El espantoso final de la vendedora ambulante de ropa María Vílchez Peña (39), cuyo cadáver fue hallado anoche bajo tierra en un lote de Jicamarca, San Juan de Lurigancho, habría sido maquinado al detalle desde hace tres semanas por quien fuera su pareja, Marcelino Edgar Pizarro Pumacalle (47).
En todo ese tiempo, la víctima se negó a retomar la relación sentimental que tenía con su presunto homicida. El rechazo de María Vílchez al parecer generó a Pizarro tal rencor que, sin levantar sospechas, lo hizo acopiar lampas y picos para cavar el lugar donde finalmente dejó el cuerpo sin vida de la mujer.
Una vecina del predio de Vílchez, en la asociación de vivienda Los Álamos de San Isidro, donde la pareja convivía, señaló que Marcelino Pizarro le pidió las herramientas desde fines de enero y en las noches sucesivas escuchó como si se abriera una zanja muy cerca.
“Desde hace un mes, mi mamá quería terminar con ese señor y le decía que ya se vaya de la casa. Él nunca lo hacia. El día que desapareció fue decidda a sacarlo para nosotros ocupar el terreno. Yo después conversé con Marcelino y me dijo que no era responsable de la desaparición”, declaró Stefanny Alcántara, hija de la fallecida.
El fuerte olor que salía desde un predio cercano al de María Vílchez obligó a los moradores de la zona a excavar y ayer hallaron el cadáver. Según dijeron, en repetidas diligencias de la policía y el Ministerio Público solo se había buscado superficialmente y por eso no encontraron nada.
Ayer, luego de que dieron parte a los agentes, peritos de la Dirincri comprobaron que el cadavér fue envuelto con frazadas y bolsas plásticas antes de quedar en el hueco. Además, reconocieron que el cuerpo presentaba ocho cortes en distintas partes.