Fue la miseria desatada en la zona sur de China y la demanda de mano de obra barata (necesaria para la expansión colonial) las que produjeron la migración china al Perú a mediados del siglo XIX. Los trabajadores, de origen básicamente cantonés, llegaban a las plantaciones y haciendas del sur peruano con contratos infames como peones. Heredaron el nombre de culíes, que les habían impuesto los ingleses. Isabelle Lausent-Herrera sostiene que un tercio de ellos morían en el viaje que los traía a nuestro continente y que, lejos de su tierra, era muy tarde cuando descubrían “las terribles condiciones de vida que les aguardaban”.
Con los años, y liberados de su triste condición de explotados, los chinos fueron organizándose por diversas afinidades y llegaron a desarrollar una actividad comercial importante y generar diversas estrategias de integración a nuestra sociedad.
La publicación de Migración china y orientalismo modernista. Análisis en la revista Variedades ( 1909-1919 ),( 2021 ), de la estudiosa sanmarquina Daisy Saravia, realizada por Ediciones MyL y cuya versión electrónica puede descargar aquí, nos presenta un importante análisis del modernismo peruano y de la relación que esta corriente estableció con la tendencia orientalista en su modo de presentar a la migración china. La hipótesis central del libro postula que, influida por el positivismo, la perspectiva orientalista en el modernismo peruano representa al migrante chino como un subalterno con rasgos decadentes, y que, por ello, debe ser disciplinado y marginado.
El trabajo se sustenta en el análisis de la revista Variedades, dirigida por Clemente Palma, entre 1909 y 1919, años que se corresponden con la segunda década de la dominación civilista en el Perú.
El libro se divide en tres capítulos. En el primero, destaca el análisis de la migración china y el modo en que esta se confronta con el proyecto “modernizador” civilista. Una idea importante es que la carencia de trabajo fue uno de los motivos para marginar al chino en tanto la clase obrera experimentaba un proceso de degradación continuo. Saravia explica, acertadamente, cómo, desde la academia, se construye el discurso antichino y se presenta al migrante chino como un subalterno opuesto al criollo.
El caso “Variedades”
El segundo capítulo se centra en el discurso de la prensa. La crónica sirve, en ese momento, según Saravia, para lanzar valoraciones éticas y reforzar comportamientos morales. De allí su importancia cultural en la formación de las conciencias letradas, sobre todo frente al problema de la migración. Saravia afirma que, desde el punto de vista socioeconómico, en el contexto del civilismo, era una cuestión crucial saber qué tipo de migración era la más conveniente para el Perú. De cara a este propósito, y a sus réditos, la prensa se hace eco de la “inferioridad china”, y provee imágenes degradadas y perversas del oriental, como las que presentan escritores como José Antonio de Lavalle.
El tercer capítulo, sustentado en la teoría narratológica, analiza las crónicas de Variedades en las que se alude a las prácticas de los migrantes chinos vistas como decadentes: el consumo del opio, el juego y la lucha física. Saravia logra que las crónicas muestren toda su complejidad y versatilidad, y revela el modo en que se construyen los prejuicios raciales.
En suma, es un trabajo notable que analiza críticamente las estrategias discursivas que se activaron contra la migración china en el contexto de la República Aristocrática. Todo esto, bajo la perspectiva del refinado modernismo limeño, complaciente acompañante ideológico, en muchos casos, del proyecto civilista.
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