La representación del viaje con sus múltiples e infinitas connotaciones, se remonta a los pilares de la cultura y recorre siglos hasta llegar a nuestros días con una tremenda vigencia. Tal vez sea La Odisea de Homero uno de los primeros textos que se estructura a partir de un viaje: el retorno de Ulises a Ítaca, con la singularidad en este caso que el discurso se emite desde la perspectiva de quien ha llegado a su destino final y recuerda todas las peripecias del trayecto. La Divina Comedia de Dante Alighieri (1265-1321) es también un viaje en el cual el sujeto poético recorre el infierno, el purgatorio y el cielo bajo la sabia guía de Virgilio. En Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) el viaje se transforma en un abanico de aventuras, historias y significados. Resulta sugerente que sea el viaje el elemento que, de distinto modo, estructura el relato de textos, entre otros, que pertenecen al canon de la cultura occidental. En la literatura latinoamericana buena parte de la novela regional posee como punto de partida de la acción dramática el traslado y la llegada de un personaje citadino a un territorio no urbano (la sabana, la selva, el mundo andino) y, por su parte, Julio Cortázar (1914-1984) plantea en Rayuela (1963) la dicotomía entre aquellos sujetos cuya condición existencial es trasladarse a otros lugares como el progatonista de su novela, Horacio Oliveira, y los que optan por permanecer por siempre en un solo territorio, como Traveler.
En la literatura norteamericana el viaje no es ajeno. Muy por el contrario, existe un sólido corpus que ha explorado y le ha otorgando distintos siginficados. Probablemente, una de las primeras novelas en la que se utiliza esta representación es Moby-Dick (1851) de Herman Melville (1819-1891). A ella le siguen los textos de Mark Twain (1835-1910) como The adventures of Tom Sawyer (1876) y The adventures of Huckleberry Finn (1884). En el siglo XX William Faulkner (1897-1962) publica As I Lay Dying (1930), titulada en español como Mientras agonizo, un viaje tremendamente singular; John Steinbeck escribe The Grapes of Wrath (1939) que refleja el mundo del periodo de la Gran Depresión; y Vladimir Nabokov (1899-1977), años después, publica Lolita (1955), por citar algunos pocos títulos. A no dudarlo, On the road (1957) de Jack Kerouc (1922-1969), es una de las novelas norteamericanas sobre el viaje más emblemáticas en el siglo XX.
En el cine norteamericano también se representa el viaje y es considerado por como un género: el llamado road movie. Se origina en la etapa inicial de Hollywood alcanzando mayor vigor en la década de los cincuenta con films como The Wild One (El salvaje, 1953) protagonizado por Marlon Brandon y Rebelde sin causa (1995) que inmortalizó James Dean. Uno de los films más emblemáticos de road movie es Easy Rider (1969), dirigida por Dennis Hooper y protagonizada por Peter Fonda quien es acompañado en el elenco por el mismo Hooper y Jack Nickolson. Easy Rider, por un lado, expresa una época tan convulsa como vital en Estados Unidos como son los sesenta en la que el movimiento contracultural hippie posee un rol clave y, por otro lado, trasciende su contexto reflejando las diferencias ideológicas que conducen a la intolerancia y la violencia, tópico totalmente vigente hoy en día. Luego de Easy Rider se produce un conjunto de films que enriquecen el género como Thelma & Louis (1991) que puede interpretarse como la búsqueda de la libertad femenina, Get on the Bus (1996) de Spike Lee que expresa la diversidad de perspectivas y clase dentro de la cultura afro-america, y de The Green Book (2018) que representa la posibilidad de una relación de amistad interracial entre dos hombres con opciones sexuales diferentes, por citar ciertos títulos.
Nomadland se instala con firmeza y singularidad en esta vigorosa y larga tradición. Dirigida por la cineasta china Chloé Zhao y protagonizada magistralmente por Francis McDormand, Nomadland ha obtenido el Golden Globe a la mejor dirección y seis nominaciones a los Oscares, incluyendo mejor película, dirección, actriz principal y adaptación del libro de Jessica Bruder. Nomadland es un viaje hacia el infinito en el que se enfatiza la continuidad de viajar, y como tal expresa diversas posibilidades interpretativas. La primera es el haber sido previamente expulsado del mundo moderno que, en principio, puede ser equivalente a carecer del lugar de estabilidad y normalidad simbolizado en la pérdida de la casa. Es una situación similar a la expulsión de un paraíso dentro de las reglas de la sociedades modernas, con todo el peso de las sanciones morales que puede acarrear. Es también convertirse en una población calificada de residual, sin ninguna función (o minima como trabajar empacando cajas para Amazon) para el grupo dominante, y con una vida llena de carencias e incovenientes desde dormir y realizar necesidades fisiológicas básicas en una camioneta a pasar noches de frío extremo en un estacionamiento. En esta primera línea de lectura, Nomadland plantea una denuncia a una de las sociedades supuestamente de mayor riqueza material –y tal vez solo interesada en en esto- que desampara y olvida a un segmento de su población, con lo cual, en última instancia, se expresa la inhumanidad, disfuncionalidad y decadencia de un sistema social.
De manera paralela a esta interpretación, Nomadland puede comprenderse como una voluntaria negación al mundo moderno y a esa supuesta estabilidad. Este rechazo se manifiesta en la organización de ese conjunto de personas supuestamente expulsadas del paraíso. Un mundo que resulta marginal y a su vez, alternativo. Ellos preparan ollas comunitarias, comparten fogatas, comparten historias, construyen un ambiente de solidaridad y compañerismo, y una cultura de entrega generosa: se comparte un café, se obsequia un encendedor. Se enfatiza también la voluntaria negación al mundo moderno cuando a Fern, la protagonista, le proponen permanecer permanentemente en ciertas casas. Se lo propone su hermana; se lo propone Dave, un amigo que se ha reunido con su familia. Su respuesta es negativa. Su respuesta es continuar en ese viaje hacia el infinito rechazando las comodidades de una casa, la estabilidad, la normalidad, rechazando a la sociedad moderna.
Por momentos en Nomadland se enfatiza la representación del paisaje (el bosque, el desierto, el mar, las montañas rocosas) sin ser un componente decorativo ni cumplir la función de marco espacial en que se desarrollan las acciones, sino construyendo una imagen de comunión entre el ser humano y la naturaleza. Por ejemplo, en una escena Fern flota apaciblemente en un pequeño río representando la integración total entre el personaje y el agua lo cual le genera paz y armonía. Posteriomente, ella abraza a un gigantesco árbol en medio de un bosque y de ese modo, se vuelve expresar la fusión entre el ser humano y el mundo natural. Inmediatamente, se realiza una toma en contrapicado de estos árboles cuyas copas parecen estar tocando el cielo. Se trata, en esta otra línea interpretativa, de una propuesta en la que la comunión con la naturaleza permite que el personaje acceda a un mundo más elevado, y a su vez, esa plenitud le ofrece la capacidad de reforzar su pacífico rechazo el mundo moderno.
En sus películas anteriores, Songs My Brothers Taught Me (2015) y The Rider (2017), Zhao utiliza un elenco que no es profesional y en ciertas ocasiones algunos de estos actores se intrepretan a sí mismos. Este procedimiento también lo aplica en Nomadland en la plasmación de los personajes secundarios como Linda May, Dave, Swankie, entre otros. En parte debido a esta característica el diálogo en determinadas escenas no se construye como un contrapunteo entre personajes a partir del cual suele surgir el conflicto, sino como voces que cuentan, que narran sus historias, lo cual, a veces, genera la ilusión que lo dicho está dirigido directamente a la audiencia y no a otro personaje. Este tipo diálogo se acerca, en cierto modo y en ciertos pasajes, al testimonio que se presenta en el género documental. Nomadland puede entonces también interpretarse como una recopilación y colección de voces rechazadas por la modernidad, voces solitarias que por momentos comparten una plena solidaridad en un viaje concebido como eterno, en el que los personajes siempre vuelven a reencontrarse. No vano, uno de ellos le dice con certeza total a otro recientemente fallecido: “See you down the road” [Nos vemos en el camino].
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