Escritora, lectora, periodista, activista, feminista. La argentina Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960), no solo es reconocida por su talento con las novelas negras, sino también por su activismo feminista, frontal y valiente, que se mantiene a pesar de los ataques. Su última novela, “Catedrales” (Alfaguara, 2020), se enmarca muy bien en aquello que defiende el movimiento feminista, pero no es un libro panfletario, sino una historia honesta y cruda sobre el aborto, la religión, las convenciones sociales y el silencio.
La pandemia la obligó que la promoción de “Catedrales” sea totalmente virtual, pues este salió a librerías apenas unos días antes del toque de queda y cierre de fronteras. Sin embargo, esta situación también le ha traído gratas sorpresas. “Antes te enterabas de lo que pensaban los lectores cuando ibas a las ferias de libros, hoy recibo mensajes todos los días de lectores que se han acompañado en cuarentena con el libro. El hecho de estar encerrados también hizo que las lecturas que iban haciendo los atravesaran más y me llegan mensajes larguísimos contando las distintas dimensiones de su experiencia lectora. Para mí fue una gran experiencia, pues en medio de esta pandemia me he sentido acompañada, sostenida por los lectores”, dice desde su casa en Buenos Aires.
¿Qué opinas de Louise Glück, la ganadora del Nobel de Literatura de este año?
Me parece muy interesante que el Nobel premie a la poesía. Leí poco a Glück hasta ahora, pero lo que había leído me gustó muchísimo. Y mis consultores de cabecera en poesía son fans de ella así que no dudo de que el premio es merecido.
¿Consideras que los reconocimientos literarios internacionales tienen una carga política? ¿Cómo ves la idea de “separar la obra del autor” cuando se trata de un autor cuya vida tiene algún aspecto polémico?
Algunos sí y otros no. El Nobel siempre lo ha tenido. De hecho, en Argentina siempre corre el mito de que a Borges no se le dio porque no fue enfático en oponerse a la dictadura militar en la Argentina. Creo que lo que debe estar es claro en las bases y en la publicidad del premio entonces quienes se postulan y quiénes confían en ese premio saben si las razones de otorgamiento son solamente literarias o no. Como lectores, Creo que tenemos el derecho de leer a quien queramos y en ese deseo a veces se mezclan temas no estrictamente literarios.
Hablemos de tu última novela, “Catedrales”, que tiene una carga bastante feminista, ¿fue concebida de ese modo?
Mira, cuando escribo una novela, escribo una historia. Aparece una imagen a partir de la cual los personajes empiezan a hablar, a mostrar sus conflictos para que la gente sepa quiénes son. La imagen disparadora de “Catedrales” tiene que ver con la portada del libro, donde está la joven sentada en el último banco de la iglesia esperando un reparo que no recibe. El tema del feminismo, el tema de la agenda de mujeres, está presente en mi literatura siempre. No de una manera tan brutal como en “Catedrales”, pero está desde la primera novela, “Tuya”, porque se tiene el tema del aborto, de la religión; lo mismo que en “Betibú”, donde una mujer separada y sus amigas se cuestionan muchas cosas que tienen que ver con el mundo de los hombres, con respecto a trabajar en ese mundo y tomar un lugar en él, en ese caso en el periodismo. Entonces, estos temas estaban dentro de mis obsesiones literarias.
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Encontré una correlación en la estructura de “Catedrales” con las consignas del feminismo. Ana, cuya muerte inicia la historia, es la mujer silenciada. Son sus amigas las que hablan por ella, como diciendo “Somos la voz de las que ya no están” o “Tocan a una, respondemos todas”.
Sí, hay una cuestión con la amistad muy fuerte y que habla mucho del estado real de los problemas que aborda el feminismo. Aquí el movimiento feminista y el apoyo a las mujeres que sufren violencia es muy fuerte. Y sobre el silencio, te cuento: hablaba yo con Dolores Reyes —una escritora argentina que tiene un libro que se llama “Cometierra”, y que iba a presentar “Catedrales” en la Filba—, y ella me hablaba sobre cómo mi libro juega en pared con el suyo. “Cometierra” es un texto donde la protagonista es una mujer que tiene visiones tras comer la tierra de los lugares donde aparecieron cuerpos de mujeres muertas. Tiene algo de rulfiano y de realismo mágico, es una novela extraordinaria, y es como la contracara de mi novela. Ambas presentan a mujeres que quedaron sin voz y que la recuperan por medio de otras mujeres que hablan por ellas. En “Catedrales” son las amigas, en “Cometierra” es una médium.
Tu activismo feminista y a favor del aborto libre, seguro y gratuito es muy frontal. ¿Te ha enfrentado eso con el público?
He tenido agresiones de todo tipo a través de las redes, hasta amenazas de muerte. Te contaré, cuando Leonardo Padura vino en 2018 yo lo tenía que presentar, y un grupo de anti derechos hizo toda una campaña para que me bajaran de esa presentación. Como llamaron muy insistentemente a quien organizaba la charla, pidiendo que yo no participe, los medios argentinos llamaron a Leonardo Padura a Cuba y le preguntaron qué opinaba del lío que se había armado. Su respuesta fue: “¿Qué, en la Argentina no hay aborto legal? Porque en Cuba sí hay". Pero yo no iba a hablar del aborto, iba a hablar de las novelas de Padura. De todas maneras, las cosas buenas que han pasado son muchas más que las malas, y yo no me arrepiento de nada. Si yo no hiciera lo que hago, me sentiría muy mal.
¿Han cuestionado tu literatura por tu militancia?
Me han dicho muchas veces “no te voy a leer más”, pero quienes me leen, si siguen un poco en las notas periodísticas o en mis redes, saben además cómo pienso. A lo mejor quien leyó mi novela “Tuya”, donde el personaje adolescente decide no hacerse un aborto, no se pone a pensar qué pienso yo con respecto al aborto, en cambio hoy, quien lee “Catedrales”, sabe ya lo que yo pienso y el papel que tomé en el activismo por esos derechos. Mi literatura refleja algunas de mis obsesiones, y creo que el debate sobre el aborto en Argentina, que se da fuerte a partir del 2018, y el movimiento #NiUnaMenos hace que el tema feminista sea mucho más visible para la gente. En “Catedrales” sí hay un tema con la religión y eso sí tiene que ver con mi activismo, pues yo he ido con muchas mujeres a hablar de aborto legal, seguro y gratuito a muchos espacios, como a las cámaras de Senadores y Diputados. Y yo iba a explicar por qué esto era una necesidad de salud pública para las mujeres y muchas veces me encontraba del otro lado con alguien que te decía “Yo estoy totalmente de acuerdo con ustedes, pero si voto a favor cuando vuelva a mi provincia el obispo me reta”. O “Sí, yo estoy de acuerdo, pero no voto a favor porque cuando en mi provincia voy a la misa con mis hijos, el cura habla mal de mí”, o “Sí, yo pienso lo mismo pero a mí me votan muchos evangelistas y me dijeron que ya no me van a votar si yo voto por el aborto”, y entonces ahí empiezas a sentir una bronca terrible porque los intereses políticos hacen que esta gente negocie con el cuerpo de las mujeres…y creo que eso sí se nota en “Catedrales” a diferencia de mis textos donde trato también estos temas.
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El movimiento feminista en Latinoamérica estaba levantando fuerte, pero la pandemia nos metió a casa. ¿Crees que la pandemia frenará al feminismo?
Nosotros tenemos que estar muy atentas, pues, como dijo Virginia Woolf, siempre que el feminismo está a punto de conseguir algo viene alguna crisis y lo baja, pero creo que hoy, a diferencia de otros tiempos, estamos muy atentas, alertas y conectadas entre todos los países. Yo no creo que se pueda volver atrás. Nosotras vamos a seguir con fuerza en esta lucha, porque no estamos solas. No es solo mi generación, es la tuya, son las generaciones que vienen y que ya nacen con otras ideas. Ya me parece imposible que mi hija o mis sobrinas se dejen manejar de la manera en la que nos dejamos manejar nosotras durante tanto tiempo.
En ese sentido, la virtualidad nos ayuda a estar conectadas y a que el movimiento no se frene.
Sí, totalmente. Yo siempre tuve mucha actividad en las redes, y por supuesto que con la pandemia esto se exacerbó, y tiene sus cosas buenísimas, porque permitió ir a lugares más lejanos. Igual tenemos un gran inconveniente en Argentina, pues que gran parte de lo que logramos las mujeres en el movimiento feminista fue en la calle, #NiUnaMenos y la vigilia a favor del aborto fueron en la calle, y hoy no podemos ir a la calle a pelear por estos derechos y todavía no encontramos una forma de reemplazar el peso que tiene la calle: esa marea verde, esa cantidad de pañuelos verdes y de mujeres cantando, pidiendo la ampliación de derechos…todo eso es muy difícil de equiparar.
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