Por: Mónica CepedaEn la lucha por la equidad de género en el mundo profesional, las mujeres científicas tienen un camino bastante difícil. Según cifras de Unesco, las probabilidades de que una mujer obtenga un título universitario en ciencias es de solo 18 % y en Perú, solo 3 de cada 10 ingresantes a carreras científicas son mujeres.
La evidente disparidad no se debe a la escasez de talento, sino a la construcción de estereotipos de género presentes desde la infancia: los pasadizos rosa de las jugueterías aún limitan a las niñas a roles domésticos, algo muy distinto al de los juegos de construcción, tecnología e ingenio que se pone a disposición de los niños. Millones de niñas crecen con un sesgo peligroso que les dice que las carreras STEM (siglas en inglés para referirse a la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) no son para ellas. Nada más equivocado, pero aún el salón de la fama de las científicas mundiales no llena un estadio, y si no fuera por el reciente Nobel de Física a la canadiense Donna Strickland, solo estarían Marie Curie y un par más.
Por eso la tarea pendiente es dar visibilidad a esas científicas que libran batallas silenciosas desde sus laboratorios y tienen menos oportunidades de ser reconocidas, para que sus ejemplos sirvan de inspiración a esas niñas curiosas que recorren los parques en busca de insectos, o que sueñan con ser inventoras. Es preciso empoderar a las niñas desde el hogar y la escuela para que persistan en sus vocaciones. A pocos años del bicentenario es imprescindible que este país mire a la ciencia y la tecnología como pilares del desarrollo. Y eso no puede lograrse sin el aporte de quienes somos la mitad de la población.