En las últimas dos décadas, más de una treintena de restaurantes habían convertido a la tradicional avenida La Mar, en Miraflores, en un importante clúster gastronómico que ofrecía interesantes propuestas: de barra, de salón, pescados y mariscos, carnes y parrillas, cocina fusión e internacional.
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Pescados Capitales, Jerónimo, Don Nico, Barra Mar, Poke 51, La Mar, Mayta Lima, Bao?, Juyci Lucy, Santo Pez, Embarcadero 41, Chinga tu Taco y Sartén Caliente, son algunos de los restaurantes que habían logrado cambiarle la cara a las 13 cuadras de una avenida que muchos años atrás era sinónimo de talleres de mecánica.
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Pero, la llegada de la pandemia y el cierre obligatorio de miles de negocios a solicitud del Gobierno para detener el contagio del coronavirus, como parte de la primera cuarentena, marcó el inicio de un sinnúmero de sinsabores para la mayoría de firmas –sino para todas– que se habían instalado en este corredor y que ya se habían ganado un sitial en el paladar de muchos comensales.
Y, tras al anuncio de la segunda cuarentena muchos de ellos no han tardado en alzar su voz porque consideran que de continuar con las restricciones, a las deudas que han tenido que asumir para afrontar parte de sus obligaciones y a la reducción de sus ventas, se sumarán consecuencias más drásticas.
A MEDIA MÁQUINA
Frente a esa situación, Moma Adrianzén, chef y fundador de Jerónimo (cuadra 12) y Chinga tu Taco (cuadra 13), asegura que después de reabrir sus puertas en noviembre último, los resultados para sus dos negocios no volvieron a ser los mismos. Es más, días antes de que el presidente Francisco Sagasti anunciara la nueva cuarentena, las ventas retomaron su camino al descenso.
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Y aunque por estos días, Chinga tu Taco atiende pedidos por delivery y para recojo en tienda, sus ventas han vuelto a caer en 50%, un resultado nada alentador si –como señala– ya venían 40% abajo comparado con las ventas que registraban antes de la primera cuarentena.
Pero no sucede lo mismo con Jerónimo. La situación para su restaurante fusión –según su mentor– es más dramática. ¿Por qué razón? Explica que debido a que su propuesta se basaba en la experiencia vivida por el comensal al interior de su local, no pueden atender vía delivery, por lo que hoy sus puertas permanecen cerradas.
“Nosotros vendemos una experiencia culinaria y gastronómica y como los números no mienten, determinamos que perdíamos menos plata con el restaurante cerrado que con el restaurante operando para delivery o para recojo en tienda. Así de triste es la situación porque plata íbamos a perder de todas maneras y venimos perdiendo plata desde el año pasado”, afirma.
TRASPASOS Y CIERRES
Similar es la situación de Don Nico Steakhouse (cuadra 9). Con sus puertas cerradas, la realidad que enfrenta el restaurante de parrillas es, como señala su gerente general Sebastián Gonzáles, realmente dura.
La pandemia los agarró apenas dos meses después de haber inaugurado el segundo local de la firma –el primero está en Punta Hermosa– y desde que reabrieron sus puertas, sus resultados tampoco volvieron a igualarse a los niveles que tenían antes de la primera cuarentena.
No solo tuvieron que reducir su planilla ante un menor aforo, también tuvieron que invertir en los protocolos de seguridad y afrontar las deudas que les dejó la primera cuarentena (pago de CTS, de EsSalud, alquiler, luz, agua, entre otros).
Y desde que se dictaron las nuevas medidas de restricción, durante las casi cuatro últimas semanas no están atendiendo. ¿Qué les espera? Aunque suene dramático, Sebastián Gonzáles asegura que lo más probable es que el traspaso sea el paso siguiente de Don Nico.
“No tenemos las espaldas financieras para continuar, son muchas las deudas que hemos asumido y los alquileres son altos”, afirma evidenciando frustración y enojo porque –junto con su hermano y socio Nicanor– no era lo que tenían contemplado, “ni por asomo”, ni en el mediano ni a largo plazo, mucho menos en el corto.
“La mirada más optimista es el traspaso. Han sido meses muy duros, somos jóvenes entusiastas que apostamos por la gastronomía, pero es imposible seguir así porque ya no tenemos las espaldas financieras para seguir adelante”, indica seguro de que “lo más probable es que en poco tiempo otras marcas también cierren sus puertas”.
Y si el traspaso se asoma como solución para los hermanos Gonzáles, el panorama es diferente para Juicy Lucy (cuadra 13). De alargarse la cuarentena, este local del restaurante de hamburguesas –según Juan Carlos Verme, fundador del Grupo Civitano, dueño de la marca– podría cerrar sus puertas, a pesar que por estos días no ha dejado de atender.
“En medio de esta coyuntura hubo un esfuerzo por salir adelante, pero si la cuarentena sigue un mes más, como se dice, lo más probable es Juicy Lucy La Mar cierre sus puertas porque ya no podremos afrontar los costos, no podríamos resistir estos dos meses”, señala el también dueño de Pescados Capitales (cuadra 13), la icónica cevichería que inició la transformación de La Mar en el 2001 y que, por estos días se apalanca de La Nacional, la otra marca del holding.
FUTURO INCIERTO
Frente a la realidad que enfrentan los restauranteros de La Mar, Juan Carlos Verme, Sebastián Gonzáles y Moma Adrianzén coinciden en solicitar el levantamiento de las restricciones, pero también exigen medidas de apoyo para evitar el quiebre de muchos de los negocios que además de ayudar a cambiarle el rostro a La Mar, también se convirtieron en una importante fuente generadora de empleo para miles de peruanos.
“Sería ideal que nos otorguen un periodo de gracia para el pago de los préstamos de Reactiva y facilidades en el pago del IGV, como ha sucedido en Colombia. Ahí desde mayo del 2020 se les ha aplazado el pago de impuestos, ha sido una de las principales medidas que se han dado en este país e incluso en otros más y aquí también se podría hacer lo mismo porque no contamos con sistemas de apoyo a nivel tributario”, asegura Juan Carlos Verme.
De lo contrario, a Juicy Lucy le seguirían más marcas. “Somos muchos los que no la estamos pasando nada bien. Muchos están súper complicados y se están complicando más sus números. Probablemente regresar sea muy difícil para muchos, como también lo es para nosotros estando cerrados, pero lo más triste de todo esto es que los más afectados son todas las personas que trabajan directamente en los restaurantes y los proveedores”, indica Moma Adrianzén, quien no duda en calificar como una calle del Lejano Oeste la realidad que hoy se vive en La Mar.
Y no se equivoca, basta hacer un recorrido por las 13 cuadra de La Mar para darse cuenta que las puertas cerradas distan mucho del movimiento que antes se vivía. ¿Hasta cuándo? Juan Carlos Verme confía que de levantarse las restricciones para los restaurantes, hacia el último trimestre de este año, La Mar podría recobrar entre un 70% y 80% el movimiento que experimentaba antes de la pandemia, en su mejor momento. “La situación está difícil”, concluye.