Lima posee una estética difícil de entender. Sin embargo, de alguna manera, seduce. Y es esta singular seducción lo que motiva a reflexionar a Patricia Ciriani en “Lima la sublime: apuntes para una ciudad caníbal”, conjunto de ensayos en que la historiadora de arte y arquitectura por la Sorbona nos demuestra que las fórmulas urbanas que se enseñan en las universidades no funcionan para entender nuestra capital. Para ella, la palabra ‘sublime’ nos remite tanto a un icónico chocolate como al sentido que le aportó el filósofo Immanuel Kant: aquello que define lo inabarcable, lo inconmensurable.
Parafraseando a Sebastián Salazar Bondy en su título, para Ciriani si Lima es horrible o sublime, depende del punto de vista: “Me gustaría revertir la mirada desastrosa que se tiene de la ciudad. Su pulso es como es, y no como quisiéramos que sea”, afirma la investigadora, intentando concentrarse en las estrategias de millones de limeños para vivir con muy pocos recursos. Para ella, en la precariedad se pueden encontrar las semillas del desarrollo.
─¿Dónde están las razones de tu optimismo por Lima al analizar lo que otros consideran un caos?
París o Barcelona, ciudades que conozco bastante, suelen presentarse como modelos para vivir. Pero las ciudades que son modélicas tampoco cumplen sus promesas. En realidad, se muestran extremadamente hostiles. Hablamos de sociedades que han perdido sus vínculos, que ya no son solidarias. Aquí vemos a diario escenas muy crueles, por supuesto, pero seguimos siendo una sociedad vinculada. En Lima todavía se puede caminar y hablar con la gente. Y eso es mucho. Mantenemos una cercanía que ya no existe en grandes ciudades.
─En tu libro afirmas que Lima no tiene un símbolo que represente a todos. ¿Es posible encontrarlo?
Lo fantástico de Lima es que no es una ciudad fundada sobre imágenes. Más bien se vive en dimensiones espaciales, temporales y memoriales. Es una ciudad con una memoria activa. No es el París de Haussmann de 1860, ni la Barcelona de Gaudí.
─La nuestra es una ciudad extensa, pero de baja densidad. ¿Cuán tramposo es el crecimiento de Lima?
Cada nuevo asentamiento humano crea una centralidad. En una ladera en San Juan de Lurigancho puedes creerte en medio de la nada, pero allí encontrarás comercios que generan vínculos. Lima no es densa, pero en cualquier sitio hay alguien que te venderá algo. En ciudades como París, donde vender en la calle es ilegal, solo queda mendigar.
─Ahora que se nos vienen nuevas elecciones municipales, ¿Cuál sería un buen consejo para los candidatos?
Sé que suena imposible, pero les aconsejo consultar con su población. No tratar a los ciudadanos como niños. También pediría que no calquen la visión importada de EE.UU. que organiza nuevos barrios en torno a centros comerciales. Hoy la modernidad no significa progreso democrático sino distanciamiento. Y los alcaldes deberían proponer plazas para socializar, facilitar el generar comunidad.
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