Todavía estamos conmemorando el Bicentenario de la Independencia cuyas fechas más señaladas son el 28 de julio de 2021 y el futuro 9 de diciembre de 2024. Por eso nos parece de toda justicia recordar y homenajear a un personaje señero de esta etapa de nuestra historia: Fernando López Aldana. La independencia de América del Sur no solo tuvo como grandes protagonistas a los hombres de armas que con gallardía, sacrificio y tesón se batieron en llanos y punas, alternando los éxitos con los infortunios, hasta el epílogo decisivo y glorioso de la Pampa de la Quinua, sino también a otros personajes, no menos importantes, cuyos aportes a la causa libertaria fueron valiosísimos y, en muchos casos, fundamentales.
A esta clase de hombres, ajenos al fragor de las batallas, aunque en defensa de sus ideales afrontaron innumerables vicisitudes que pusieron en riesgo sus vidas, pertenece Fernando López Aldana, “antiguo y distinguido patriota, uno de los más ardientes promovedores (sic) de la independencia”, como le llamó El Comercio al dar la noticia de su fallecimiento ocurrido el 2 de junio de 1841.
Nacido en Bogotá el 30 de mayo de 1784, López Aldana fue hijo de Sebastián López Ruiz, médico panameño vinculado estrechamente al Perú, y de doña María Aldana. Cuentan sus biógrafos que el futuro prócer de la independencia recibió esmerada educación escolar en Madrid, a donde viajó con sus padres, y luego continuó estudiando Leyes en Bogotá, Quito y Lima. Aquí ejerció como abogado con singular éxito. Ya por entonces era un convencido y ardiente liberal dedicándose junto a Guillermo del Río a redactar y distribuir panfletos que las autoridades realistas perseguían sañudamente por contener ideas “insurgentes”.
Por una gran patria
Fernando López Aldana percibió en forma temprana y prístina la necesidad de luchar por una gran patria americana libre y fraterna; fue, pues, un verdadero adelantado del integracionismo continental. “Todos cuantos habitamos el Nuevo Mundo —escribió— somos hermanos: todos de una sola familia, todos tenemos unos mismos intereses: amémonos todos con una estimación infinita, racional y benéfica: unámonos con lazos indisolubles y entonces seremos invencibles, fuertes, felices, industriosos y dignos en fin de componer una nación”.
López Aldana redactaba un periódico manuscrito -las imprentas estaban férreamente censuradas- al que tituló “Diario Secreto de Lima”. Posteriormente se puso en contacto con los ejércitos patriotas de Buenos Aires que operaban en el Alto Perú. También colaboró con artículos de carácter doctrinario en “El Peruano”, que dirigía el español Gaspar Rico y Angulo, que finalmente sería clausurado por el virrey Abascal. Rico y Angulo fue enviado a España “bajo partida de registro”.
En 1812 López Aldana organizó la “Sociedad Filantrópica” cuyo vocero fue “El Satélite del Peruano”, del cual solo pudo editar tres números ya que el vigilante y tenaz Abascal ordenó su clausura. Sin amilanarse, López Aldana prosiguió en sus afanes de conspirador prestando ayuda al coronel Domingo Torres, emisario de José de San Martín, y a los patriotas José Fernández de Paredes y Remigio Silva. El Libertador quien conocía los méritos y el talento del joven abogado lo nombró su agente secreto en Lima, mientras se ultimaban en Valparaíso los aprestos de la expedición que junto a su ejército lo traería al Perú. López Aldana proporcionó informes sobre los recursos económicos y militares con que contaban los realistas, sus planes de operaciones, etc. Pero su tarea más importante fue sondear la opinión pública tratando de ganar adeptos a la causa de la emancipación.
Vocal decano
Todos los objetivos propuestos se alcanzaron pese a las dificultades. Consiguió, además, reunir 14 mil pesos para la causa patriota y, poniendo en juego su notable capacidad persuasiva, logró que el batallón realista “Numancia”, formado por colombianos, desertara incorporándose íntegramente a las filas libertarias. Al llegar la Expedición Libertadora a nuestras costas, López Aldana salió de Lima en busca del general San Martín, al que pudo ubicar en Sayán, pasando a formar parte de su secretaría entre enero y marzo de 1821. Cuando el Libertador dispuso que se instalara en Trujillo una Corte de Apelaciones, López Aldana fue nombrado vocal decano de ella, en reconocimiento a sus méritos de patriota y a su probidad. Antes de asumir el importante cargo, López Aldana, negociador diplomático sagaz, participó en la Conferencia de Punchauca donde San Martín y el virrey La Serna intentaron un acuerdo que fracasó de inmediato que pudo haber proclamado la independencia del Perú con un gobierno monárquico.
Entre 1821 y 1824 López Aldana ejerció la magistratura. En febrero de este último año, encontrándose en el Callao por razones de salud, fue tomado prisionero por la facción que seguía al traidor Dámaso Moyano y terminó recluido en la prisión de la isla Esteves, en el Lago Titicaca. El triunfo definitivo de Ayacucho permitió su libertad y regresó a Lima donde Simón Bolívar lo nombró vocal de la Corte Suprema. En ese cargo permaneció hasta 1831.
En los últimos años de su vida, Fernando López Aldana, “benemérito a la patria en grado heroico y eminente”, soportó con altivez atropellos e injusticias que jamás mellaron su espíritu. Leal a sus amigos e ideales, sirvió siempre a la justicia y a la libertad sin medir riesgos ni esperar prebendas. Los fundadores de El Comercio, Manuel Amunátegui y Alejandro Villota, fueron muy amigos de López Aldana, a quien consideraron un hombre cuya vida “ofrece ejemplos de acrisolado patriotismo, de un valor cívico a toda prueba, de una constancia y desinterés poco común, de integridad y de honradez”.
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