En marzo de 2020, se realizaron diversas actividades por el Día Internacional de la Mujer, cuya fecha central es el ocho de ese mes. Una de ellas fue la inauguración del primer semáforo con igualdad de género en el país. La Autoridad de Transporte Urbano (ATU) y la Municipalidad de Miraflores eligieron para ello el semáforo ubicado en la cuadra cuatro de la av. Larco. Desde entonces, la figura de una mujer es la que aparece al momento de otorgar el paso a los peatones.
Aunque para muchas personas el hecho puede parecer anecdótico, se trata de una medida para crear ciudades más inclusivas y con enfoque de género, y que se viene aplicando desde hace más de 15 años en diversas urbes del mundo. La presidenta de la ATU, María Jara, fue clara sobre lo que esto significaba para la ciudad: “Se trata del primer semáforo que usa la imagen de una mujer, y eso es importante y simbólico, ya que somos más de la mitad de la población, pero la señalética no nos incluye”. A pesar de esta declaración, la experiencia no se ha replicado masivamente en otros lugares.
Urbanismo y feminismo
“Cuando hablamos de ciudades, hablamos de oportunidades. Sin embargo, las estadísticas nos dicen que las ciudades todavía no son espacios seguros para las mujeres (...). Hasta ahora, han sido diseñadas obviando en gran parte la perspectiva de género. En todo el mundo, las mujeres enfrentan acoso sexual y violencia en los espacios públicos. Estos se producen en numerosos escenarios, que van desde buses, taxis, calles y parques hasta mercados”, escribió María del Carmen Sacasa, representante del PNUD en el Perú, a propósito del Día de la Mujer 2020.
El diseño de las ciudades con perspectiva de género incluye el tema del uso de señalética inclusiva, por supuesto, pero también va más allá. En febrero del año pasado, el Banco Mundial presentó el Manual para la planificación y el diseño urbanos con perspectiva de género, en el que explica que las ciudades funcionan mejor para los hombres cisgénero, heterosexuales y sanos que, para las mujeres, las niñas, las minorías sexuales y de género, y las personas con discapacidades.
“Los aspectos clave del entorno urbano construido, relacionados al acceso, la movilidad, la seguridad y la ausencia de violencia, la salud y la higiene, no se diseñan pensando en las mujeres, las niñas y las minorías sexuales y de género de todas las edades y capacidades, reforzando así las desigualdades existentes. Frente a desafíos que van desde los servicios de transporte que priorizan los desplazamientos al trabajo sobre el cuidado, hasta la falta de iluminación y baños en los espacios públicos, muchas personas se sienten incómodas e inseguras en el entorno urbano”, señala el estudio.
En su libro Ciudad feminista, la investigadora canadiense Leslie Kern explica que tomar las experiencias masculinas como la “norma” invisibiliza la manera en que la ciudad puede obstruir los caminos de las mujeres e ignorar su experiencia cotidiana de la vida urbana. Y añade que pensar en ciudades con enfoque de género implica plantear preguntas de mujeres. Y estas no tienen que ver con la biología, sino con la experiencia. Y justamente la autora parte de la suya propia para escribir lo siguiente: Como mujer, mis propias experiencias urbanas cotidianas están profundamente marcadas por el género. Mi identidad de género determina cómo me muevo por la ciudad, cómo vivo mis días, qué opciones tengo disponibles [...] y es lo que me lleva a preguntar cosas como: ¿por qué el cochecito no entra en el tranvía? ¿Por qué tengo que caminar un kilómetro de más para llegar a casa solo porque el atajo es demasiado peligroso? ¿Quién recogería a mi hija de la guardería si a mí me arrestan en la manifestación contra el G20? Estas no son meras preguntas personales. Son preguntas que apuntan al meollo mismo de cómo y por qué las ciudades mantienen a las mujeres “en su lugar”.
Para revertir esta situación, el documento del Banco Mundial propone que la planificación y diseño urbanos sean participativos e integrados, que incluyan las voces y necesidades de las mujeres, las niñas, y las minorías sexuales y de género, y que apuesten por construir relaciones entre la ciudadanía y la ciudad. En ese sentido, ¿cómo llega Lima a su aniversario 486? Según la data recogida en 2019 por el Observatorio Lima Cómo Vamos, la mayoría de limeños y limeñas vive en esta ciudad entre la insatisfacción (21,7 %) y la indiferencia (40,8 %). Por otro lado, la sensación de inseguridad es mayor en las mujeres (67,6 %) que en los hombres (58,4 %).
No sorprende esta situación si tenemos en cuenta, como explica Leslie Kern, que una ciudad —sus peligros, sus emociones, su cultura, sus atractivos, y mucho más— reside en la imaginación tanto como en su aspecto material. “La ciudad imaginada se moldea a través de la experiencia, los medios, el arte, los rumores, y a través de nuestros propios deseos y miedos”, escribe.
Además, un estudio realizados por la Fundación Thomson Reuters coloca a Lima dentro de la lista de las ciudades más peligrosas del mundo para las mujeres el año 2017, en el puesto número cinco, tras El Cairo (Egipto), Karachi (Pakistán), Kinshasa (República Democrática del Congo) y Delhi (India). ¿Los motivos? Entre varios, el estudio menciona que las oportunidades económicas y el acceso a servicios financieros son reducidos, y los feminicidios son constantes. Sí, cosas de nuestro día a día.
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