Los años sesenta fueron fundamentales para las primeras nociones de interfaz hombre-máquina que derivaron en lo que hoy es internet y la computación personal. En 1960, J. C. R. Licklider, de la Oficina de Técnicas en Procesos Informáticos (IPTO) de la Agencia de Proyectos de Investigaciones Avanzadas (ARPA), publicó Simbiosis hombre-máquina, en el cual proponía que una nueva relación simbiótica entre las personas y las computadoras era necesaria. Entre los desarrollos de Licklider figura el time-sharing, que permitía aprovechar el poder de procesamiento de una computadora con varios terminales para generar la ilusión de que cada usuario estaba interactuando individualmente con la máquina. Es decir, un antecesor del concepto cliente-servidor que es un elemento clave para la operatividad de internet.
Otro personaje clave en ese momento fue Ted Nelson, quien acuñó el término hipertexto en 1965. Nelson veía que en el medio digital los elementos en un texto podían estar conectados estableciendo relaciones y vínculos, lo que comúnmente hoy llamamos “links” y “tags”. Para Nelson, el hipertexto conducía hacia una nueva era de información unificada y sincrónica. Es así como crea la idea de Xanadú: una librería universal de edición colaborativa, con la habilidad de búsquedas en infinitas versiones de documentos y mediante un sistema de escritura no secuencial (el hipertexto). Tomó el término Xanadú del nombre que tenía la mansión de William Randolph Hearst, en la película Ciudadano Kane, de Orson Welles. El magnate recolectaba reliquias y objetos de arte de todo el mundo y Xanadú era en parte museo y en parte mausoleo: un gran repositorio de la cultura. En 1969, en plena época del amor libre y estimulantes artificiales, la combinación de los conceptos de time-sharing e hipertexto, sumada a la visión de Marshall McLuhan acerca de la simultaneidad de los medios y los relatos de cultura psicodélica de Aldous Huxley y Timothy Leary, fueron fuente de inspiración para la creación del ArpaNet, lo que dio luego origen a internet.