La debilidad de la economía viene deteriorando significativamente el mercado laboral. Según cifras recientes de la Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN), el empleo acumula tres trimestres consecutivos de caída, con lo que alrededor de 125.000 peruanos se quedaron sin trabajo entre enero y setiembre del 2023. Los trabajadores de los segmentos más vulnerables de la población vienen siendo los más afectados por la crisis del agro y el deterioro de las actividades relacionadas con la inversión.
Peor aún, el retroceso del empleo se da en un contexto en el que los salarios reales todavía no han regresado a los niveles registrados antes de la pandemia. Reactivar la inversión privada, revertir las contrarreformas regulatorias laborales e impulsar una agenda para un marco normativo más competitivo serán claves para evitar que la debilidad del mercado laboral se prolongue.
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Radiografía laboral
Por un lado, la pérdida de puestos de trabajo durante el 2023 se debe a la caída del empleo en zonas rurales (4,7%), lo que ha dejado sin trabajo a casi 170.000 personas en dicha zona. Este retroceso se relaciona principalmente con la menor cantidad de trabajadores dedicados a la agricultura, cuyos niveles de producción se han visto afectados por la escasez de lluvias en la sierra centro-sur del país, las altas temperaturas en el norte y la crisis de fertilizantes durante la campaña 2022-2023.
Por su parte, el empleo en las zonas urbanas se encuentra prácticamente estancado, tras registrar un avance de apenas 0,3% en lo que va del año. Ello responde al menor número de trabajadores en actividades relacionadas con la inversión (-5,0%), tales como construcción y manufactura, que fue compensado por el incremento del empleo en sectores vinculados al consumo (+2,3%), como comercio y servicios, que aún venían recuperándose del golpe de la pandemia.
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Mayor vulnerabilidad
El empleo retrocedió en 15 de las 26 principales ciudades del país, mayoritariamente del sur. Entre las más afectadas destaca el caso de Puno, con una caída de 11,2%, tras la paralización de actividades causada por los conflictos de inicios de año. La pérdida de empleos en esta zona es preocupante considerando que la pobreza en la región, tanto en zonas urbanas como rurales, culminó en el 2022 con tasas de alrededor de 40%.
Además de la pérdida de empleos, los hogares todavía vienen experimentando las consecuencias de una lenta recuperación de los ingresos laborales. Entre octubre del 2022 y setiembre del 2023, los salarios ajustados por inflación a escala nacional se ubicaron aún 7,5% por debajo de lo alcanzado en el 2019, según estimaciones del IPE a partir de los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares y la EPEN. La caída de los salarios es inclusive mayor para trabajadores urbanos (-10,7%), lo cual exacerbará los niveles de pobreza (24% en el 2022) que se registran al cierre del año en estas zonas del país.
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Perspectivas
En lo que resta del año, el IPE estima que el empleo continuará en terreno negativo y con ello culminará el 2023 con una caída de 0,7%, el mayor retroceso en las últimas dos décadas sin considerar la pandemia. Estos pronósticos obedecen a la persistente debilidad que sigue mostrando la inversión privada, la cual acumula cinco trimestres en negativo, y en octubre habría registrado una contracción anual de 4,1%, según el IPE. En este contexto, las expectativas de contratación a tres meses recogidas por el Banco Central de Reserva se mantuvieron en niveles pesimistas, acumulando 19 meses en esa situación. Ello anticipa un bajo dinamismo en la generación de nuevos empleos al cierre del 2023 e inicios del 2024.
El panorama laboral para el 2024 dependerá de la velocidad con la que se reviertan los choques adversos que vienen afectando la actividad agropecuaria en el ámbito rural, y a los sectores vinculados a la inversión en zonas urbanas. Bajo el escenario de un crecimiento del PBI de 2,1% para el próximo año, el IPE calcula que el empleo registraría un avance de 1,3%, ritmo inferior al promedio alcanzado entre el 2001 y 2019 (2,1%). Estos resultados implican que en el 2024 se crearían cerca de 65.000 puestos de trabajo menos de lo que el país generó en promedio durante las dos décadas previas a la crisis del 2020 (293.000 por año).
Si bien la reactivación del empleo requiere más inversión y crecimiento, su aporte será limitado mientras sigan aprobándose contrarreformas laborales que impongan mayores rigideces y costos para la creación de nuevos puestos de trabajo en los sectores más productivos, como en la minería y la agroexportación. Es una contradicción del Ejecutivo entonces anunciar que el primer trimestre del 2024 será el momento para evaluar el aumento de la remuneración mínima vital como ha declarado el ministro de Trabajo. Continuar apostando por este tipo de políticas populistas, como lo es la aún vigente Agenda 19, elevará aún más las barreras por las que millones de peruanos permanecen excluidos de empleos de calidad.
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