Un artículo de McKinsey afirma que la brecha en resultados es cada vez más grande entre las compañías con altas capacidades digitales y de IA, y aquellas que se van quedando atrás en este proceso de actualización. El mismo artículo señala que las primeras pueden superar en hasta 200% el rendimiento y productividad total de las segundas.
En las últimas semanas, he preguntado a clientes y colegas cercanos sobre sus propias experiencias con IA, y todos llegaron a la misma conclusión: tiene un gran potencial. Sin embargo, al preguntarles si la usan de manera habitual o si han experimentado con ellas directamente, 7 de cada 10 respondieron que no.
Entender cómo la IA puede aplicarse para ti o para tu negocio solo requiere que le dediques tiempo. Pero no hablo de estudiar o ver videos. Malcolm Gladwell, en su libro “Outliers”, sugiere que se necesitan aproximadamente 10.000 horas de práctica deliberada para dominar un campo. Aunque no creo que sean necesarias 10.000 horas de entrenamiento en el caso de IA, sí es esencial “ensuciarse las manos” y dedicarle tiempo para sentarte y experimentar con las herramientas. Anímense a explorar e identificar tareas cotidianas en las que la IA puede ayudarlos. La investigación de McKinsey muestra que, con la transformación digital (incluida la adopción de IA), se pueden lograr incrementos significativos de productividad al centrarse en pequeñas mejoras incrementales en lugar de en transformaciones a gran escala. La IA es una revolución transversal que pueden aprovechar empresas de todo tamaño. Lejos de ser una amenaza, esta tecnología se está ganando su lugar como un poderoso aliado capaz de impulsar nuestra productividad a niveles sin precedentes.
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Pero ¿cómo puedes saber dónde priorizar la IA en tu organización? La clave está en enfocarse en los problemas y no en la tecnología. Comienza identificando los cuellos de botella en tu organización: ¿dónde se pierde más tiempo?, ¿qué tareas son más propensas a errores?, ¿qué procesos generan más frustración entre los colaboradores?
Imaginen a José. Necesita consultar constantemente un contrato y un manual técnico. Eduardo decide cargar ambos en una herramienta de IA para hacerle preguntas específicas. El resultado: en lugar de buscar un dato particular o un procedimiento recurriendo en múltiples ocasiones al texto, la IA le arroja respuestas precisas e inmediatas, ahorrando tiempo y reduciendo la posibilidad de pasar por alto información importante.
El caso de José ilustra cómo la práctica consciente y activa con IA puede transformar nuestra forma de trabajar. La automatización de tareas repetitivas es uno de sus principales impactos en la productividad. Desde programar reuniones y gestionar calendarios hasta clasificar y responder correos electrónicos, la IA puede liberar horas de nuestro tiempo cada semana.
En resumen: prueba con IA, juega con ella, equivócate y vuelve a intentarlo. Al final, no hay mejor manera de aprender que con un poco del viejo y confiable ensayo y error, y una pizca de curiosidad.
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