A punto de ponerse los guantes para la primera cirugía de las tres que suele realizar al día, el médico veterinario Marco Díaz, quien dirige el centro veterinario del mismo nombre en Surquillo, recuerda que el inicio de la pandemia fue difícil y de mucha incertidumbre. No solo porque no sabía, en aquel momento, si los veterinarios estaban incluidos en el sector salud que podía seguir atendiendo, sino porque estaba convencido de que sea como fuere tenía pacientes internados y personal que no podía dejar a la deriva.
“Como todo era desconocido, también había temor, pero no podíamos dejar de abrir”, agrega Rodrigo Rondón, veterinario de la clínica que lleva su apellido.
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En el camino tuvieron complicaciones como lidiar con los sobrecostos de mascarillas, guantes, alcohol e, incluso, oxígeno para las cirugías. Insumos de su día a día cuyo valor vieron multiplicar en tiempo récord.
Además, como relata Rondón, recibieron una mayor cantidad de mascotas para ser internadas en su clínica, en vista de que muchas veterinarias, más chicas, cerraron por temor o subsistencia, durante la cuarentena.
Ahora, tras siete meses conviviendo con la pandemia, las atenciones en las veterinarias se transformaron, siguiendo estrictos protocolos tanto para las mascotas como hacia el público. Citas programadas, solo una persona con la mascota, aforo limitado, alcohol rociado en las manos, entre otras medidas de cuidado.
Por la pandemia, algunos de los casos más frecuentes que pasaron por sus manos fueron patitas quemadas por el uso de alcohol o lejía para desinfectarlas, intoxicaciones y envenenamientos. Tampoco faltaron fracturas y algunos atropellos.
IMPACTO Y DEMANDA
Para Marco Díaz, desde julio la situación empezó a mejorar en cuanto a la demanda por atenciones, al punto de que las citas han aumentado entre 20% y 30% en su centro veterinario. “Las personas volvieron a vacunar a sus perros, gatos y a actualizar su estado de salud. Además, por el confinamiento, las personas convivieron más tiempo con su mascota y observaron dolencias que antes no percibían o consideraban normales”, sostiene.
Pensando en el bolsillo de los dueños, ha incrementado descuentos en vacunas, desparasitaciones, promociones y ha impulsado el seguro veterinario de la clínica, que hoy tiene a 18 pacientes inscritos.
Pero en cada veterinaria la historia es distinta.
De acuerdo con Rondón, este fue un efecto embalse que se dio en julio, pero que hoy, en su veterinaria -que este año cumplirá las cinco décadas- ya se regularizó y ha vuelto a la dinámica anterior a la pandemia.
“Podría parecer algo bizarro ver colas en las veterinarias, pero eso responde también a que ahora los aforos son limitados dentro del local”, precisa. A pesar de ello, comenta que los meses de cuarentena golpearon monetariamente a la veterinaria y ve difícil que este año recuperen esa pérdida.
La parte positiva, remarca Rondón, es que se ha evidenciado que los peruanos tratan cada vez mejor a sus mascotas, los consideran parte de la familia y por eso se preocupan tanto por su salud y acuden al veterinario cuando notan que algo no marcha bien con ellos.
El veterinario Pancho Cavero, en tanto, sostiene que más que un aumento de atenciones, se ha dado una mayor eficiencia y orden por las citas programadas. Según detalla, en su veterinaria de Barranco ( la primera de las cuatro que fundó), su equipo de médicos veterinarios y veterinarias realizan alrededor de 10 cirugías y cerca de 80 consultas por día. Las historias clínicas digitales y consultas online que han implementado, asegura, han contribuido a esta dinámica.
OTROS EFECTOS
Al otro lado de Lima, Iván Carhuallanqui, administrador de la veterinaria Sanitos (de la doctora veterinaria Rosa Pinedo) en San Juan de Lurigancho, afirma que por el embate de la pandemia en los costos de alquiler, sobrecostos de insumos y bajo ritmo de atenciones durante la cuarentena, mantuvieron dos de sus locales cerrados por casi dos meses, y tuvieron que dejar de operar definitivamente el último local que abrieron en el distrito.
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Ahora, con dos veterinarias (una de ellas tuvo que cambiar de ubicación por los costos del alquiler), Iván ve complicado recuperarse este año, pero es optimista porque la demanda se está dinamizando. En particular el primer local en Canto Grande, el cual retomó atenciones a inicios de mayo.
Las citas por WhatsApp han sido un impulso importante para seguir en contacto con sus clientes, al igual que las historias clínicas digitalizadas que activaron antes de la crisis y hoy han ayudado a que las consultas sean más ágiles. Ahora la veterinaria realiza en promedio 15 citas diarias, como antes de la pandemia. No obstante, según cuenta Iván, los costos de los insumos como mascarillas, guantes y alcohol continúan por encima de su precio en las compras al por mayor y representan un sobrecosto.
Carhuallanqui, quien además es dueño del banco de sangre animal Hemovet, cuenta que la demanda de unidades de sangre, que había caído en 60% durante la cuarentena por las veterinarias que tuvieron que cerrar temporalmente, se recuperó desde el mes de agosto.
Pero pasaron días duros para hacerlas llegar a su destino y sufrieron mucho más para trasladarlas a provincias en medio de la cuarentena.
Recuerda que incluso algunas se echaron a perder por tardar más de dos días en llegar a Chiclayo, unidades de sangre que eran requeridas para transfusiones por casos de erliquia (enfermedad generada por la garrapata que ataca de forma invasiva a los perros) y leucemia (en gatos).
Por aquellos días, Iván menciona que ante las restricciones en el traslado de las unidades, inclusive entre distrito a distrito, hubo un par de dueños que no podían esperar hasta el día lunes y llegaron como sea a recoger las unidades de sangre, un domingo, hasta la sede en San Juan de Lurigancho. “Uno llegó desde La Molina, y otro desde Surco, no sé cómo hicieron para llegar. Me sorprendió mucho”, relata.
DATOS
- Los precios de mascarillas, guantes, alcohol se incrementaron entre tres y cuatro veces su precio, en promedio, durante los primeros meses de la pandemia, comentan los veterinarios.
- Aunque no fueron demasiados casos, sí se presentaron casos de abandono de mascotas durante la cuarentena ante las informaciones erradas de que podían contagiarse y transmitir el COVID-19.
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