La exposición antológica de Anselmo Carrera, curada por Jorge Villacorta, plantea un panorama de una de las figuras clave del arte peruano de la década del ochenta y uno de los creadores más interesantes surgidos de la Escuela de Bellas Artes en la segunda mitad del siglo XX.
El conjunto de obras reunidas presenta a un artista que aborda el cuerpo como una preocupación fundamental en la que convergen tres asuntos: por un lado, una relación compleja con el mundo interior, sugerida por la carga existencialista de su insistente tratamiento expresionista de las figuras. Por otro lado, un acercamiento exploratorio al mundo físico, manifiesto en la alusión gráfica a la carne viva, la subyacente carga sexual de sus personajes y un tratamiento de la pintura como materia a modelarse. Y, finalmente, una creciente ansiedad con el mundo exterior y el entorno —una respuesta al contexto de violencia del Perú de los años ochenta—, que es incorporado mediante la figura del cadáver expuesto, tomada de la prensa.
Si los cuerpos de Carrera son silenciosos es porque la procesión va por dentro: la intensidad de figuras es desbordante, así como su aparente sufrimiento, indignación, rabia y violencia son contenidos. En tal medida, esa dimensión expresionista de la obra se engrana con precisión al contexto de su tiempo.
Sin embargo, hay más que violencia en la obra del artista. Un aspecto especialmente interesante es la tensión sostenida entre las alusiones al dolor (físico y emocional) y la sensualidad, que se reflejan en el trabajo pictórico: los contrastes de color, a la vez vibrantes y contenidos; la carga de la textura del pigmento; el ímpetu de su pincelada; la agitación de su línea y de sus marcas sobre el lienzo. Todo ello sugiere un substrato de potencia —y casi se dirá esperanza—, bajo la superficie de crispación de las imágenes, como si se anunciase un latente renacer.
Aunque es difícil seguir un recorrido cronológico en la producción de Carrera (muchas de las piezas expuestas no están fechadas), pueden rastrearse ciertos cambios. Las más tempranas, de los setenta y ochenta, emplean mayormente tonos grises y sepias, y los cuerpos tienen conexiones con el estudio anatómico. El color aparece con fuerza hacia 1982, y se introducen elementos de collage. En esa transición los cuerpos sugieren estados más críticos (sin piel, esqueléticos, cercanos a la muerte), aunque el uso del color y los contrastes lumínicos les impriman vitalidad.
Son de enorme interés sus notables trabajos con fotoserigrafía de fines de los ochenta, que combinan imágenes fotográficas de prensa y publicidad (figuras femeninas, cadáveres), textos, elementos abstractos, collage y figuración expresionista. Articula, así, lo erótico y lo tanático con gran potencia.
Una estrategia presente en algunas de estas obras supone el remarcar y anular la imagen fotográfica. Carrera crea recuadros con brochazos gestuales que resaltan algunas imágenes, pero también tacha otras. Más que un mero despliegue gestual por parte del artista, ello sugiere una relación conflictiva con la imagen.
Lo que la exposición nos muestra, por tanto, es a un artista que enfrenta un mundo formado por imágenes “flotantes” (las de los medios de comunicación) y una realidad capaz de liquidarnos, y tornarnos en una más de tantas imágenes.
Dicho en breve, el proyecto de Carrera fue negociar con el impacto de la imagen sobre el cuerpo mismo. De ahí la colección simultánea de distintas formas de representación y de alusión al cuerpo: fotográficas (la imagen mecanizada del cuerpo de la cámara y la imprenta), pictóricas (la concepción visual del cuerpo vía una síntesis iconográfica); el cuerpo hecho cosa encarnado por el cadáver, el cuerpo hecho objeto producido por la publicidad, y también el cuerpo del propio artista, tácitamente presente en la amplitud de sus gestos y en el detalle de sus marcas en el acto de retratar los cuerpos.
Esta exposición antológica permite ese necesario redescubrimiento de la obra de Anselmo Carrera precisamente en el momento en que se busca entender las raíces de nuestra contemporaneidad (la transición del arte moderno al contemporáneo). En esa historia, Anselmo Carrera emerge como una figura clave que, habiendo estado siempre ahí, en un absurdo descuido fue pasado por alto.
Centro Cultural de Bellas artesJr. Huallaga 402, Cercado de Lima. Hasta el 20 de mayo.Más información: https://goo.gl/cqq8rL