“Pensé en mi mamá. Creí que iban a lograr subir a nuestra unidad. Estaban dispuestos a todo. Parecían delincuentes. Rompieron las lunas de todos los lados de la camioneta. Estábamos atrapados. El conductor no podía avanzar por delante ni por atrás. No sé cómo hizo pero en una de esas logramos huir de ellos. Todo pasó en veinte minutos”, dice con una voz temblorosa Janet Luján Reátegui. Fueron, quizá, los minutos más aterradores de su vida. Ella es inspectora de la Superintendencia de Transporte Terrestre de Personas, Carga y Mercancías (Sutrán). El martes 5 de diciembre del 2017 fue enviada a realizar un operativo contra colectivos en Ancón, un distrito donde la demanda del transporte informal es muy alta. Ese día salió junto a otros nueve colegas.
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Se instalaron en el kilómetro 48 de la Panamericana Norte. Cerca de las 8:30 de la mañana, uno de los choferes intervenidos se puso agresivo y comenzó a insultarlos. Estaba en un automóvil negro con lunas polarizadas y hacía servicio informal de transporte entre Lima y Huacho.
“El conductor ya venía con la intención de insultar, agredir, amenazar”, dice José Ibarra Castillo, otro de los inspectores.
Este sujeto reclamaba que ya había sido intervenido anteriormente en otro punto y que en esa ocasión fue sancionado. Después de gritarles e insultarlos, se retiró. Cerca de ahí había otro conductor en un vehículo blanco que lo esperaba. Estuvieron ambos reunidos, por unos minutos, hasta que se perdieron de vista.
“Cuando nos retiramos después de la intervención al vehículo negro, nos dirigimos a otro lado para comer. Pero en la pista del frente, sentido de norte a sur, a un kilómetro de nuestro punto, nos estaban esperando. Había dos vehículos negros. Se preparaban para darnos una emboscada”, dice Ibarra.
Lo que pasó entonces fue una cobarde venganza. Sujetos en varios vehículos aceleraron, cambiaron de carril y cerraron el paso a la unidad de la Sutrán, como si se invirtieran los papeles de la presa y el captor. Una vez que se detuvieron, bajaron de dos autos unas ocho personas, provistas de palos y de piedras, y empezaron a atacar la unidad.
Luego de ese primer ataque, todo fue silencio y conmoción. Pero ahí no acabó todo. Estos sujetos, una suerte de guardaespaldas de los colectiveros, contratados para tomar represalia contra cualquier inspector que busque sancionarlos, no se conformaron e iniciaron una persecución de película por toda la carretera. Los gritos de los inspectores que se escuchan en el video publicado hoy, en el portal de El Comercio, son escalofriantes.
“Nos perseguían por el sentido de norte a sur y viceversa. Tomaron toda la carretera. Los autos intentaron cerrarnos el paso de nuevo y el chofer tuvo que meterse en la berma central de ambos carriles. Si el conductor no hubiera hecho esas maniobras, hubiera sido peor”, continúa Ibarra. Golpeados y asustados, lograron ver a un policía motorizado que daba una ronda de rutina. Ahora los gritos se dirigían a él, clamando por ayuda.
El servicio de colectivo está prohibido por la Ley General de Transportes. Mientras no se legalice, miles de usuarios se exponen a circular con choferes que no están empadronados y en vehículos que no tienen un SOAT que los cubra. Sin embargo, la rentabilidad que genera este negocio hace que el gremio sea cada vez más sólido y peligroso.
Ibarra asegura que varios de sus colegas han terminado internados en clínicas. “Cuando uno interviene un carro, tiene que hacerlo midiendo al conductor. Tomando una distancia para que no te atropellen. Tenemos que tener olfato”, dice.
“En los controles que hacemos en el sur de Lima nos atropellan, nos meten el carro, tumban los conos. No tienen respeto. Ellos son delincuentes y defienden lo que ellos llaman su trabajo. Para ellos, nosotros somos el enemigo, porque los sancionamos”, dice David Merino Montellanos, otro agente golpeado por la turba de ilegales.
Merino también responsabiliza a los pasajeros, pues son los que respaldan a los piratas tomando su servicio. “Y reclaman cuando nos ven. Cuando nosotros intervenimos a esos vehículos, les decimos a los pasajeros que ese auto no tiene autorización para circular y que el chofer no tiene ni licencia. En este país, para ser pirata lo único que necesitas es subirte a un carro”, dice Merino.
—Problema de todos los días—Este ataque en Ancón es solo una muestra de lo que viven los 623 fiscalizadores que trabajan en todas las carreteras del país.
Según la Sutrán, las agresiones verbales a los inspectores se producen diariamente y con diferentes consecuencias, que pueden ir desde un insulto hasta amenazas o golpes. Por cada diez intervenciones en terminales terrestres, se produce al menos una agresión verbal, y por cada seis intervenciones en vías nacionales ocurre al menos una agresión verbal.
En promedio, en coordinación con el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), se ejecutan 28 mil intervenciones en terminales terrestres al mes, mientras que en vías nacionales se realizan 22 mil, por inspectores distribuidos en garitas o puntos de control fijos, estaciones de pesos y medidas, terminales terrestres y zonas estratégicas de la región establecidas según cada plan.
“Esperamos que a finales del 2019 dupliquemos la cobertura, con el respectivo aumento del personal operativo”, dice la Sutrán.