De cada 2 mil bebés en el mundo, solo uno nace con un solo riñón, según cifras del Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales de los Estados Unidos. Nicolás es parte de este mínimo porcentaje que sufre esta afección denominada agenesia renal. Con los años, la función renal de su único riñón fue deteriorándose hasta llegar a una etapa terminal. Para salvarlo, era necesario pensar en un trasplante.
Desde hace varios meses, la madre de Nicolás, Elena Soledad Rocha, tramitó todas las evaluaciones médicas necesarias para ingresar a su hijo a la lista de espera de donación de órganos para recibir un riñón. “Realizamos todos los exámenes y luego nos avisaron que entró a la lista”, contó su madre.
Sin embargo, días después, les indicaron que el área de Urología había observado un pequeño reflujo. Esto es definido como el flujo anómalo de orina que retrocede desde la vejiga por los conductos que conectan los riñones con la vejiga. “Me explicaron que era requisito quitarle su único riñón para entrar a la lista de espera y que, si no accedía [a la operación], no podían agregarlo en la lista”, detalló Elena.
Una operación desinformada
Todos los registros médicos que tiene Nicolás previo a su entrada al Hospital Rebagliati indican que él contaba únicamente con el riñón derecho. En los resultados de radiorrenograma efectuados en el Instituto Nuclear de Diagnósticos Especiales se detalla que “no se aprecia el riñón izquierdo”. En otro estudio de la Clínica Centenario se concluye que el riñón izquierdo está “ausente”.
Sin embargo, toda esta información terminó siendo inútil cuando operaron a Nicolás el 29 de setiembre del 2022 pues los médicos realizaron la incisión buscando su riñón izquierdo. Según contó la madre, tampoco habrían notificado al personal quirúrgico que su riñón era ectópico, esto significa que no estaba situado en la posición común.
“Abrieron a Nicolás por la espalda, no encontraron el riñón. Lo abrieron por delante, tampoco lo ubicaron. En ese trajín, removieron muchos órganos. Le dañaron una costilla. Le rajaron el diafragma. Se le dañó el bazo y tuvieron que extraerlo”, detalló su madre. El procedimiento duró un aproximado de seis horas y los cirujanos no pudieron retirarle el riñón.
Hasta el día de hoy, la madre de Nicolás no recibe respuestas claras de lo que sucedió en dicha operación. Sin embargo, algunos médicos que atendieron a su hijo le han explicado que la operación no se debió dar porque el reflujo era inexistente o muy leve. Al fin y al cabo, Nicolás permanece con las cicatrices de una intervención que pudo tener un resultado diferente de haberse tomado en cuenta toda la información sobre sus procedimientos anteriores.
Cicatrices eternas
El bazo es un órgano que ayuda al cuerpo humano a luchar contra gérmenes e infecciones. Sin este, Nicolás deberá seguir un régimen de vacunación especial, ya que es más vulnerable a contraer algún tipo de enfermedad, explicó su madre. Expertos comentaron a El Comercio que en estos casos se debe recurrir a vacunas antimeningocócicas.
Si bien una persona puede vivir una vida plena sin el bazo, como comentaron los especialistas consultados, lo que complica la situación de Nicolás es el daño causado en el diafragma. Por varias semanas, tuvo que recibir antibióticos para frenar la infección de la herida en esta zona. Esto impidió que pueda ser dado de alta por varios meses.
Nicolás tuvo fiebres intermitentes por largas semanas y el absceso en su diafragma, producto de la fallida operación, se mantuvo hasta diciembre pasado. Pese a haber sido dado de alta el día 9 de diciembre, este enero deberá ser sometido a otra ecografía de control para conocer si la herida por fin ha sanado.
Debido a todos los daños causados durante la intervención, Nicolás sigue sin conseguir un espacio en la lista de espera para recibir un riñón. Su madre comenta que muchos exámenes han tenido que repetirse para evaluar el estado de su hijo y la compatibilidad para recibir un posible órgano. La madre estima que estos nuevos análisis duren unos 30 días.
Maltrato institucional
Además de todos los daños físicos, Nicolás y su madre también sufren de depresión y ansiedad. Según cuenta la madre, los únicos que los han ayudado y tratado de buena manera han sido el médico tratante de Nicolás, el Dr. Juan José García Bustinza, y el equipo del área de Nefrología Pediátrica. “El Dr. García ha hecho todos los esfuerzos de contactar juntas y demás, pero él solo no puede contra todos [los demás funcionarios de la institución]”, sostuvo.
Sin embargo, el resto del personal del área de Pediatría del Rebagliati ha demostrado un maltrato sistemático. “El personal nos llama la atención a nosotros [los padres de los pacientes]. Pareciera que hay un protocolo para que se nos regañe todo el tiempo”, reclamó la madre. “Todo es muy difícil. Hay que estar con 20 ojos mirando todo”, dijo en referencia a los constantes casos de negligencia por parte del personal.
La madre narró que una vez “le sacaron sangre a Nicolás y le pusieron el nombre de otro paciente”. Además, advierte que, luego de haber pedido el reporte ecográfico utilizado para la intervención quirúrgica, se le informó que no lo encontraban.
Descargos
A través de un comunicado, la Red Prestacional del Hospital Rebagliati mencionó que “durante la operación [de Nicolás], lamentablemente se presentaron complicaciones que en algunas intervenciones quirúrgicas de este tipo suceden, por ser de alta complejidad”. Además, arguyeron que las complicaciones fueron atendidas de manera inmediata, sin comprometer la vida de Nicolás ni causarle daños permanentes. Por último, mencionaron que revisarán su caso para garantizar que se hayan cumplido los protocolos de atención.
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