I
En 1780 el filósofo inglés Jeremy Bentham publicó El panóptico, un libro que proponía un paradigma arquitectónico inédito para las cárceles modernas, pero que pasó relativamente desapercibido hasta la década de los setenta del siglo XX, cuando el pensador francés Michel Foucault, en el contexto de sus investigaciones sobre los métodos disciplinarios y represivos aplicados en Occidente, lo descubrió y quedó fascinado ante lo que llamó “una especie de huevo de Colón en el campo de la política”. La obra en cuestión le dio luces a Foucault no solo sobre el modelo panóptico de vigilancia carcelaria —una construcción diseñada para que todos los reclusos estén bajo el campo de visión del guardián, sin que los presos sepan si están siendo observados—, sino sobre lo que, según el autor de Vigilar y castigar, se convertiría en la técnica de control disciplinaria por excelencia y a todos los niveles (prisiones, hospitales, escuelas, fábricas, etc.) de la sociedad (post)industrial.
II
En efecto, el panóptico original de Bentham se organizaba en torno a una torre situada en el centro de una construcción circular alrededor de la cual se ubicaban las diferentes celdas. La luz llegaba a través de las ventanas exteriores de las celdas y desde allí se dirigía hacia la torre central, que estaba dotada con celosías. De esta manera, la persona que se encontraba en la torre podía ver a los reclusos, pero estos no podían verla. Pero lo más importante, según Foucault, es el hecho de que la vigilancia fuera invisible, es decir, que las personas observadas no pudieran determinar si estaban siendo observadas o no. Esto generaba en los detenidos un estado de autosujeción, un comportamiento controlado incluso cuando no existía una vigilancia efectiva. El corolario era que el recluso, consciente o inconscientemente, intentaba obedecer las normas impuestas con el fin de no ser sancionado.
III
Foucault percibió, como ya lo había hecho Bentham, que este modelo, con variaciones, podía albergar delincuentes, pero también a niños tomando clases, enfermos convalecientes en un hospital, obreros trabajando en la cadena de montaje, etc. Y que, una vez interiorizado por los individuos, el panóptico podía funcionar perfectamente como omnímodo mecanismo de control social sin necesidad de una arquitectura que lo respalde. Las cámaras altamente sofisticadas que se han desarrollado en las últimas décadas, los satélites, los drones, así como las tecnologías de la información y de la comunicación no solo han materializado el sueño de Bentham, sino que lo han convertido en una pesadilla. En el ciberespacio la red posibilita la vigilancia de millones de personas, sea cual sea su origen, sexo, etnia o nación. Como dice Zygmunt Bauman en Vida líquida “la vieja estrategia panóptica (“nunca sabrás cuándo estás siendo observado realmente y, por tanto, mentalmente te sentirás siempre observado”) se ha convertido gradual pero firmemente, y en apariencia sin pausa, en una práctica casi universal”. Con un añadido particularmente estremecedor: que la gente, en su gran mayoría, parece sentirse a gusto y muy segura bajo la atenta mirada de quienes la vigilan.(Continuará).