A pocos días de anunciarse la nominación al Óscar a la mejor dirección para Greta Gerwig (Lady Bird es el primer largometraje que firma en solitario esta californiana de 34 años), se cumple el centenario de Ida Lupino (nació el 4 de febrero de 1918), recordada por ser la primera actriz de Hollywood en tener una carrera paralela como directora y guionista.
Lupino jamás fue nominada a los premios de la Academia, una omisión nada sorprendente, ya que fue una rebelde dentro de la industria; las películas que realizó fueron producidas por ella misma, debido a que en esa época ningún estudio contrataba mujeres para dirigir. Las cineastas de hoy, como Gerwig, le deben mucho a Lupino, y no necesariamente porque hayan visto sus películas, sino porque ayudó a romper prejuicios y empoderar a la mujer como fuerza creativa digna de admiración. Lupino y Gerwig no comparten una sino dos vocaciones: primero triunfaron como actrices y luego contaron sus historias desde el otro lado de la cámara. En un lugar donde las mujeres son valoradas por su juventud y su físico, ambas estrellas poco convencionales, separadas por más de medio siglo, desafiaron al sistema patriarcal y se hicieron respetar como artistas.
***Paul Thomas Anderson acaba de desmentir una de las más grandes falacias sobre el Hollywood clásico: “Durante mucho tiempo se ha dicho que las mujeres son unas excelentes editoras. Y se intentaba justificar diciendo que está en su naturaleza controlar, medir, usar las tijeras... eso es mentira. Son buenas editoras porque eso es a lo máximo que podían aspirar en una industria dominada por hombres”. Lo cierto es que, durante el período mudo, las mujeres participaron activamente en la realización de películas, sobre todo en la escritura y en la dirección. Sin ir muy lejos, cualquier persona interesada en la historia de este medio debe conocer a Lois Weber (1879-1939), cineasta contemporánea de D. W. Griffith que tuvo una carrera tan exitosa que llegó a fundar su propio estudio.
Weber fue una autora en el sentido más amplio de la palabra: dirigió, escribió, produjo e incluso actuó en algunas de las producciones más audaces de su era, entre ellas Hypocrites (1915), la primera cinta estadounidense en mostrar desnudos femeninos; y Where are my children? (1916), melodrama sobre el aborto que tomaba posición a favor del control de la natalidad. Desgraciadamente, con la llegada del sonido, los estudios abrazaron el conservadurismo más rancio y confinaron a la mujer a la sala de montaje.
Justo cuando la carrera de Lois Weber se extinguía, empezaba la de Ida Lupino, una adolescente londinense que fue vendida al Hollywood de los años treinta como una bomba rubia. Pero Lupino se cansó rápido de las reglas sexistas del sistema; dejó de teñirse el pelo y se reinventó como actriz dramática. Entonces sí empezaba a parecer la heredera natural de una familia dedicada al mundo del espectáculo por más de tres siglos.
En 1940 Lupino actuó en dos películas del maestro Raoul Walsh: La pasión ciega y El último refugio; en ambas su nombre figura por encima de su compañero de reparto, un tal Humphrey Bogart. Desde entonces quedará identificada con papeles de carácter fuerte, siendo su especialidad mujeres seductoras de armas tomar, obligadas a ser más duras que los hombres que las rodean para poder sobrevivir. En la vida real, Lupino se había ganado la reputación de conflictiva. Lo que en verdad ocurría es que no estaba dispuesta a ser tratada como ganado por sus jefes y exigía de ellos trabajos de calidad. Cuando Lupino fundó junto a su marido Collier Young la productora The Filmakers (sic), lo hizo para no aburrirse mientras Warner Bros. ponía en pausa la renovación de su contrato como actriz.
***Al tercer día de rodaje de Not Wanted (1949), la primera producción de The Filmakers, el director Elmer Clifton cayó gravemente enfermo y Lupino se vio obligada a reemplazarlo. Fue así como se convirtió, por accidente, en la primera directora en Hollywood desde el retiro de Dorothy Arzner en 1943.
Hay que remontarnos hasta los días de Lillian Gish para hallar a otra estrella femenina establecida que se haya atrevido a incursionar detrás de cámaras. Lupino estaba más que preparada cuando llegó el momento: durante años había estudiado a sus directores y conocía perfectamente la cámara, pensaba en términos visuales. Enamorada en definitiva de su nuevo rol, Ida Lupino dirigió cinco películas entre 1949 y 1953, y aunque todas ellas fueran hechas con recursos modestos y no ganaron ningún premio, fueron más que suficientes para hacerla ingresar a la historia del cine estadounidense como una autora de voz original sin miedo a indagar las grietas de la sociedad puritana.
Un gran admirador del poder del cine de Lupino es Martin Scorsese: “En sus películas las jóvenes pasan por un infierno, cuando una experiencia traumática destroza su seguridad de clase media: bigamia, abuso de los padres, embarazo no deseado, violación”. En efecto: las mujeres de Lupino no son roles modelos, no son heroicas ni edificantes. En vez de eso, nos hace cómplices de su dolor, de una tortura psicológica que escogen cargar en soledad. La sociedad juzga y condena, pero Lupino antepone la empatía, el perdón como único medio para sanar heridas o al menos intentarlo. Esto lo podemos apreciar en Outrage (1950), una de las pocas películas que aborda una violación o, como la llamaban en esa época, “asalto criminal”. Es curioso que la obra maestra de Lupino sea The Hitch-Hiker (1953), un ejercicio austero de cine negro donde todos los personajes son hombres (entre ellos un asesino en serie) y no hay lugar para ningún atisbo de compasión.
***La carrera como directora de Ida Lupino no pudo sobrevivir al declive de su estrellato. Tras firmar el guion de Private Hell 36 (Don Siegel, 1954), tuvo que replegarse a la TV para dirigir episodios de series tan conocidas como La dimensión desconocida, Bonanza y Hechizada. Sus problemas personales con el alcohol y los fármacos perjudicaron su continuidad en la industria. A pesar del éxito comercial de Ángeles rebeldes (1966), Hollywood no tenía paciencia con las directoras, y menos con veteranas excéntricas. Quien sí simpatizó con ella fue Sam Peckinpah, que la seleccionó para interpretar a la madre de Steve McQueen en Junior Bonner (1972), su último gran papel.
La mujer que tenía bordada la frase “La madre de todos nosotros” en la parte posterior de su silla de directora murió el 3 de agosto de 1995 tras padecer un cáncer de colon. Desde entonces han aparecido varias mujeres dirigiendo para los estudios, aunque proporcionalmente son mucho menos que los hombres, y sus honorarios son inferiores.
Si Greta Gerwig se lo propone, podría ser una sucesora de Ida Lupino, en el sentido de ser una actriz reconocida capaz de tener una personalidad propia como directora de cine. Aunque su nombre no tenga mayor impacto en la taquilla, Gerwig lleva más de un lustro conquistando a los cinéfilos con sus actuaciones en el cine independiente, especialmente por sus colaboraciones con el director Noah Baumbach (Greenberg, Frances Ha, Mistress America), quien es también su pareja sentimental.
Lamentablemente, muchas actrices que han dirigido lo han hecho de forma esporádica y sin mantener continuidad. Esos son los casos de Sally Field, Shirley MacLaine, Anjelica Huston, Diane Keaton, Helen Hunt o Salma Hayek. En lo que respecta a Barbra Streisand y Elaine May, ambas llevan varias décadas sin dirigir una obra de ficción y es poco probable que salgan de su retiro autoimpuesto.
La excepción podría ser Jodie Foster, quien desde Mentes que brillan (1991) lleva cuatro largometrajes en su cuenta personal. Jóvenes actrices ganadoras del Óscar como Natalie Portman y Brie Larson ya debutaron como directoras: la primera con Una historia de amor y oscuridad (2015), y la segunda con Unicorn Store (2017). Pero sin duda la más decidida es Angelina Jolie, autora de cinco largometrajes, cada uno más ambicioso que el anterior, siendo el último de ellos, Se lo llevaron: recuerdos de una niña de Camboya (2017), el más celebrado por la crítica.
Los tiempos están cambiando y vendrán más actrices que dirán “yo también” al reto de hacer cine. Bienvenidas sean.