La crianza nocturna es un pilar fundamental en la vida de cualquier familia, en especial, con un recién nacido, ya que, durante las primeras semanas y meses de vida, las noches se convierten en un espacio donde la conexión emocional, la alimentación y el descanso están profundamente entrelazados. Por lo tanto, prácticas como el colecho, el cual es un método ancestral que tiene sus raíces en diversas culturas alrededor del mundo, ha resurgido en las últimas décadas como una opción que muchos padres consideran para facilitar el sueño y fortalecer el vínculo afectivo con sus hijos.
En definitiva, en un mundo donde las rutinas aceleradas y las exigencias laborales a menudo determinan el ritmo de vida familiar, la manera en la que dormimos con nuestros bebés se ha convertido en una decisión cargada de implicaciones emocionales y de salud. Sin embargo, a medida que esta práctica de crianza ha ido ganando cada vez más popularidad, sobre todo, en sociedades occidentales, es normal que también surjan preocupaciones y preguntas como: ¿el colecho es una solución para las noches de insomnio o un riesgo potencial para la seguridad del bebé? ¿cómo afecta esta práctica al desarrollo infantil y a la relación de pareja?
Por esta razón, Hogar y Familia conversó con algunos especialistas, quienes darán respuesta a estas y otras interrogantes, con la finalidad de que los padres puedan conocer más sobre esta práctica y puedan tomar una decisión informada, considerando así una serie de factores que van más allá de simplemente pensar en cómo y dónde dormirán sus hijos en los primeros meses de vida.
¿Qué es el colecho?
El colecho es una práctica en la que un bebé duerme cerca de uno o ambos padres. Básicamente, como señaló el doctor Erick Olivera, pediatra de la Clínica Ricardo Palma, esta puede realizarse de diferentes maneras: por un lado, está el colecho en la misma cama, donde padres e hijos comparten la misma superficie para dormir. Una segunda alternativa, es la cuna colecho, la cual consiste en colocar una cuna especial que se adosa a la cama de los padres, con un lado abierto para que el bebé esté al mismo nivel y en contacto directo con los padres, pero en su propio espacio. También es posible realizar el colecho con una cuna o moisés separada de la cama de los padres, pero dentro de la misma habitación.
“De hecho, el colecho es una práctica que se emplea igualmente en los hospitales desde las primeras horas o días del nacimiento, denominada como rooming-in, en la cual el bebé permanece en la misma habitación que la madre, en lugar de estar en una sala de cunas separada. Esto se realiza con el objetivo de facilitar la creación de un vínculo temprano entre la madre y el bebé, promover la lactancia materna y permitir que los padres se familiaricen con el cuidado del recién nacido”, explicó Faye Aguilar Aguilar, pediatra neonatóloga de las Clínicas AUNA.
¿A partir de qué edad se recomienda el colecho?
El colecho puede realizarse desde los primeros días de vida, por lo que tras el nacimiento puede estar en contacto directo con sus padres al momento de dormir, siempre y cuando, se tomen en cuenta las medidas de seguridad. Además, como indicó Olivera, la recomendación de esta práctica suele ser durante los primeros 12 meses de vida, por lo que posteriormente es opcional su continuidad. Sin embargo, después del año de edad es importante brindarle al infante mayor individualidad e independencia, lo que implica que pueda tener su propio espacio, ya que como está en pleno crecimiento, el compartir la cama con los progenitores puede desencadenar alteraciones tanto en el sueño de los padres como del niño.
“Es importante mencionar que, el colecho no se debe prolongar por mucho tiempo, por lo que no se recomienda más allá de los 3 años, puesto que puede generar el efecto contrario. En otras palabras, podría producir una mayor dependencia, inseguridad y un apego excesivo a la madre, por lo que puede llegar a experimentar ansiedad por separación. Los padres deben fomentar el desarrollo e independencia de los niños para que se sientan seguros y capaces de realizar las actividades de acuerdo a su edad”, sostuvo Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional.
¿Cuáles son los beneficios del colecho para el bebé y los padres?
Sin duda, como mencionó Aguilar, el colecho se destaca entre otras prácticas de crianza nocturna, principalmente por sus beneficios, pues a diferencia de colocar al bebé en una habitación separada desde el nacimiento, este método permite mantener una mayor proximidad física del bebé y los padres durante el sueño, facilitando así una vigilancia constante y una respuesta más rápida a las necesidades del menor durante la noche.
Por su parte, el doctor Olivera recalcó que el colecho facilita la lactancia nocturna, pues al tener al bebé cerca, la madre puede amamantar más fácilmente sin la necesidad de levantarse, lo cual le permite estar más cómoda y, de alguna manera, que su sueño también no se vea drásticamente interrumpido. Asimismo, favorece a la calidad del sueño del bebé, ya que permite regular mejor los ciclos de sueño, por lo que se suele despertar con menos frecuencia durante la noche.
“Definitivamente, el colecho es una práctica que favorece a una lactancia más frecuente y continua lo que, a su vez contribuye a una mayor producción de leche materna, dado que cuanto más succión o lactancia directa reciba el bebé, mayor será la producción de leche, especialmente en aquellas madres que pueden estar experimentando algunas dificultades durante las primeras semanas”.
De acuerdo a la psicoterapeuta, el contacto cercano con los padres puede proporcionarle al bebé una sensación de seguridad y confort, lo que puede ayudar a calmarlo y fortalecer el vínculo entre madre e hijo. Igualmente, la proximidad con el bebé puede ayudar a los padres a sentirse más tranquilos y conectados, disminuyendo así el estrés y la ansiedad.
“Diversos estudios han demostrado que, los adolescentes que experimentaron colecho durante sus primeros 12 meses de vida presentan menos problemas de conducta en comparación con aquellos que no lo hicieron. En concreto, estas investigaciones sugieren que, el vínculo afectivo de confianza y seguridad que se logró establecer entre el bebé y sus padres mediante el colecho, contribuye a que, más adelante, el niño se sienta más cómodo y seguro al compartir sus experiencias con sus progenitores, ya sea sobre el colegio, los amigos o en general. Además, son más propensos a tener un mejor manejo de sus emociones, por lo que el colecho puede tener un efecto protector en el desarrollo socioemocional a largo plazo”, expresó el experto de la Clínica Ricardo Palma.
¿Existen riesgos asociados con la práctica del colecho?
Según la pediatra neonatóloga, los riesgos pueden incluir asfixia accidental, caídas y aumento del riesgo del síndrome de muerte súbita infantil, especialmente, si el colecho no se practica de manera segura, ya sea porque los padres fuman, consumen alcohol o drogas o están extremadamente cansados.
Sin embargo, como destacó Olivera, en realidad el colecho es una práctica que brinda múltiples beneficios en comparación a los riesgos, ya que la incidencia de casos por algún tipo de accidente es muy baja. No obstante, es importante que los padres tomen en cuenta algunas recomendaciones para garantizar que el colecho sea seguro. En principio, es fundamental colocar al bebé boca arriba al momento de dormir, incluso durante las siestas. Asimismo, es importante que esté recostado en una cama o cuna con una superficie firma, al igual que, es crucial evitar que haya objetos alrededor del bebé, como peluches, juguetes y mantas, dado que podría incrementar el riesgo de asfixia.
¿Existen casos específicos en los que no se recomienda el colecho?
Por lo general, no se suele recomendar, si los padres son fumadores, han consumido alcohol o drogas o si el bebé es prematuro o tienen bajo peso al nacer. Como refirió la pediatra, no se debe emplear esta práctica si uno de los padres está muy cansado o tiene condiciones de salud que afecten su capacidad para despertar fácilmente.
“Los casos en los que se limita esta práctica suelen ser bastante raros; sin embargo, podría no ser tan recomendable si la madre presenta una enfermedad que se transmita por leche materna como el VIH u otro tipo de afección infecciosa, así como también si padece de alguna enfermedad respiratoria con riesgo de contagio por vía aérea”, indicó Erick Olivera.
¿Cómo puede influir el colecho en la dinámica familiar y la relación de pareja?
El colecho puede influir en la dinámica familiar y la relación de pareja, ya que, al compartir la cama o la habitación con el bebé, esto puede limitar la privacidad y la intimidad entre los padres. Por consiguiente, es importante que ambas partes estén de acuerdo y cómodas con la decisión de realizar el colecho.
“Dado que la práctica del colecho puede ser nueva y diferente a lo que la pareja estaba acostumbrada antes del nacimiento del bebé, es importante abordar el tema con el apoyo de un profesional en pediatría, ya que, en los primeros días o semanas, pueden surgir dificultades, como el manejo del sueño interrumpido y la división de responsabilidades, que podrían llevar a conflictos sobre quién debe atender al bebé en cada momento. Por este motivo, para evitar desacuerdos, en las últimas dos o tres semanas del embarazo se recomienda acudir con un especialista para la consejería prenatal, la cual puede ayudar a la pareja a definir roles específicos. Es importante tener en cuenta que, si bien el colecho puede ser desafiante para quienes lo experimentan por primera vez, es fundamental conocer los beneficios que puede ofrecer para el bienestar del bebe y cómo facilitar la adaptación a esta nueva dinámica familiar”, recomendó el pediatra.
¿Cómo debería ser la transición del colecho a que el bebé duerma en su propia cama o habitación?
La transición a dormir en su cama o habitación puede ser difícil en un inicio, como cualquier otro proceso de adaptación para el niño. Por esta razón, es importante que se produzca este cambio de forma gradual, motivo por el cual, en lugar de colocar al infante directamente en su cuna, una opción es que el niño se quede dormido junto a los padres en la cama y, una vez que el pequeño está profundamente dormido, se le puede llevar a su cuarto para que continúe con su ciclo del sueño.
Por su parte, Liliana Tuñoques aseguró que también se puede comenzar con las siestas en la cama del niño y, luego ir aumentando cada vez más el tiempo de permanencia en la habitación, asegurándose siempre que el ambiente sea seguro y cómodo para el menor.
“En definitiva, la transición a dormir solo es un proceso variable y depende de múltiples factores, pues algunos niños pueden independizarse antes del año, mientras que otros lo hacen después de los dos años. No obstante, los padres pueden notar algunas señales de que sus hijos están listos para dormir solos, como que el niño se mueve mucho durante el sueño, busca su propio espacio o incluso la necesidad de mayor independencia. Por ello, es fundamental que los padres tengan en cuenta que este es un proceso que requiere de paciencia, por lo que no deben estresarse, ya que podría obstaculizar aún más la transición. En caso el pequeño presente resistencia al cambio, los padres pueden utilizar cuentos, videos o ilustraciones para explicarles que, a cierta edad, es normal que los niños duerman en su propia cama. Asimismo, pueden ofrecerles un objeto de seguridad como un peluche o una manta, especialmente porque a partir del primer año de vida pueden surgir los miedos nocturnos, por lo que estos elementos pueden proporcionarles consuelo y seguridad durante la noche”, sugirió el doctor Olivera.
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