La historia nos enseña que las grandes transformaciones enfrentadas por el mundo se han visto reflejadas en impactos, mayores o menores, sobre el factor trabajo, así como en las condiciones bajo las cuales este se oferta y demanda. Estas circunstancias, al final, definen las bases de la prosperidad de la sociedad que requiere la presencia de buenas oportunidades de empleo, es decir, el trabajo adecuadamente remunerado bajo protecciones laborales básicas.
Esto último ha sido parte de los acuerdos sociales que fueron consolidándose durante todo el proceso de la segunda Revolución Industrial, y se constituye en pieza de equilibrio no solo económico, sino también en la consecución de resultados sociales, económicos y políticos. Pero todo esto se está trastocando con efectos que pueden ser graves.
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El COVID-19 ha sometido a Latinoamérica a la peor recesión económica jamás registrada, lo que ha agudizado aún más varias de las transformaciones globales que ya venían poniendo en riesgo los mercados laborales. Todo indica que el mundo habrá perdido más de 500 millones de empleos cuando pase la pandemia, y que Latinoamérica no se quedará atrás en esta sangría, pues terminarán sin trabajo más de 30 millones de ciudadanos.
Ante ello, los países se han lanzado a desplegar importantes medidas para ayudar a las familias a sobrellevar el desempleo. Además, en tanto ha sido posible, han implementado programas para mitigar los despidos. No obstante, cuando la ola de contagios del virus se apacigüe, el mundo se tendrá que enfrentar a tres transformaciones estructurales que están en pleno despliegue desde hace tres décadas: la automatización del empleo, la demografía y el cambio climático.
TRANSFORMACIONES
La senda de automatización del empleo en la era digital se ha acelerado bajo la crisis del COVID-19. Esta aceleración va a requerir mayores habilidades cognitivas, digitales y sociales.
Si bien esto ya es un reto para el mundo, se observa una asimetría entre las mejores condiciones de inicio que tienen los trabajadores en los países desarrollados respecto a las carencias de la mayor parte de la población latinoamericana. Los contagios y confinamientos han desencadenado un movimiento masivo hacia el teletrabajo, en un contexto para el que las empresas, los trabajadores y la normativa no estaban preparados.
Lo anterior acelerará un proceso de adaptación que lo sufrirán de forma inmediata y sin posibilidad de adaptación las generaciones de mayor edad. No obstante, los más jóvenes no lo tendrán fácil.
Carl Frey y Michael Osborne (2017), con información para el mercado de Estados Unidos, muestran una interesante relación de la exposición a la automatización de las principales categorías ocupacionales de acuerdo con su participación en el mercado laboral. Labores de apoyo administrativo en oficinas, producción, transporte y logística, preparación de alimentos y trabajos de comercio al menudeo están muy expuestas a la automatización y concentran un alto porcentaje de personas empleadas (figura 1).
En base a un análisis algorítmico, el mismo estudio concluye que cerca del 50% del empleo es susceptible a la automatización. Lo preocupante es que la mayoría de estas ocupaciones son de baja remuneración y no requieren altos niveles de educación.
Eso, sin embargo, podría ser más dramático en países emergentes. Según un estudio del Mckinsey Global Institute (2017), el Perú, por ejemplo, aparece como uno de los países con mayor potencial de automatización (figura 2).
Este riesgo de que los empleos sean desplazados por nueva tecnología va a depender de la viabilidad de esta, el costo de implementar las soluciones, beneficios empresariales y el mercado laboral. Y además importa el tipo de tecnología utilizada, es decir, si esta es sustitutiva o complementaria. Por ejemplo, si se encarece la contratación laboral, se tenderá a implementar desarrollos tecnológicos sustitutivos.
No hay que perder de vista, por tanto, que a lo anterior se suman dos tendencias subyacentes relativamente más lentas, pero implacables. Por un lado, el envejecimiento poblacional, que en Latinoamérica está yendo más rápido.
Por el otro, el hecho de que el mundo se ve más expuesto a los efectos del cambio climático y sus consecuentes fenómenos meteorológicos. Estos traen catástrofes naturales que perturban las actividades económicas, provocando pérdidas de empleo y productividad en sectores como la agricultura, el turismo o el transporte.
La solución a estos problemas no pasa solo por el desarrollo de políticas sociales, sino fundamentalmente por el impulso a la productividad. Cuando pase la pandemia, el Perú va a tener todo cuesta arriba para intentar generar empleo.
Esto será difícil de lograr sin un trabajo hacia una mayor productividad que enfrente el difícil tema de los sobrecostos laborales. Si continuamos sin reacción como hasta ahora, al país le espera una informalidad laboral aun más dramática que la que tenemos.
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