Cuando el escritor francés Jean Cocteau ( 1889-1963 ) dijo que la juventud era una enfermedad transitoria, que dura poco y se cura rápido, no lo dijo como un halago. ¿En qué momento el mundo empezó a girar en torno a las “bondades” de ser joven?
El periodista argentino Sebastián Campanario recoge en su libro Revolución senior la posible respuesta. Citando al crítico cultural Daniel Molina, el libro postula la idea de que el culto a la juventud es más o menos reciente, y tiene como punto de partida la época de The Beatles, la música pop, los movimientos civiles. El protagonismo que adquirieron entonces los jóvenes, y el significado que tuvieron sus luchas dotaron a la idea de juventud de una fuerza especial, convirtiéndola en el nuevo objeto de deseo de la vida moderna.
El lugar inevitable
Los avances tecnológicos y científicos han logrado que, actualmente, se viva más tiempo en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), por primera vez en la historia, la mayor parte de la población tiene una esperanza de vida igual o superior a los 60 años. Para 2050, se espera que la población mundial en esa franja de edad llegue a los 2000 millones, un aumento de 900 millones con respecto a 2015.
Según la Ley N.° 30490, promulgada en 2016, y siguiendo parámetros internacionales, se considera adulto mayor en el Perú a toda persona de 60 años o más. Al respecto, un reporte del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) de agosto de 2020 da cuenta de que, en nuestro país, hay 4 millones 140 mil adultos mayores, y que esta cifra representa el 12,7 % de la población total.
Pero ¿en qué condiciones viven? Un informe elaborado por la Defensoría del Pueblo en 2019 dio a conocer que el 63,43 % de los adultos mayores no tienen acceso a una pensión de jubilación que les permita afrontar dignamente su subsistencia. Ello, según la Defensoría, evidencia la incapacidad del Estado para garantizar este derecho fundamental. A ello se suma que el 17,58 % no goce de un seguro de salud, que el 75,96 % presente una enfermedad crónica, que el 47,91 % no cuente con una vivienda segura, que el 43,73 % no haya culminado la educación primaria y que el 20,62 % de ellos sean analfabetos.
Cada uno de estos números contiene particulares historias de vida que no conocemos con detalle. Nos hacemos una idea de ellas por diversas expresiones sociales y culturales, como la publicidad o las representaciones en la literatura, el cine o la música. Pero, dicho con toda franqueza, la mayoría de estas representaciones recurren a una idea conocida como viejismo (o ageism, en inglés). Esta expresión fue acuñada por el gerontólogo Robert Butler en 1968 y se refiere a la discriminación —basada en prejuicios— que sufren ciertas personas por el hecho de acumular años.
En la era de las cremas antiaging, el bótox y demás artilugios que prometen detener el tiempo, la representación social de los adultos mayores se relaciona con palabras como viejo, enfermo, débil. Sin embargo ¿sería capaz de adjudicar estos adjetivos a Mick Jagger; Helen Mirren; Isabelle Huppert; o al mismísimo Clint Eastwood, quien está a punto de estrenar una nueva película a sus 91 años?
Un senior en el trabajo
Aunque la mayoría de productos culturales sostienen el discurso de alabanza a la juventud, a veces encontramos sorpresas. Una de ellas es la película Pasante de moda ( 2015 ), dirigida por Nancy Meyers, y protagonizada por Robert De Niro y Anne Hathaway.
En ella, De Niro encarna a un septuagenario viudo que, aburrido de su jubilación, responde a un anuncio que solicita pasantes senior para que trabajen en una nueva y prometedora startup fundada por el personaje de Hathaway. De forma divertida e inteligente, la película va destruyendo poco a poco los recelos producto del viejismo a los que el personaje de De Niro se enfrenta. De hecho, la filmografía de Meyers es bastante buena, y gira alrededor de la adultez y la lucha contra los prejuicios vinculados a esta.
Pero, regresando a Pasante de moda, lo interesante es que se presenta una versión bastante creíble de lo que significa tener 70 años para un hombre de clase media: hay cosas que no funcionan igual en su organismo —toma pastillas para la presión alta, por ejemplo— y hay novedades a las que el adulto mayor podrá adaptarse con un poco de guía, como al uso de Facebook, por mencionar una.
En el libro Revolución senior, se señala que, mientras que la vejez se asocia a valores negativos como la enfermedad o la dependencia, más de un 70 % de los mayores de 60 se valen por sí mismos. “Se los considera ‘en retirada’ cuando la mitad de los adultos mayores remarca que quiere aportar, participar, y mencionan las pocas oportunidades que se les brindan en este sentido. La falta de canales para ser escuchados es una de las deficiencias edadistas más graves en la sociedad y en las empresas”, añade.
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Representaciones de la vejez
En el artículo “Representaciones sociales de la vejez”, las investigadoras Cristina Ester Marzioni y Lucía Viviana Billoud sostienen: “La imagen de los adultos mayores está asociada a la pérdida de independencia con el consiguiente deterioro físico y mental, así como con la pérdida de relaciones sociales, de roles sociales, condición socioeconómica, factor ambiental, niveles de carencias, necesidades básicas insatisfechas, contaminación, ausencia del proyecto familiar y falta de integración comunitaria”.
Sebastián Campanario cita en su libro a Ashton Applewhite, estudiosa y activista contra la discriminación etaria, quien afirma: “Todos envejecemos en forma distinta, tanto física como socialmente. La edad es un continuo, un espectro, pero tendemos a tratarlo como algo binario: joven o viejo, con todos los valores negativos asociados a lo segundo”.
En una época en la que se lucha por desbaratar todos los prejuicios, la discriminación por edad permanece inalterable, como una de las últimas estigmatizaciones socialmente aceptables. Para las mujeres, la carga de prejuicio es doble: mientras que hay modelos de belleza masculina vinculados a la madurez como elemento de seducción, las mujeres de más de 50, desaparecen.
El avance de la edad es algo de lo que la mayoría de nosotros no va a poder huir. No existe Dorian Gray más allá de la genialidad de Oscar Wilde, e ignorar a los adultos mayores en lugar de mirarlos de frente es, de alguna forma, huir de nuestro futuro.
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