Su nombre shipibo-konibo era “Senen Pani”, cuyo significado podría traducirse como “energía vertical suspendida en el espacio” y desde los 12 años aprendió el arte de la medicina tradicional amazónica, bajo las enseñanzas de su padre Martín Muñoz Pacaya y después con diversas sesiones con el maestro Laureano Ancó. El maestro sanador Antonio Muñoz Burga no se consideraba un chamán, sino un médico tradicional, un conocedor de las propiedades de las plantas amazónicas, especialmente de la ayahuasca, la planta sagrada.
Pero más allá de su formación como curandero y psicoterapeuta, Antonio Muñoz Burga era, además, un artista y sabio de la comunidad nativa San Francisco de Yarinacocha, un pueblo ubicado a doce kilómetros de Pucallpa, en la provincia de Coronel Portillo, en Ucayali.
“Era un hombre muy importante”, es lo que en estos momentos difíciles alcanza a decir su hijo, el artista Rawa Muñoz. Hace unos días, Rawa había enviado diversos mensajes a amigos en los que pedía ayuda para su padre, quien se encontraba internado en el Hospital Amazónico afectado por la COVID-19, situación que se agravó por su condición de enfermo coronario y diabético.
Esto movilizó a colectivos como Somos Amazonía a realizar colectas y ventas de obras para ayudar al maestro. Pero en su caso ya era tarde. Una de las representantes del colectivo, la educadora y magister en antropología Margarita Osterling cuenta que desde el inicio de la pandemia ellos han venido apoyando a muchos artistas shipibos de la comunidad de Cantagallo y de otros lugares de Lima. Y en el caso de Muñoz Burga se conmueve ante lo paradójico de su situación: por un lado, sus conocimientos le permitieron curar a muchísimas personas y, por otro, resulta lamentable el abandono en que el Estado tiene a estas personas valiosas y, en general, a los habitantes de los diversos pueblos amazónicos, desprotegidos y vulnerables ante la pandemia.
Cantos de sanación
“Lo recuerdo como uno de los sabios de la medicina tradicional”, comenta el artista Christian Bendayán, quien cuenta que supo de él mayormente por su disco ‘Senen Pani’, cuando hace unos años atrás Muñoz Burga decidió reunir sus ícaros o cantos de sanación, en los que dejaba escuchar su potente voz entre el sonido hipnótico del agua; cantos que formaban parte de sus sesiones de ayahuasca.
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“El maestro salvó muchas vidas y uno de esos salvados fui yo”, asegura Landers Rodríguez Cauper, un joven maestro shipibo-conibo, egresado de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Landers cuenta que, cuando tenía cinco años, enfermó gravemente y una amiga de su abuela lo llevó al ‘onaya’ (médico ancestral) Senen Pani, quien le salvó la vida. “Otra cosa que puedo comentar —agrega— son la importancia de sus ícaros, llegué a ellos cuando estudiaba en la universidad y ahora los estoy investigando. Son los cantos que interpretan los ancianos y sabios amazónicos y puedo decir que son como terapias porque tienen la capacidad de sanar a través de poderes espirituales que son articulados con los poderes de las plantas”, añade Landers, quien tiene 24 años y ha podido salir adelante gracias al programa de Beca 18.
Entre lo tradicional y lo científico
Para Antonio Muñoz Burga, Senen Pani, la ayahuasca no era un alucinógeno, como se promovía en Europa, sino una planta con propiedades psicoactivas. Según sus investigaciones esta podía ser también una herramienta de la psicología y la psicoterapia occidental para acortar el camino de sanación. En ese acercamiento a la medicina, él siguió algunos estudios de Psicología y realizó sesiones, en Barranco, en la década del noventa, junto con el psicólogo y psicoterapeuta Pío Vucetich. Es en este tiempo en que lo conoció el artista Roldán Pinedo: “Recuerdo que por esos años atendía en un consultorio que quedaba cerca del Puente de los Suspiros, ahí lo conocí, era mi tío y una buena persona. Un gran conocedor de las plantas medicinales”, cuenta Pinedo.
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En un video mostrado en la página del Instituto Nacional de Capacitación, Consultoría y Asesoría Empresarial Peruano, el maestro Senen Pani explica así la función de la ayahuasca en beneficio del paciente: “Muchos tenemos problemas de traumas psicológicos que son tratados por el psicólogo, pero a largo plazo. Minimizando la explicación, lo que yo puedo decir es que esta planta medicinal milenaria nos ayuda a maximizar la sanación (…) y nos ayuda a simplificar los problemas en el tratamiento del trauma psicológico, la ayahuasca es una planta tradicional psicoactiva que no es paliativa, es curativa; es integrativa y no disociativa. Lamentablemente, en las universidades no se dan las clases de esta medicina tradicional milenaria, es por eso que desconocemos”. Ahí le preguntan, si puede servir también para problemas de salud mental. El maestro es claro en decir, “para eso están los psiquiatras”.
En esta entrevista se puede ver la seriedad con la que Muñoz abordaba el tema de la medicina tradicional, algo que explicó en charlas y conversatorios con psicoanalistas y médicos, tanto en el Perú como en el extranjero.
Una visión cercana del maestro Senen Pani es la que ofrece el escritor Gabriel Espinoza, quien alguna vez participó en alguna de sus sesiones: “Aunque no he sido su amigo, lo he conocido, y puedo decir que era alguien muy simpático, caía bien a todos, y a la vez era un hombre muy sabio”, apunta Espinoza. “Sé que viajó mucho a países que aprecian las terapias alternativas, como los europeos, aunque ellos las ven desde una visión más new age; y él, siendo tradicional, entendía ese interés y esa necesidad que había en el extranjero. Había llevado estudios de psicología, y era algo que contaba al inicio de sus sesiones”.
Coda
Cuando le pido a Rawa alguna imagen de su padre, él prefiere enviarme una pintura hecha en 2017, a pedido del maestro: ahí aparecen Senen Pani y su padre —el también maestro Martín Muñoz Pacaya— en una sesión, entre visiones de serpientes, ciudades míticas y múltiples dimensiones. Ambos parecen levitar, suspendidos entre lo real y lo simbólico, en un tiempo de revelación, al que solo la ayahuasca puede conducir. Ese tiempo de espiritualidad en el que habita ahora Senen Pani.
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