Ocaso, de Nicolás Lamas, es probablemente la exposición más audaz que se haya presentado en la galería Lucía de la Puente. El artista ha transformado radicalmente el espacio principal, convirtiéndolo en un terral, casi un basural. Allí hallamos los restos de un automóvil desvencijado, parte de un motor, fierros que emergen del suelo, botellas plásticas aplastadas, envoltorios de golosinas, huesos de animales, piedras, restos de mayólica, etc.
Una inspección rápida de la primera sala nos permite registrar un par de vasijas fijas en la entrada, una puerta sin cerradura suspendida en medio de la pared, un balde de plástico con un círculo blanco atornillado a su borde en medio del piso, y un televisor a baja altura con una cubierta traslúcida de plástico que muestra una imagen fija que resulta indescifrable.
En el espacio intermedio, parte de un cráneo colgado de la pared se ubica frente a una tela bordada con círculos concéntricos. Este evidente juego de relaciones formales (contorno del cráneo y círculos bordados) nos da una pauta de aproximación.
Una segunda mirada nos muestra que la pared de la primera sala tiene un hueco que coincide con el agujero para la manija de la puerta, que a su vez hace eco de las formas del balde y el anillo. Estas coincidencias responden a los nexos que Lamas establece entre formas (círculos) y funciones (contenedores) y que propone contra el trasfondo implícito del arte moderno. La puerta, el balde y las vasijas conforman una reinterpretación extraña y cotidiana de la abstracción geométrica. La TV forrada y su imagen indescifrable evoca las formas de la abstracción informalista, y también opera como compendio de los medios artísticos: pintura (imagen abstracta), fotografía (imagen estática), video (monitor), escultura (TV como objeto).
Este tipo de relaciones visiblemente ofrecidas invitan a otras asociaciones, menos aparentes, y a algunos descubrimientos: el anillo blanco junto al balde es en realidad una sección de un cráneo; sobre el motor en la sala principal yace un pez globo disecado; entre los fierros hay una vasija que se revela como parte de un cráneo; dentro del automóvil hallamos una botella de aceite con un animal disecado dentro; bajo la tierra aparecen cadenas de oro semienterradas, etc.
La experiencia de estos hallazgos apunta a una noción del arte en que la observación atenta es clave: no hay descubrimiento sin ella (no en vano lo poco iluminado de la muestra). Pero en realidad Lamas nos invita a reflexionar más allá de lo que podemos observar a simple vista. La extrañeza de sus contrastes (motor y pez globo, ardilla y botella de aceite, cráneo y balde, etc.) puede tener reminiscencias surrealistas pero apunta a un sustrato común: la materia y sus transformaciones, sea a través de procesos naturales o artificiales —todo es parte de un mismo continuum.
La alusión al basural amerita pensarse. No se trata de una recreación de la experiencia de la desigualdad en una de las zonas más gentrificadas de Barranco, con miras a espectacularizarla. Al trasladar el basural a la galería, el artista lo somete a los códigos del arte: sus contenidos deben ser examinados, pensados y asociados, como la labor de la audiencia exige. En ese sentido, todos estos materiales, así parezcan (o sean) basura, deben ser tratados por igual. Todos estos materiales son unificados simbólicamente por el campo del arte.
El otro terreno compartido aquí es el basural mismo, que actúa como un territorio cotidiano de homogenización radical: el estatus de basura iguala el hueso de perro y el Mercedes Benz que se oxida en la galería, las botellas de agua y las piedras, los envoltorios de chocolate y los cráneos humanos, la tierra y el cuerpo del pez globo. Cada uno de estos objetos hechos basura remiten a su misma condición de materia en proceso de transformación y, simultáneamente, a la complejidad del mundo (biológico, industrial, social, económico) del que provienen.
Lo que Nicolás Lamas nos ofrece es una oportunidad para pensar en igualdad de condiciones sobre todo aquello que solemos pensar de manera aislada y/o subordinados unos a otros: las cosas, las personas, el arte y el desecho. Para no perdérsela.
MÁS INFORMACIÓNGalería Lucía de la PuentePaseo Sáenz Peña 206, Barranco. Hasta el 9 de setiembre. Ingreso libre.