La pandemia del COVID-19 no solo ocasionó un alto nivel de contagios y elevada mortalidad en el país (la más alta del mundo a nivel acumulado), sino también afectó la salud mental de la población, especialmente la de niños y adolescentes.
Tras el primer año de la cuarentena, el 33,6% de este grupo tenía algún riesgo de presentar problemas de salud mental, según el estudio titulado “La Salud Mental de niñas, niños y adolescentes en el contexto de la COVID-19″, cuya elaboración estuvo a cargo del Ministerio de Salud (Minsa) y Unicef Perú.
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Las restricciones no impactaron en todas las edades por igual. Mientras que en los más pequeños (menores de 2 años) predominaban manifestaciones externas de sentimientos como la irritabilidad, en adolescentes (quienes padecieron la suspensión de clases presenciales y vieron limitados por casi dos años los espacios de socialización) eran más comunes los problemas interiorizantes; es decir, sentimientos negativos asociados a la tristeza o el pesimismo ante eventos adversos.
Mariela Tavera, consultora en salud adolescente de Unicef Perú, señala que estos sentimientos podrían llevar a los jóvenes a sufrir depresión o ansiedad.
“Esto coincide con los reportes de salud mental del Minsa, que indican que el 47% de adolescentes que acuden a centros de salud se debe a ambos problemas [depresión y ansiedad], que suelen presentarse juntos. La depresión es un antecedente casi directo de intentos suicidas”, explica.
Efecto de la virtualidad
La implementación de las clases a distancia o virtuales también dificultó la formación de los menores. Según el estudio, casi el 44% tuvo problemas de aprendizaje con las clases remotas.
“Ya se pueden visualizar resultados claros en el aprendizaje de comprensión lectora o numérica. Los más perjudicados [con la virtualidad] fueron los que tenían menor rendimiento y más dificultades antes de la pandemia”, sostiene.
La estabilidad emocional de la madre, el padre o cuidador tuvo un rol importante en determinar los riesgos emocionales de los menores.
“Se halló que quienes tenían menos resiliencia (recuperación ante estrés o adversidades) tenían hijos con más riesgo de tener problemas de salud mental”, añade la especialista.
¿Cuál es el panorama que se observa en el aula? La psicóloga educacional Aranza Lira señala que existe un aumento en la falta de regulación emocional de los niños relacionado al estrés y a la ansiedad producidos por la pandemia.
“Parte del desarrollo social y emocional se ve influenciado por nuestro desarrollo cognitivo. Si no ha habido ese proceso reflexivo crítico, que surge a partir de la escuela, los niños no han podido desarrollar la habilidad de resolución de problemas”, apunta.
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