Luis Urteaga Cabrera ha dejado de existir en este mundo, pero para la literatura peruana ha dejado un legado (más intenso que extenso) que seguirá viviendo. Por un lado, la novela más descarnada y violenta que se haya escrito en este país y, por el otro, las recopilaciones y recreaciones de relatos orales amazónicos de mayor trascendencia y trabajo con el lenguaje. Urteaga Cabrera fue un escritor discreto, alejado de las vanidades y poco dado a las apariciones públicas, aunque en los últimos años había recibido homenajes y reconocimientos que nunca fueron buscados: la reedición de Los hijos del orden el 2014, el homenaje del Coloquio Internacional de Literaturas Amazónicas el 2015 y el Premio Casa de la Literatura Peruana 2017.
Urteaga era un narrador que quería, sobre todo, “escribir la vida” y esa vocación es ahora rara en un mundo donde la literatura se asume como una “carrera” más que como una vocación o un compromiso. De origen Cajamarquino, Luis Urteaga viene a Lima para estudiar Medicina y es en esos años de estudiante que encuentra un aviso donde se pedían voluntarios para “una investigación con menores antisociales”. Esto lo llevaría a la correccional de Maranga donde se ganaría la confianza de los internos que le relatarían sus terribles historias personales. Maranguita era, y sigue siendo, un microcosmos de la sociedad peruana y Urteaga registró una multiplicidad de voces adolescentes andinas, criollas, marginales y de clase media que se entremezclaban en un fárrago que el escritor convertiría en una serie de crónicas que ofrecería a varios diarios.
Las crónicas serían rechazadas y Urteaga decidió hilvanarlas y darles una forma novelada, el texto final fue enviado, el año de 1969, al concurso internacional de novela que convocaba Primera Plana con la editorial Sudamericana en Argentina. Un jurado conformado por Severo Sarduy y Juan Carlos Onetti le dio el premio entre más de 300 manuscritos hispanoamericanos, pero la dictadura de Onganía cerró entonces los medios de comunicación opositores, destruyendo sus archivos (entre los cuales se encontraba la novela de Urteaga), lo cual impidió la publicación y postergó, durante varios años, el pago del dinero.
Una novela maldita
“Los hijos del orden” se convirtió entonces en una “novela maldita” y con los originales perdidos no le quedó otra cosa a Urteaga que reescribirla en su totalidad. En 1972, se organizó un concurso de novela auspiciado por la Goodyear y el exigente jurado (conformado por Abelardo Oquendo, José Miguel Oviedo y Alberto Escobar) nuevamente la premió.
¿En dónde radica la originalidad de "Los hijos del orden? El investigador Ricardo Vírhuez nos comenta: “No hay en la literatura peruana un narrador que haya penetrado tan disímiles formas de personajes, no hay algo parecido en toda nuestra literatura e incluso podría afirmar que en la latinoamericana”.
La editorial Mosca Azul editó entonces esta novela proscrita, pero cuando el escritor buscó a sus protagonistas estos o se encontraban muertos o encerrados en prisiones para adultos cumpliendo nuevas condenas. Ninguno de ellos leería nunca su novela y esto causó una decepción en Urteaga que ocasionaría un silencio literario de casi 20 años. Urteaga era un escritor comprometido, más en el sentido más vital que político del término, y que la literatura no pudiera cambiar la vida o afectar su curso le cuestionó muchas cosas en las que creía.
Oralidades amazónicas
Pero Urteaga no se abandonó al desencanto. Por el contrario, encontró en la práctica de la pedagogía popular una posibilidad de militancia y de transformación más pequeña y humilde pero no por eso medio poderosa. Durante 10 años se fue a trabajar en un proyecto de educación intercultural con el pueblo shipibo conibo. Las oralidades y los relatos fantásticos de sus pobladores comenzaron a fascinarlo y nuevamente su vocación de escritor cronista, de escritor de la vida, despertó.
Fue entonces que Urteaga incursionó en el mundo de la etnoliteratura recopilando y recreando narraciones de ese pueblo amazónico. Escribió dos fabulosos libros “El Universo Sagrado” (que eran más narraciones de carácter mítico) y “El Arco y la Flecha” (que eran relatos más relacionados con la vida cotidiana). Vale decir que también Urteaga escribió libros infantiles siendo el único peruano que ha ganado, con uno de ellos, el premio IBBY (una especie de Nobel de la literatura infantil)
En los últimos años, Urteaga se encontraba apartado de cualquier cenáculo literario pero su obra crecía en importancia y lectores (muchas veces secretos pero fervorosos), es así que los homenajes que comenzó a recibir los recibió con la humildad que lo caracterizaba. Urteaga quedará como el gran cronista de los más desamparados de nuestro país: los niños y los indígenas amazónicos. Su obra seguirá creciendo como el testimonio de esa patria aún invisible, pero que algún día será la más importante de todas.