El primer disco de Leonard Cohen, publicado en 1967, incluyó una de las más bellas composiciones del también poeta: “So Long, Marianne”, una canción en la que se despide amorosamente de Marianne, una mujer que le marcó la vida. Recurrir a ella hoy es ineludible, pues toca despedir a una gran dama de la cinematografía peruana: la cineasta peruano-noruega Marianne Eyde, quien falleció el 07 de junio a los 73 años.
Nació en Tønsberg, Noruega, en 1949, pero al viajar al Perú, en la década del 70, decidió que nuestro país sería su patria. Había estudiado Ciencias Políticas en Francia, y al mudarse a Lima eligió estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima, formando así parte de la primera promoción de esta carrera. Desde entonces trabajó haciendo cortos, medios y largometrajes; primero para otras productoras y luego para la suya, Kusi Films.
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En el 2019, en la entrevista que concedió a El Comercio a propósito del homenaje que entonces le hizo el Festival de Cine de Lima, dijo que fundó su productora para poder trabajar libremente. “Una mujer abordando temas de violencia, marginalidad y vida en el campo en el cine peruano de los 80… ¿Quién habría financiado algo así?”, contó.
Luces, cámara, Marianne
A pesar de las dificultades y trabas que nunca faltaron en el Perú, ella apostó por quedarse en nuestro país. “Yo me quedé aquí porque los proyectos se sucedían uno tras otro. Empecé a trabajar en cortometrajes tras terminar la universidad, luego pasé a medios y luego a largos. Antes de dedicarme a la dirección hice producción y trabajé mucho en la parte técnica. He cargado muchos cables antes y después de ser directora. Fue un buen tiempo para hacer cine en el Perú gracias a la ley que se dio en 1972, que promovía la producción y exhibición de cine nacional. Gran parte de los cineastas de mi generación empezamos a trabajar por esa ley”, recordó.
Si bien esa ley permitió trabajar a esa generación, también fue una época de censura que Marianne Eyde vivió en primera persona, pues su primer cortometraje fue censurado, mientras su película “Los ronderos” (1980) fue aprobada de forma condescendiente. “Me dijeron que la aprobaron porque no iba a ir nadie a verla. La estrené en Cajamarca, Chiclayo, Lima y otros lugares, y hubo más de medio millón de espectadores”, dijo.
Otras películas emblemáticas suyas son “La vida es una sola” (1992) o “Coca Mama” (2004)
Sus cortos y largometrajes son de corte social y político. Pasó de cortos costumbristas a cosas más antropológicas y socioeconómicas. Salvo su película “La carnada” (1999), sus historias siempre han estado más ligadas a las comunidades campesinas. “Era raro en ese tiempo ver a una mujer embarcarse en esos temas. No digo que no hubiera mujeres. Siempre hubo y hay mujeres empujando el cine. Por ejemplo, Nora de Izcue, María Ruiz, cuya preocupación por la parte técnica es impecable. También Pilar Roca, como productora... Y ahora hay magníficas profesionales”, señaló entonces.
La cinemateca soñada
En aquella entrevista del 2019, Marianne Eyde se refirió con cierta tristeza a la imposibilidad de entregarle sus trabajos al Estado peruano, dado que carecemos de una cinemateca. “Estoy esperando la creación de la cinemateca para poder depositar las copias de mis películas y los documentos de investigación. Estoy esperando que se promulgue la ley para desocupar mis armarios”, dijo entonces entre sonrisas.
Hace unas semanas, a propósito de la publicación en este Diario de una nota sobre la necesidad de la creación de una cinemateca nacional, Marianne Eyde me comunicó, a través de su hija, que consideraba necesario que sea la Biblioteca Nacional del Perú (BNP) quien administre dicha cinemateca, por ser el organismo que llega a más personas.
La falta de un archivo nacional audiovisual actualizado y dedicado al cine hace muy difícil el acceso a sus películas. Algunas de ellas se pueden encontrar en la plataforma de ‘streaming’ peruano Cineaparte “y en los mercados regionales”, como señaló alguna vez la directora, refiriéndose claramente a las copias piratas que se podían encontrar en los mercados de diversas localidades en las que ella había grabado. No deja de ser curioso que en sus últimos días haya dedicado más de un pensamiento al sueño compartido por todos los cinéfilos. So long, Marianne. Te veremos, ojalá pronto, en la cinemateca.
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