la ayuda estatal.
Si estos giros de timón serán suficientes o no para resistir, aún no lo sabemos. Lo que sí está claro es que las pequeñas y medianas empresas familiares tendrán que aprovechar sus fortalezas y apostar por la innovación para no ceder terreno .
LAS FORTALEZAS
Dentro de las fortalezas que tienen las empresas familiares. hay dos que son particularmente importantes en este momento: la cultura familiar y la cercanía con sus trabajadores. “Cuando esta cultura es fuerte y seria llega a traspasar los muros de la empresa, también la perciben los trabajadores”, sostiene César Cáceres, Director general del Centro de familias empresarias y empresas familiares de la Universidad de Piura (Udep).
En efecto, tal como pudimos percibir en los casos narrados, la cercanía a sus trabajadores es bastante grande, como una gran familia, agrega Puga. Cuando cultura y lealtad se combinan, considera el especialista de la Udep, los cambios y decisiones que se tomen a nivel organizacional son mejor recibidos por los trabajadores y otros miembros de la empresa, lo que genera una mayor flexibilidad y toma rápida de decisiones.
En particular esto sucede en los momentos álgidos, cuando se trata de sobrellevar una crisis. Cáceres cuenta que en mayo asesoró a un ejecutivo de una empresa familiar que no estaba dispuesto a contradecir a su hermano, presidente del directorio. “Su punto de vista pasaba a un segundo plano porque lo importante era tomar decisiones rápidas y fluidas, hacer causa común”, relata en referencia a la agilidad que debieron adquirir en estos meses.
¿Qué viene para las pequeñas y medianas empresas familiares para los próximos meses? En palabras de Puga, van a tener un escenario bastante complicado. Las condiciones que se dan para ciertos sectores de negocio no están cambiando y las ayudas del estado no terminan por ser suficientes. “Si esto sigue así, al cierre del año se va a contar a un segundo grupo de fallecidos en las personas jurídicas, varias empresas familiares van a desaparecer”, alerta el especialista de PwC Perú.
Mucho más en una crisis que se alarga. Cuando eso sucede, las empresas se ahogan, remarca Cáceres.
Mariana Garland, presidenta de la Asociación de Empresas Familiares y cabeza del grupo multifamiliar Maquinarias, comenta que no existe aún información acerca del número de empresas familiares que hayan cerrado sus puertas de manera definitiva, pero “en la primera etapa del Estado de Emergencia, hallamos que más del 60% de empresas familiares detuvieron parcial o completamente sus operaciones”, refiere.
Aunque la situación es complicada, la mayor oportunidad que tienen las familias empresarias- agrega el experto- es, precisamente, fortalecer las relaciones familiares y alcanzar una visión familiar y de los negocios a largo plazo.
DATOS
- Beltrán cuenta que aplicaron a Reactiva Perú en la primera fase pero no obtuvo el crédito estatal.
- Artika había invertido a fines del año pasado en maquinarias para incrementar producción en 15% durante la campaña de verano pasada. La marca, como se recuerda, se hizo popular por sus precios económicos e innovaciones.
- Las empresas familiares peruanas dan empleo al 60% o 70% de la población, y contribuyen con el 40% del PBI, según el BID
- La familia Mejía, natural de Quillabamba (Cusco), al inicio preparaban helados como postres en casa. Más adelante, labraron el camino en Arequipa y luego en Lima. Los hermanos Yolanda, Pedro, José y Francisco comandaron ese camino.
- Apenas un 15% de empresas familiares logran pasar de la segunda a la tercera generación.
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