Desde su mismo enigmático título, Ombes deirt vaar, la exposición de Fernando Prieto se anuncia demandante. El artista nos presenta un reto: enfrentarnos a algo cuyo significado es un misterio y lidiar con esa incertidumbre.
Una mirada general a la galería revela un espacio prácticamente vacío. No hay nada sobre las paredes ni a la altura de los ojos, solo una serie de objetos aparentemente inconexos, linealmente distribuidos por el piso de la sala. La lógica de su disposición es aparente: los objetos forman líneas paralelas a las paredes; replican, así, los contornos de la planta de la galería. Sin embargo, no es fácil identificar el criterio que regula la selección de sus componentes.
Un rápido inventario da cuenta de la diversidad de materiales de los que están hechos. Algunos orgánicos: hoja de panca de choclo, pan, queso, madera, cuero, galleta, ajo, etc. Otros inorgánicos: aluminio, latón, fierro, plástico, vidrio, cerámica, etc. Gran parte de los objetos son en realidad fragmentos y partes de otros objetos: pedazos de vasos, una fracción de un cenicero, media flauta, medio zapato, el marco de una raqueta de aluminio, un trozo de un tubo de cartón de papel higiénico, medio gancho de ropa, media hogaza de pan, y así sucesivamente.
Este recurso al fragmento da cuenta de una atención acentuada por el detalle —un reclamo a nuestra capacidad de observación, digamos—, pero también entraña una apuesta por sacar estos objetos ordinarios de la órbita de lo conocido: someterlos a un proceso de extrañamiento que nos enfrente a algo que no reconocemos a simple vista, pero que nos da pistas de lo que es. En tal medida, Prieto hace de este universo material un vehículo para agudizar nuestra percepción, llevándonos a prestar atención a cosas a las que usualmente no dedicamos una segunda mirada.
Esto último está ligado a la práctica de la meditación del artista, especialmente relevante por la idea de vacío que la exposición evidencia. Ciertamente hay objetos, pero estos se usan para demarcar y remarcar un espacio sin contenido aparente.
Otro aspecto clave relativo a la meditación es el carácter no-narrativo de la muestra. Sus componentes no tienen ninguna relación evidente entre sí: no responden a una lógica de categorización formal, material o funcional (no forman una tipología), no representan lugares (no son suvenires), no registran episodios vitales (no son recuerdos), no demuestran una verdad o revelan un secreto (no son evidencia), ni cuentan historia alguna (no son ilustración ni testimonio). Lo que los une es el simple hecho de estar simultáneamente presentes en la muestra.
En ese sentido, el artista nos llama a centrarnos en el “aquí y ahora” de la exposición: un presente a ser aprehendido intensamente, más que un mensaje a ser descifrado. Ello también se desprende del plano a escala 1:1 que Prieto delinea en el espacio. Se trata de un diagrama a ser recorrido con el cuerpo antes que con los ojos. En otras palabras, más que una representación del espacio, se trata de una pauta para experimentar el entorno.
Esta atención a la situación misma de la exhibición subyace también a los detalles poéticos que emergen de los inusuales cortes de los objetos utilitarios reunidos y de las extrañas asociaciones entre estos elementos. Así, por ejemplo, la mitad de un plato descartable yace sobre la pata invertida de una silla en delicado equilibrio —configuración que captura la mirada—. En otros casos, elementos como la mitad de una suela de zapato, media galleta, medio camote o un pedazo de colador se revelan intrigantes, y despiertan la curiosidad y suscitan algo así como un sosegado asombro.
Si bien estos objetos parciales nos invitan a deducirlos como una totalidad que proyectamos a partir de sus fragmentos, ante todo nos enfrentan a una experiencia de descubrimiento perceptual antes que intelectual. El énfasis recae aquí en la muestra y lo que tiene de específica (en otra sala la muestra sería distinta).
Acogiendo la incongruencia y el azar, Fernando Prieto nos plantea en una propuesta sofisticada —aunque poco user friendly— que el significado es menos un contenido a ser descifrado, que un hábito interpretativo a ser cuestionado, con miras a entregarnos conscientemente al presente en toda su contingencia.
Galería L’ImaginaireAlianza Francesa de Miraflores (av. Arequipa 4595 ). Hasta el 26 de diciembre.