Futbolísticamente hablando, la salida del premier Bellido y otros cuestionados miembros de su gabinete solo equivale a haber tapado un penal. Es decir, no hemos hecho ningún gol, no le hemos ganado a nadie y, peor aún, este Gobierno en los primeros quince minutos de juego, hasta ahora, no ha pasado de la media cancha contra rivales durísimos de combatir: el subdesarrollo económico, la corrupción, la inseguridad ciudadana y la informalidad económica.
Siguiendo con el símil deportivo, la verdad es que no tenemos equipo. Cero, cero, zapatero. A pocos le cabe ya duda de las limitadísimas capacidades en todo orden de cosas del actual presidente. Su equipo ministerial sigue en esa misma línea, incluidos Pedro Francke y Aníbal Torres que, siendo los menos malos, tienen una ideología e historias recientes muy cuestionables. Otros funcionarios recién nombrados en organismos estatales como Indecopi, Essalud o Petroperú tampoco parecen estar a la altura de sus encargos. Y podríamos seguir con las enumeraciones.
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Por si esto fuera poco, “el presidente de este club” y sus dirigentes (Vladimir Cerrón y la bancada de Perú Libre) patean en contra y buscan hacernos autogol. Si por ellos fuera botan a todos los jugadores, suspenden el torneo, hacen una asamblea para cambiar las reglas del fútbol, dinamitan el estadio, pero, eso sí, se quedan con toda la taquilla.
Si bien las noticias de la semana pasada, la salida de Bellido y la confirmación de Julio Velarde en el BCR fue un pequeño respiro, estamos aún muy lejos de remontar esta difícil coyuntura política, social y económica. Lo más irónico y triste a la vez, es que básicamente somos el mismo país de 2019. Tenemos los mismos recursos naturales, la misma maquinaria y la misma fuerza laboral para hacer lo que veníamos haciendo. Por lo tanto, retomar la senda de crecimiento económico y el orden político es – por lo menos en teoría - posible. Nada nos impide seguir siendo un país candidato a miembro de la OECD (Organización de Estados Desarrollados).
¿Qué hacemos entonces? Como ciudadano, le sugeriría a nuestra flamante premier que convenza al Gobierno de ejecutar un plan de tres pasos. Primero, dejar de lado la Asamblea Constituyente, expropiaciones y demás reformas radicales. Eso espanta a todo el mundo, desde la empresa transnacional más grande, hasta el emprendedor más pequeño del país.
Segundo, el Estado peruano es un pésimo empresario o banquero. Por favor, señores del Gobierno no se metan en negocios que no saben. Yo no quiero que la plata de mis impuestos se invierta en explorar petróleo, hacer otro banco agrario o explotar una mina. Si fuéramos Noruega o Dinamarca y tuviéramos un aparato estatal y funcionarios públicos de otro nivel, quizás entrar a complementar la actividad privada en sectores claves podría ser una receta a explorar. Pero este no es nuestro caso.
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Tercero, enfoquemos como Gobierno en tres sectores: salud, educación e infraestructura. Como Gobierno de izquierda, que dicen poner por delante al pueblo, serían muy consecuentes si bajo su administración pudieran en cinco años: mejorar el abastecimiento de agua y desagüe en las principales ciudades, expandir la red vial, elevar de manera importante la calidad de los servicios de salud y educación. En verdad, si solo hubiera progresos sustanciales en uno de los tres sectores antes mencionados, yo le haría un monumento al señor Castillo. Con sombrero y todo.
No bajemos la guardia. Tenemos que seguir vigilantes para que este Gobierno respete la actual Constitución y el orden democrático. La salida de Bellido es una buena noticia, pero solo es eso. Faltan aún muchos minutos por jugarse en este partido que recién comienza. Todavía nada está dicho.