El plan parecía sencillo. Propulsado por un cohete construido por él mismo, Mike Hughes (64) se elevaría a poco más de 1.500 metros sobre el nivel del mar para, finalmente, constatar con sus propios ojos (y demostrarle al mundo entero, de paso) que la Tierra es más parecida a un plato tendido que a un globo. Desafortunadamente, de la teoría a la práctica, el camino puede ser accidentado. Tan solo instantes después del despegue, el paracaídas del cohete —que debía activarse en el descenso— se abrió inesperadamente. Pasaron segundos para que las cerca de 60 personas que se congregaron en un desierto californiano para presenciar la proeza se convirtieran en testigos de la muerte de Hughes al estrellarse su nave.
Pese a siglos de evidencia científica incontrastable, la comunidad de terraplanistas, a la que Mike “Mad” Hughes era bastante cercano, se mantiene en sus trece con que la Tierra es plana, una idea que, cabe añadir, no tiene nada de nueva. El problema es que adherirse a una noción presocrática en el año 2020 ya no solamente es excéntrico, sino potencialmente mortal.
Como se alertó en este mismo espacio hace un año, teorías de este tipo, alimentadas por perversos algoritmos de plataformas como YouTube o Facebook, antes que alimentar la curiosidad y el intelecto, atizan el fuego de la paranoia y la desconfianza. “Yo creo que la verdad, a veces, amerita tomar riesgos”, declaró Mark Sargent, terraplanista, a Rolling Stone cuando fue consultado por la muerte de Hughes.
Lejos de una autocrítica, el incidente fatal solo ha servido para reforzar las creencias del ala más dura de este colectivo, que tiene adherentes en todo el orbe (o disco, según ellos). Y, aunque es difícil persuadir a los fanáticos, valga esta triste historia para dar un consejo a los curiosos y aficionados: no lo intenten en casa.
Tuitear o no tuitear
Un artículo en The Economist revela que, entre octubre del año pasado y febrero del presente, el número de diplomáticos chinos que utiliza Twitter pasó de 17 a 80. La anécdota no tendría nada de revelador ni peculiar, salvo por un par de razones. La primera es que Twitter es un servicio prohibido en China. El férreo control del Gobierno ha hecho que la industria local genere sus propias plataformas sociales, como Weibo, la red aprobada por el aparato estatal. La segunda razón es que el uso de Twitter entre los diplomáticos chinos se debe a un encargo expreso del jefe de Estado, Xi Jinping. Según The Economist, desde su llegada al poder en 2012, el secretario general del Partido Comunista de China ha pedido a sus representantes en el exterior que utilicen espacios como Twitter para difundir los logros y hazañas del régimen. En plena crisis del coronavirus, decenas de embajadores hacen un trabajo de relaciones públicas de alto nivel. Chamba es chamba.
Buenas semillas
En 2008 ,se inauguró el Banco Mundial de Semillas de Svalbard en el archipiélago noruego del mismo nombre. Aquí se preserva un acervo de cultivos de todo el planeta que sirve como respaldo genético en caso de que una catástrofe bélica o climática los desaparezca. Paradójicamente, en años recientes, la crisis climática global ocasionó que la bóveda se inundara con agua proveniente del hielo derretido. El archivo, por suerte, no se vio afectado.
Según reporta Reuters, esta semana la bóveda alcanzó el millón de variedades de semillas. Y estas sirven, desde ya, como se demostró en Siria, para reflotar cultivos que desaparecieron por la guerra. Guardar pan para mayo es aconsejable. Construir un búnker en el Polo Norte para tener qué comer cuando llegue el fin del mundo es mucho mejor.
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