Las puertas de su taller se cerraron, pero no su creatividad. En estos meses de cuarentena, Moico Yaker ha trabajado más que nunca y se ha reencontrado con muchos de los personajes que ha creado a lo largo de más de 35 años de carrera, en los que ha reflexionado con ironía sobre temas que tienen que ver con su identidad, lo esotérico, el poder, los héroes y la historia.
Esto le ha permitido iniciar dos grandes proyectos. El primero es una gran obra inspirada en un trabajo suyo realizado en 1989, titulado “La patria está mojada”, en el cual hacía referencia a la incomodidad de un país en pañales: “Es un cuadro al que le he ido agregando paneles como un escritor añade páginas a una novela —cuenta—. Es una obra que ya va por los seis metros y no quiero que pare”. El segundo es una serie que tiene su origen en un hecho puntual: “Cuando empezó la cuarentena una de las cosas que me llamó más la atención fue que los animales comenzaron a salir a la superficie, ya sea porque la atmósfera estaba limpia o porque no había gente y no tenían miedo. En realidad, siempre hubo animales en mis obras, pero a partir de eso, decidí abrirles las puertas de mi taller, y darles más protagonismo”, dice.
Zoológico en construcción
De esta manera, su taller fue tomado por cuadros de elefantes, loros, patos, camellos, mandriles, pinturas de grandes formatos que lo llevaron a plantearse la idea de una próxima exposición que podría tener el título de “Zoológico”. Algo que podría tomar tiempo, pues para Yaker una exhibición no solo está hecha para ver, sino, sobre todo, para oler y sentir la superficie de las obras. Por eso —afirma— no le interesan las muestras virtuales, sino prefiere aguardar hasta que la gente pueda volver a las salas de arte.
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“En este momento tengo ya como 15 cuadros de gran tamaño —cuenta con entusiasmo— que son como conciertos de animales a modo de Conversation Pieces, esa corriente de pintura que había en la Inglaterra del siglo XVIII, en la que se retrataba a la gente en la mesa, intercambiando ideas. En este caso, hay cuadros en los que un elefante tiene un pato subido sobre la cabeza, un loro parado en sus colmillos, mientras una serpiente envuelve sus pies; otros en los que un camello aparece encerrado en un acuario, o en el que una ardilla juega un antiguo juego de mesa llamado ‘El judío errante’ con un mandril. En este caso, la ardilla representa la diversión y el mandril la locura”.
Una puerta cerrada
En esa búsqueda de animales para retratar, Yaker cuenta que vio por internet la venta de una aldaba que representaba la cabeza de un león. Entonces, se percató que a su zoológico le faltaba el mayor de los felinos y decidió pintar el cuadro que, ahora, envía al proyecto De Voz a Voz Perú: “Una aldaba simboliza una puerta cerrada. Si bien yo tenía otras obras que aludían al encierro, como esa del camello metido en el acuario, me pareció que esta era la más representativa”, dice.
En el texto que acompaña la obra, Yaker ha escrito: “La representación de animales en la historia del arte ha sido usada en numerosas ocasiones con el propósito de describir y comentar ciertos rasgos del carácter humano. En esta obra, el rostro del león reemplaza a una puerta cerrada. Este ‘cuidante’ se ha transformado en una áurea aldaba que encarna su majestad y peligroso carácter, a pesar de su corriente labor doméstica. Colgado en una puerta, controla, avisa y protege”.
A propósito del bicentenario
La obra de Moico Yaker también ha sido una constante interpelación al poder y a esa historia oficial de héroes y caudillos. Uno de sus cuadros, por ejemplo, titulado “Capitulación” (2017), es una superposición de escenas. Sobre una pintura bélica de la época de la independencia, el artista inserta una serie de sillas barrocas vacías, algo que alude a esa ausencia y presencia del poder tan característica de nuestra época republicana. En otros trabajos ha recreado no solo obras de Gil de Castro, sino también el célebre cuadro de Lepiani sobre la proclamación de San Martín en la Plaza Mayor.
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“De alguna manera —dice— con el tema de la patria está mojada, he vuelto sobre obras de Gil de Castro que ya había trabajado como es el caso de la pintura de Olaya. Pero, ahora, la parte superior de la imagen es el Olaya de Gil de Castro, pero la parte inferior es un cuerpo de sirena, pues Olaya era un personaje que solía nadar de un extremo a otro, de Chorrillos a Lima; luego aparecen otros próceres como San Martín y Bolívar, pero tampoco lucen enteros. El motivo básico de esta obra es la gran pintura de una boda: el novio es la parte inferior del Bolívar de Gil de Castro y la novia no tiene cabeza, pero el vestido está tomado de una pintura mía anterior llamada ‘Status Quo’ que hacía referencia a la batalla de Junín. Hay una serie de ironías, transposiciones, y es la mirada del espectador la que tiene que encontrar un orden. Aquí están presentes todos, los curas, los cardenales, los próceres, héroes como Alfonso Ugarte, saxofonistas, pero también hay perros, gatos, patos… Es como una gran ópera en la que va sucediendo una serie de cosas”.
Yaker afirma que su propósito siempre ha sido contar la historia desde el otro bando, del lado de los perdedores, por eso la ironía y el intercambio de roles en sus cuadros, como ese ya clásico en el que un gigantesco José Olaya sostiene a un diminuto Simón Bolívar en una mano.
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