Tanto bonos como acciones han tenido rendimientos bastante negativos en los últimos meses. Son múltiples los factores que han generado esta caída en los mercados, sobre todo la subida de tasas para combatir la inflación, los efectos del conflicto armado entre Rusia y Ucrania y, por último, las cuarentenas impuestas por el gobierno chino dentro de su política de “cero COVID-19″. A pesar de este panorama, me inclino a pensar que lo peor de esta crisis ha pasado y podemos ver una pequeña luz al final del túnel.
Hasta hace pocos días, el índice S&P 500, que engloba las 500 acciones más importantes del mercado estadounidense, mostraba una caída de casi 20% en el año. Analizando las crisis ocurridas en las últimas tres décadas podemos observar que, en su mayoría, produjeron correcciones entre 10% y 20% en el índice, y éste se recuperó de toda esa caída en los siguientes 12 meses. Las únicas crisis que produjeron correcciones mayores estuvieron relacionadas al estallido de grandes burbujas como la tecnológica en el 2000 y la financiera en el 2008, así como una muy particular ocasionada por el COVID-19. La crisis actual tiene la apariencia de pertenecer al primer grupo, ya que no encuentro evidencia de precios irracionales de manera generalizada. Adicionalmente, vemos a consumidores, empresas y banca norteamericanas con niveles bajos de endeudamiento y balances sólidos para enfrentar el contexto.
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También hemos empezado a ver algunas señales de que la inflación global podría ceder en los próximos meses. Más allá de las cuarentenas en China y los efectos inflacionarios debido al conflicto armado en Ucrania, los cuales definitivamente han incrementado las presiones inflacionarias por restricciones de oferta, considero que las cadenas de suministro empezarán a reestablecerse y la oferta de petróleo seguramente aumentará con la reapertura de pozos inactivos ante el incentivo que generan los precios récord del crudo. Éstos y otros ajustes ayudarán a que los precios y las expectativas inflacionarias se estabilicen.
Ante este escenario, algunos activos empiezan a verse baratos y ofrecen una oportunidad de inversión interesante con un horizonte de inversión de mediano plazo. Luego de varios años, podemos ver nuevamente bonos emitidos por gobiernos latinoamericanos ofreciendo rendimientos anuales en dólares por encima del 5%. Si estamos dispuestos a apostar por el sol u otras monedas en la región, podemos ver bonos emitidos por estos mismos gobiernos ofreciendo tasas entre 8% y 12%. Si la inflación efectivamente empieza a ceder, estos bonos van a ofrecer retornos muy interesantes a 3, 5 y 10 años. Un fenómeno similar que podemos encontrar en los mercados de acciones a nivel global, donde la gran mayoría de bolsas se encuentran cotizando a múltiplos por debajo de sus promedios de los 10 últimos años.
Algunas caídas en los mercados, que a priori podrían ser percibidas como negativas, pueden resultar siendo eventos saludables que permiten, justamente, que no se generen grandes burbujas y, a su vez, presentar buenos puntos de entrada para inversionistas de largo plazo.