Indistintamente del “tamaño” del poder o del éxito que podamos tener, ostentar cargos con algún nivel de responsabilidad siempre trae retos y oportunidades que vale la pena considerar nuevamente. Aquí algunos:
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1. Las manifestaciones externas del éxito o el poder pueden confundir y seducir al punto de hacernos olvidar que toda posición de poder o responsabilidad es pasajera, tiene un comienzo y un fin, y que ese fin siempre llega.
2. El reto es mantenerse muy lúcido sobre la razón de ser del encargo conferido, ya que el “poder” no es inherente a uno mismo, sino al cargo, a la función, al propósito o misión de servicio que lo define o a quienes representa.
3. Es vital, por tanto, nunca olvidar que el poder de la responsabilidad es solo un medio para cumplir una misión, servir un propósito definido o a un fin mayor y debemos ejercerlo siempre con ética y corrección. No lo es para disfrutarlo en beneficio propio ni para satisfacer necesidades del ego.
4. El ego aísla y muchas veces incomunica –oímos solo a quienes nos dicen lo que queremos escuchar sin valorar las opiniones divergentes– y puede volvernos poco empáticos y arrogantes. Eso impacta directamente en nuestra habilidad para lograr resultados.
5. Las actitudes arrogantes del ego son una profunda falta de respeto a las personas que colaboran con nosotros o están a nuestro alrededor. Afectan las relaciones de corto y largo plazo y, por supuesto, dañan irremediablemente la marca personal.
6. Muchos que son víctimas de su ego en posiciones de poder pasan a sentirse invulnerables al fracaso y asumen erradamente que su éxito de hoy les garantiza el éxito de mañana.
7. El ego hace que muchos descuiden su desarrollo profesional y su crecimiento personal futuro. Es más, pocos se esfuerzan en mantener su perfil profesional vigente en preparación para cuando el “poder” se les acabe. Y luego, la vida se les complica mucho.
8. El éxito se alcanza muchas veces gracias a nuestras habilidades, talentos o destrezas, pero nuestros defectos o debilidades tienden a potenciarse en situaciones de responsabilidad. Pocos buscan trabajarlos, cegados por el ego y la fantasía de que el poder les durará siempre.
9. El reto es ser muy lúcidos frente a nuestras debilidades y defectos y al impacto negativo que estos pueden tener en nuestra gestión profesional, nuestro equilibrio interior, nuestras relaciones interpersonales y reputación.
10. La vanidad que puede traer el éxito o el poder hace que muchos se alejen de los suyos o dejen de responder a pedidos de ayuda de amigos o colaboradores. La vida da vueltas y eso les será cobrado más adelante con distancias y rencores.
11. Mantener una actitud de sencillez permanente, recordando que el poder está dado –siempre temporalmente– para servir con coherencia, ética y efectividad, nos protege a nosotros mismos y a los demás de la arrogancia del éxito y de las tentaciones del poder.
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