Por Juan Luis Nugent
HASTA AQUÍ NOMÁS
La lacerante perspicacia del profesor Vaclav Smil y su propuesta para la sostenibilidad de nuestro futuro: reducir nuestras expectativas de consumo y crecimiento a nivel global.
En medio de la aparentemente fútil discusión entre quienes defienden su derecho a usar cañitas de plástico y quienes urgen a otros a usar la versión reutilizable, se impone un cuestionamiento más urgente: ¿realmente necesitamos una cañita a estas alturas del partido? Lo mismo puede aplicarse al uso de camionetas SUV, al consumo de carne y a viajar por todo el mundo: ¿necesitamos tanto de todo a estas alturas?
En una carrera que se extiende por más de cuatro décadas, 40 libros y centenas de artículos académicos, el científico Vaclav Smil se ha dedicado a estudiar la relación con nuestro planeta y sus recursos en la historia de la humanidad. Y en su más reciente libro, Growth: from microorganisms to megacities (Crecimiento: de microorganismos a megaciudades), a través de cientos de páginas cargadas de datos duros y estadística incómoda, sostiene una tesis sencilla y de conocimiento público: que el desarrollo de nuestra especie y su crecimiento (desde nuestra expectativa de vida hasta todo el territorio que hemos poblado en el globo) ha sido a costa de los recursos finitos de este planeta y que nos acercamos a un punto de no retorno para esa dinámica.
En entrevistas para The Guardian y New York Magazine, a propósito de su más reciente publicación, Smil ha señalado que la fe ciega en el desarrollo de nuevas tecnologías (como la inteligencia artificial) y en el crecimiento ad infinitum del PBI no solo son apuestas matemáticamente insostenibles, sino engaños patentes. Ni economistas, políticos o visionarios de Silicon Valley pueden seguir promoviendo una idea de futuro que no acepte una realidad: debemos consumir menos en el futuro porque hemos consumido de más en el pasado.
Preguntado sobre si tiene algún tipo de esperanza para la humanidad, Smil señala que le entusiasma constatar que nos estamos muriendo: en cada vez más países muere más gente de la que puede ser reemplazada con la que nace. “En algunos años no consumiremos de esta manera porque no habrá nadie para consumir. Eso me da esperanza”.
TU CUCHILLO NO CORTA
En nombre de la ciencia, un antropólogo decidió corroborar si es posible hacer un cuchillo con heces.
En tiempos en los que abundan las fake news, cualquier iniciativa por desmitificarlas será bienvenida. Metin Eren, antropólogo en la Universidad de Kent, en Ohio, se propuso poner a prueba un mito muy difundido desde que él era un niño. ¿Es posible hacer un cuchillo con materia fecal? Como señala un artículo en Ars Technica, la leyenda surge con la historia del antropólogo Wade Davis publicada hace más de 50 años en la que cuenta que un inuit defecó en la nieve, hizo un cuchillo con sus deposiciones y logró despedazar un perro. Eren, con una colega, decidió utilizar el laboratorio arqueológico en el que trabaja y sus propias heces para corroborar este mito. Una vez congelada, la materia fecal endureció considerablemente, pero no fue capaz de cortar carne ni ningún cuerpo sólido sin antes derretirse. Se desconoce cuántas personas ahora se la pensarán dos veces antes de hacer un cuchillo así, pero de seguro habrá quien valore esta información a futuro.
GRANJA DE FOLÍCULOS
Impresoras 3D podrían revolucionar los tratamientos para la pérdida del cabello.
En la actualidad, quienes se someten a algún procedimiento o tratamiento para repoblar de cabello aquellas partes de la cabeza en las que ya no crece, por lo general necesitan trasplantar pelo que todavía crece en alguna otra parte de la cabeza, como la nuca. Pero un nuevo tratamiento experimental desarrollado en la Universidad de Columbia podría cambiar esto según reporta el portal The Daily Beast.
La apuesta del equipo liderado por la doctora Angela Christiano es cultivar folículos de manera artificial. Para hacerlo, se utiliza una impresora 3D para crear los pequeñísimos moldes en los que se cultivan los nuevos folículos a partir de células de piel del paciente. De esta manera, bastaría tan solo una pequeña muestra de cabello para cultivar folículos que posteriormente serían implantados en la cabeza del paciente. De pelos.