Los bebés son seres de especial cuidado. A diferencia de un niño, con el que es posible tener una mejor y mayor abertura, un pequeño en sus primeros doce meses de vida, requiere de cuidados expresamente más delicados, y cualquier descuido o cambio en sus rutinas puede ocasionarle consecuencias poco favorables para su desarrollo.
Mucho se ha puesto en debate el tema de que si es bueno o no darle agua a un bebé menor de seis meses. La costumbre ancestral avala que es posible hacerlo, especialmente cuando el pequeño presentaba problemas de gases. Sin embargo, con los avances de la ciencia se han encontrado nuevos apuntes con respecto a dicha dinámica, dejando un poquito de lado aquella creencia, dado a que podría repercutir considerablemente en diversas áreas del cuerpo del bebé.
Aparición de hiponatremia
¿Algunas vez escuchaste oír de ella? La Biblioteca Nacional de Medicina la emplea para dar significado a un nivel bajo de sodio en la sangre. “Cuando la cantidad de sodio en los líquidos por fuera de las células llega debajo de lo normal, el agua se traslada hacia estas para equilibrar los niveles. Esto provoca que las células se hinchen con demasiada agua”, explica el portal especializado.
Los bebés (principalmente en recién nacidos), todavía no cuentan con la madurez completa de su sistema renal, por lo que el exceso de agua en su organismo podría dar como consecuencia el desequilibrio de electrolitos, que se vería reflejado en una fuerte intoxicación. Entre los signos de alerta que anuncian un cuadro de hiponatremia en el menor, están: convulsiones, diarrea, nauseas, irritabilidad y debilidad a nivel muscular. Cuando esto no se detecta y controla a su debido tiempo, podría traer consigo, lastimosamente, el fallecimiento del pequeño.
¿Los bebés no deben tomar agua?
Hay que partir desde un principio bastante importante, y es que tanto la leche materna como la de fórmula, cumplen con la función de mantener hidratado al bebé. Esto hasta los seis meses, que es la etapa en la que comienzan a consumir sus primeros alimentos, aquí podemos añadir agua en pequeñas cantidades (siempre recetadas y con la venia del médico pediatra de tu hijo).
En adelante, las onzas se van regularizando conforme va creciendo el menor. Posteriormente, una vez que se haya iniciado la fase de destete, la ingesta de agua deberá tener mayor relevancia en la alimentación del menor, por lo que a partir del primer año de vida hay que comenzar a estimularlo para que lo consuma y se acostumbre a ello.
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