“Amigo y alcalde Canuria, siempre estarás en nuestra memoria”, se lee en la gigantografía que cuelga en lo alto de la fachada de la Municipalidad de Pucusana. Hay también un crespón negro. Este distrito del sur está de luto: el coronavirus ha matado ya a sus dos últimos alcaldes.
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Víctor Eloy Espinoza Peña, conocido como Canuria, falleció el último lunes. Había asumido la alcaldía luego de que en junio del 2020 muriera el entonces burgomaestre Luis Pascual Chauca.
Al igual que Chauca, Eloy Espinoza falleció en el Hospital Edgardo Rebagliati, en Jesús María. Un día antes de dejar de respirar, el 28 de febrero, logró comunicarse por videollamada con su esposa. “Ese día le dije: “Viejo, pon de tu parte para que vengas a tu casa. Aquí te esperamos. ¡Te amo!”. Él solo me alzó la mano. Nunca pensé que fuera una despedida”, relata Nancy Manrique con la voz quebrada.
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Son 33 personas las que han fallecido por COVID-19 en este distrito y 1.872 se han contagiado, según sala situacional COVID-19 del Ministerio de Salud. Aunque es un distrito que pertenece a la capital peruana, esta situación ha puesto en evidencia su sistema de salud precario. Pucusana apenas cuenta con dos postas médicas –Pucusana y Benjamin Doig– y una ambulancia para casi 19 mil habitantes.
En medio de la crisis que golpeaba a Pucusana y a todo el país producto de la pandemia, este balneario del sur de Lima se vio involucrado en presuntos actos de corrupción.
El 31 de julio del 2020, un mes después de la muerte del exalcalde Luis Chauca, agentes de la División de Investigación de delitos de Alta Complejidad (Diviac) de la Policía Nacional y representantes del Ministerio Público intervinieron dicha municipalidad distrital por la presunta entrega irregular de canastas de víveres a once funcionarios de la comuna que no se encontraban en situación de vulnerabilidad, según un informe de la Contraloría.
UNA PUCUSANA GOLPEADA
Dentro de una carpa azul, levantada en el centro de salud Pucusana, una adulta mayor acaba de dar positivo a coronavirus. Su mirada expresa temor por la noticia, pero escucha con atención lo que le receta la doctora. A la salida, su hija le da ánimos y le asegura que todo estará bien. De la carpa, algunos salen aliviados y otros asustados.
A esta situación se enfrenta todos los días la doctora Ivonne Sulca Aramburú (30). A diario, ella viaja de Surco hasta el balneario del Sur. Durante su jornada diaria, atiende a unas 30 personas que buscan hacerse la prueba de COVID-19.
“Algunos sí llegan con síntomas de COVID y otros solo buscan descartar la enfermedad; fingen tener síntomas para hacerles la prueba”, cuenta Sulca.
Ella analiza bien a los pacientes para no hacer un uso indiscriminado de las 350 pruebas de antígeno que llegaron en febrero a esta posta médica. Los recursos con los que cuenta son escasos, por eso a diario realiza 15 pruebas a las personas que realmente lo ameritan.
“No nos abastecemos, porque a veces llegan pacientes desaturando y necesito una prueba de anticuerpo, hacerle su hemograma, tomarle una placa, pero lamentablemente los recursos que distribuye el Estado en este centro son escasos”, explica la doctora.
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Al igual que Sulca, Dayanne Bazán Ayquipa (28), quien se desempeña como enfermera, va desde Punta Hermosa hasta Pucusana cada día para asistir a la carpa azul. La posta –dice– solo cuenta con dos balones de oxígeno.
“La población es muy grande para los recursos y el personal que tenemos aquí. El pueblo crece, pero su centro de salud sigue igual. Este ya quedó demasiado pequeño; es necesario un hospital”, enfatiza con preocupación Bazán.
Hasta las 11:33 a.m. del martes 2 de marzo, el centro de salud Pucusana había atendido a 17 personas en ese día, de las cuales dos dieron positivo a COVID-19 y tres eran sospechosos.
A pesar de esta situación agobiante que vive Pucusana, no todos cumplen las medidas restrictivas que dictó el Gobierno. En enero de este año, 82 personas fueron multadas con S/430 por no respetar la inmovilización social obligatoria, mientras que en febrero a 131 se les aplicó la misma sanción, según datos de la comisaría Pucusana.
En un recorrido por el balneario, este Diario pudo comprobar que las playas se mantienen vacías. Pero mucha gente paseaba por el malecón y la plaza con la mascarilla mal puesta y otros ni siquiera la portaban, como si la pandemia fuese un invento.
El otro gran problema de Pucusana es que para muchas familias es imposible cumplir con el lavado de manos constante. Pedro Goytizolo, subgerente de Participación Vecinal de la Municipalidad de Pucusana, nos cuenta que son pocos los sectores que gozan del servicio de agua potable.
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“Algunas zonas son abastecidos con agua una vez por semana, para los asentamientos humanos más grandes el camión pasa dos días. Es necesario que exista un surtidor, pero para eso necesitamos un terreno y no lo tenemos”, afirma Goytizolo.
“TRISTEZA Y DOLOR”
En este duro contexto de duelo y crisis, Lidia Carrillo Veliz asume la responsabilidad de dirigir la comuna de Pucusana. Desde una oficina de la municipalidad, la actual alcaldesa nos confiesa que acepta este reto con tristeza y dolor por la muerte de sus antecesores.
Su compromiso es –dice– continuar con el trabajo que no pudieron concluir los dos alcaldes fallecidos. “Sus miras fueron tener una planta de oxígeno y un hospital, y ahora esa será mi lucha”, asegura enérgicamente.
Ella pone sus esperanzas en el sector privado, para ser más precisos en la empresa Lindley con quien hay coordinaciones para el financiamiento de la tan ansiada planta de oxígeno.
Sin embargo, Carrillo cuenta que en la búsqueda de soluciones para su distrito termina chocándose con el muro de la burocracia estatal. “Las veces que hemos pedido ayuda al Gobierno, siempre nos ponen un pretexto”, manifiesta.
Al ser consultada por la intervención que hizo la policía y la fiscalía en la municipalidad por presuntos actos de corrupción, la alcaldesa dijo: “A los funcionarios que han incurrido en esos actos delictivos van a tener el peso de la ley conforme la justicia lo declare”.
Pucusana es el último de los distritos del sur de Lima Metropolitana y también uno de los más olvidados. Sus autoridades y su gente reclaman atención, reclaman mayores recursos, y también oxígeno para sus enfermos.