“Soy el poderoso Apu, espíritu de los cerros de los Andes. Lloro lluvia, suspiro viento, eructo lava y estornudo terremotos”, dice uno de ellos. “Yo soy Mama Cocha, madre de todas las aguas y protectora de navegantes y pescadores. Quien desea peces y espera la lluvia, viene a mí a veces con regalos y a veces con lágrimas, que cuelgo de mi cuello como un collar”, explica la otra. “Que no te engañe mi tamaño, puedo ser muy fuerte cuando me lo propongo”, dice Ekeko. “Me encanta que me conviden con un cigarro encendido cada viernes, prueba este truco y tu destino tendrá abundancia y alegría”. “Y yo soy Inti, soy el dios Sol, creador de todo lo que hay en el mundo. Los hombres me ofrecen sacrificios para que no los descuide. Lo que no saben es que yo solo dejaré de amarlos cuando deje de brillar”.
Y así, una a una aparecen las deidades. Y se presentan ante el respetable.
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Récord olímpico
No son doce, como los divinos habitantes del monte Olimpo ubicado en Grecia. Aquí son veintisiete y están por todos lados: cielo, suelo, mar y subsuelo. Los dioses de esta indómita tierra no se han construido una mansión de cristal en las cumbres nevadas. Los nuestros son menos etéreos y más juguetones. “Caminar con los pies y la cabeza volteados duele, saca callos, da migraña y pone de muy mal humor hasta a un rey del Amazonas y sus meandros, como yo”, dice Dekmuda. “En mi casa huele feo, horrible, aunque es un toque personal que me hace único. Ser el dios del guano tiene muchas cosas buenas”, dice Guamancantac. “Soy una buena maestra en este arte de tejer, porque hasta enseño a los hombres a tragar el algodón sin agua para formar el hilo. Ten cuidado, no intentes hacerlo en casa, no te saldrá tan bien como a mí y no me digas vieja”, advierte Basnempöro.
Semejante proliferación de divinidades —que bate todos los récords en el hogar de los dioses olímpicos, incluyendo el panteón griego presidido por Zeus— de ninguna manera es gratuito, considerando que en imaginario religioso andino hay una deidad protectora para todo y para todos. Un espectro de omnipotencia y eternidad francamente fascinante, altamente tentador como material literario. “Lo cual demuestra el enorme respeto que las culturas antiguas sentían por la Tierra y la veneración que les generaba el entorno. Encomendarse con fe a algo o a alguien que está en otro plano y pinta una cara de la humanidad que es tan antigua como ella misma”, explica Elena Fernández Ferro, la escritora argentina de “Diosario”, el volumen que los contiene.
“Me encantó la idea de dibujar a estos personajes desde un imaginario tan rico. ¡Podría crear seres extraños con poderes mágicos! Por otro lado, el proyecto partía de una investigación arqueológica que me dejo muy entusiasmada. Soy muy curiosa y adoro investigar y aprender todos los días. Cuando conocí a Julia personalmente en Lisboa, ella me entregó un sobre de tela con tres libros dentro y una investigación profunda de los dioses. Eso fue excelente, muy profesional y motivador. Ya en el viaje de regreso a Porto, donde vivo y trabajo, comencé a leer los libros y el proyecto comenzó ahí”, complementa Mariana Rio, ilustradora afincada en Portugal.
Se refiere a Julia Viñas, consultora argentina que llegó a Lima el 2010 y se quedó entre nosotros. “Recorro calles y ciudades, trabajo con empresas y personas de distintas idiosincrasias y costumbres sintiendo la riqueza cultural y el talento. Y mientras nacían y crecían mis dos hijos peruanos, se incrementó mi interés para que aprecien los libros como objetos que perduran en el tiempo y que nos forman. Me autodenomino una desvergonzada y, talleres de escritura, edición y lectura mediante, vinieron estas ganas de seguir mis propios proyectos editoriales”, dice, mostrando “Diosario”, volumen que inaugura la presencia de lo que ella llama “una editorial pequeña, independiente, latinoamericana y en un punto casi artesanal dirigida a entusiastas oyentes y primeros lectores de 0 a 99 años”.
Curiosidad y asombro
“Se llama ‘mónimo’, con tilde en la ‘o’ y en minúsculas, porque suena bien, porque nos presenta antónimos, sinónimos, parónimos, homónimos, zoónimos, jerónimos para el alma y es fantasía pura. Porque está metido en las palabras, en los significados y se cuela en la construcción de nuestro ser también”, dice Viñas, enfatizando una línea editorial soportada por tres ejes: lo nuestro a partir de la riqueza patrimonial, una temática probablemente incómoda pero necesaria --el segundo lanzamiento aborda de manera muy poética la muerte-- y el talento peruano, tanto en narración escrita como ilustrada. Hará foco sobre niños de 4 a 8 años, sin perjuicio de quienes entienden el arte de leer y vivir historias ilustradas y ampliar su imaginario.
“Hay que pensar con la ingenuidad de un niño, con la amplitud de un niño, con la capacidad de asombro de un niño. Y siempre con la inteligencia de un niño, jamás subestimándola. Este juguete escrito e ilustrado puede ser tanto para un niño como para un adulto”, agrega la también autora de “El armadillo que quería jugar” (Ediciones Pichoncito, 2018), entrañable historia que invita a atesorar dos mundos, el real y el fantástico. El relato infantil subvierte casi siempre las leyes de la física, ¿Cómo controlas la fantasía? “¿Realmente la queremos controlar? ¡No!, queremos estirar la pita. Como decía Julio Cortázar refiriéndose a lo fantástico: ‘Yo aceptaba una realidad más grande, más elástica, más expandida, donde entraba todo”.
¿Y cómo gravita el probable trasvase en ilustración y/o procesos transmedia en la concepción original de la historia? “El libro ilustrado y el libro álbum tienen algunas diferencias, a pesar de que ambos son, en efecto, ilustrados. En el primero la imagen posiblemente acompañe de manera más cercana la narración textual. En el segundo, la narrativa visual puede volverse autónoma, hasta el punto de no existir un texto. El talento narrativo de un ilustrador, técnico y estético serán fundamentales en el catálogo que estamos construyendo. Y por eso espero que el horizonte de ‘mónimo’ sea de escala humana, consciente de sus materiales y de la nobleza procedente del Perú y también de allá”.
Por lo pronto, su “Diosario” ya está marcando el camino. El exministro Salvador del Solar, por ejemplo, ha dicho: “Cada página tiene de invitación, de sorpresa, de enigma y de descubrimiento. Con delicadeza y sencillez, nos ofrece trazos, rastros, guiños de estas presencias que parecen haberse escondido tan pronto como volteamos a mirar en la dirección de sus susurros. En eso reside su maravilloso regalo: algo (¿alguien?) nos invita a seguir jugando, silenciosamente, entre la curiosidad y el asombro. Es un fino ejercicio de la imaginación puesta al servicio de nuestra imaginación. Nos sugiere que habitamos una tierra de la que no somos los únicos habitantes. Y nos recuerda que las fuerzas invisibles de la naturaleza y la magia de nuestras leyendas y diversas tradiciones nos acompañan, hermanan y enriquecen. Gracias a los dioses, espíritus y seres de Diosario, cerramos el libro con la renovada intuición de la presencia de lo mágico y lo mítico en nuestra existencia”.
Diosario: presentación en Lima
Lugar: Museo de Arte Contemporáneo.
Dirección: Av. Grau 1511, Barranco.
Fecha: 21 de agosto.
Hora: 3 p.m.
Entrada. Libre.
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