Este año las fiestas patrias vinieron marcadas por una pandemia que se ha llevado decenas de miles de vidas de compatriotas y sumido al país en una profunda incertidumbre. Más allá de los duros golpes, la crisis del coronavirus nos ha recordado también la importancia de la solidaridad, el cuidado del medio ambiente, la lucha pendiente contra la desigualdad y la necesidad de decisiones de gobierno basadas en evidencia científica.
Si bien este no es un momento de celebraciones, si lo consideramos oportuno para reflexionar sobre el papel de la ciencia y la tecnología (CyT) durante la emergencia sanitaria con una visión de cara al futuro que muestre la necesidad que esta se convierta en uno de los ejes en el quehacer nacional.
Esta reflexión pasa necesariamente por destacar las iniciativas de nuestros investigadores quienes, movidos por la solidaridad y el interés de aportar soluciones, han impulsado el desarrollo de vacunas, pruebas moleculares rápidas, tratamientos innovadores, diseño y fabricación de ventiladores, plantas de oxígeno a bajo costo, aplicaciones móviles, entre otros muy valiosos esfuerzos.
Colaboración y apoyo
Dichas iniciativas involucran dos aspectos positivos que, por su valor y perspectiva, vale la pena señalar. Uno es la espontánea formación de estrechas colaboraciones entre investigadores de diferentes instituciones y especialidades, y el otro es el apoyo desinteresado de la empresa privada a varios proyectos de investigación COVID-19. Indudablemente, son fenómenos inéditos en nuestra historia y en algunos casos, hasta inesperados. Tan inéditos e inesperados como la pandemia misma.
Con respecto al primero, no es novedad que la colaboración multidisciplinaria es crucial para el avance de la ciencia, sobre todo para enfrentar problemas tan complejos y multidimensionales como una pandemia. Sin embargo, sí lo es que una comunidad científica tan pequeña y fragmentada como la nuestra lo haya logrado. Por eso, y a pesar de no contar aún con una masa crítica de investigadores, debemos seguir fomentando este tipo de colaboración con miras a fortalecer la generación de conocimiento de frontera y también para materializar un concepto que hoy más que nunca evidencia su carácter mandatorio: soberanía tecnológica. Apuntando a alcanzar, en el corto y mediano plazo, grados importantes de esta ultima en áreas claves para el país.
En cuanto al segundo, nuestro norte debe ser consolidar una conexión permanente entre academia y empresa, un vínculo que trascienda más allá de la pandemia y consolide el apoyo e impulso la CyT por parte de los diversos sectores del empresariado nacional. Es evidente que de concretarse este objetivo catalizaríamos el viraje de nuestra economía hacia un modelo menos extractivista, más basada en el conocimiento y más respetuosa del medio ambiente, como la de países de primer mundo.
Es muy justo reconocer que la respuesta de nuestra CyT a la pandemia es digna de elogio, y que esta ha sido posible gracias a las capacidades (en infraestructura, recursos y personas) que de manera progresiva y con mucho esfuerzo han sido construidas en los últimos años con apoyo de CONCYTEC, INNOVATE Perú y otras instituciones estatales y privadas. Al mismo tiempo, no podemos ignorar que la magnitud de nuestra inversión en CyT así como el número de investigadores, cantidad y calidad de nuestras investigaciones, etc., está aún muy por debajo de las de nuestros vecinos en la región. Esto no es más que un reflejo del poco valor que siempre se le ha asignado y se le sigue asignando al conocimiento científico.
Un punto de quiebre
Cuenta la leyenda que Sir Isaac Newton concibió la ley de la gravitación mientras hacía cuarentena por la epidemia de peste bubónica que asolaba Londres. ¿Será esta la gran oportunidad y el punto de quiebre para nuestra ciencia? Creemos que hay motivos para ser optimistas en momentos en que la percepción del valor de la ciencia está cambiando para bien en todo el mundo. Nuestro país no ha sido ajeno a este renacimiento y la propia comunidad científica peruana ha experimentado un mayor empoderamiento. En los últimos meses hemos sido testigos de un creciente activismo pro-ciencia en redes sociales, acompañado por una amplia cobertura periodística de temas relacionadas al COVID-19. Nunca antes habíamos visto a tantos científicos aparecer en medios de prensa de todos los formatos para dar a conocer sus investigaciones.
El acercamiento más próximo que ha tenido el país a la ciencia en sus casi 200 años de historia republicana no puede quedar en el anecdotario COVID-19 sino que debe servir para colocar el apoyo integral a la investigación científica como una prioridad en la agenda nacional. Un salto cualitativo en nuestra CyT no solo conllevará a la generación de conocimiento e innovaciones de alto impacto para nuestra economía sino que redundará en bienestar y mejoras a nuestra calidad de vida, dejándonos mejor preparados para enfrentar cualquier devenir. No olvidemos pues esta valiosa lección de que sin ciencia no habrá ni presente ni futuro.
*Alberto Gago es investigador en la PUCP. Edward Málaga - Trillo hace lo propio en la UPCH