Se sabe que el “Don Quijote” de Cervantes fue concebido (y parte escrito), en la cárcel de Sevilla, donde el autor recaló una temporada. Así lo relata el mismo Manco de Lepanto, donde en las líneas iniciales de su opus magna dice refiriéndose a la prisión aquella: “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”. Despojado de la libertad, Cervantes traspasó las convenciones literarias de su tiempo y, como él, una larga lista de autores produjeron obras perdurables tras la experiencia de la carcelería.
Así, la tensión entre la libertad y el cautiverio muchas veces provocan avances creativos no solo para escribir, sino para convertir el mismo hábito de la lectura en una experiencia de libertad espiritual. Esta posibilidad de la literatura para sobrellevar la pérdida de la libertad física es algo que ha sabido canalizar, desde 2015, la Dirección del Libro y la Lectura. En efecto, este órgano del Ministerio de Cultura ha venido desarrollando en los centros del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) el programa “La Libertad de la Palabra”, convocando a escritores locales para compartir con los internos un espacio de lectura y de creación.
Sin embargo, como nos explica Leonardo Dolores Cerna, director de la Dirección del libro y la lectura, desde el inicio de la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, estos programas tuvieron que cancelarse. “Hacia marzo y abril del año pasado, los protocolos no permitían siquiera el préstamo de libros dentro del mismo penal”, recuerda. Lentamente, se fueron activando los programa de lectura para los internos, y recién a fines de junio se retomaron las visitas de escritores, aunque de forma virtual. Así, el programa implementado este año prevé trabajar en ocho penales, tres en Lima (Lurigancho, Miguel Castro Castro, Chorrillos, Ancón) y en centros penitenciarios en las regiones de Junín, Huancavelica, Arequipa y el Callao. En total, son 200 personas privadas de libertad las beneficiadas.
LECTORES EN LIBERTAD
El escritor Selenco Vega fue el primero en reiniciar este programa, con lectores del establecimiento penitenciario de Lurigancho el pasado 25 junio. En Lurigancho, los internos recibieron previamente ejemplares del libro de cuentos de Vega “El japonés Fukuhara”, ganador del Premio Nacional de Literatura 2019. “Se trató de una de las experiencias más enriquecedoras que he vivido en mucho tiempo”, nos dice el narrador. “Mi intervención tuvo dos partes. En la primera, hablé sobre el proceso creativo y di un testimonio de parte sobre el significado de la escritura y la lectura. La segunda parte consistió en un conversatorio con los internos, en donde varios de ellos realizaban preguntas (y yo respondía) acerca de mi libro de cuentos, “El japonés Fukuhara””, recuerda.
Asimismo, el pasado 30 de junio participó del programa el escritor huancaíno Hugo Velazco, quien conversó con los internos del penal de Huancayo. En siguientes experiencias se irán sumando los autores Denis Vega, Alina Gadea, Stuart Flores, Sheyla Alvarado, Cronwell Jara y Walter Lingán. “Hemos intentado que haya diversidad regional en los autores convocados”, señala Dolores. “Lo usual es que las obras tengan que ver con el contexto geográfico de los lectores. Creemos que así la lectura puede ser más cercana”, explica.
Ciertamente, la relación virtual entre un escritor y sus lectores no resulta tan profunda como una comunicación presencial, sobre todo en un centro penitenciario, donde solo se puede contar con una pantalla para el atento auditorio. “Lo primero en que pusimos atención, además de la participación y el diálogo con los autores, es en el libro en sí. Lo virtual nos ha hecho enfocarnos en el mismo hábito lector. Ahora prestamos mucha mayor atención a que los internos lean previamente el libro antes de dialogar con el escritor. Este primer paso es fundamental, porque más allá de una visita, lo que busca el programa es generar el hábito de lectura”, señala el funcionario del Mincul.
Así, cuando el escritor se conecta al Zoom, ya se encuentra con un grupo de lectores motivados, familiarizados con su obra, con preguntas precisas e interesados en compartir comentarios. “Todos los participantes habían leído mi libro. Era claro por el tipo de preguntas que me formularon. Todos estuvieron atentos, y varios de ellos me hicieron saber que, a partir de la lectura de mi libro, había surgido en ellos el interés por escribir cuentos y novelas con aspectos de su propia vida”, coincide Selenco Vega, para quien el momento más emotivo de la reunión virtual fue, al final de la charla, cuando uno de los internos leyó una carta suya en la que brindaba un testimonio conmovedor sobre la forma en la que la creación literaria lo había ayudado a sobrellevar los años de cárcel. “Él está terminando un libro de cuentos, y su máxima aspiración es poder publicarlo apenas consiga salir en libertad”, señala.
Asimismo, los internos suelen realizar dinámicas creativas, como la que se le ofreció a Hugo Velazco en el penal de Huancayo, con maquetas y gráficas asociadas a su libro “La carnada y otros cuentos”. Por su parte, para el narrador Selenco Vega se preparó una canción, una pintura, una interpretación de rap y un breve montaje teatral por parte de los lectores del penal. En el caso de Selenco Vegan al despedirse de sus lectores, se comprometió en engrosar la colección de la biblioteca del penal con una donación de libros y revistas. “Sé que, con ese puñado de internos, serán muy bien recibidas y utilizadas”, afirma.
En efecto, para una persona privada de su libertad, la lectura puede ser una actividad reparadora, que permite la reflexión y que brinda un espacio de libertad que solo permite el poder de persuasión de la palabra escrita. “A partir de la lectura previa, se puede abrir el diálogo con los autores, a pesar de las trabas que puede poner una pantalla. Sin ella, conocer al escritor virtualmente y por un tiempo limitado no resultaría natural ni fluirían las ideas”, explica Leonardo Dolores.
Como señala el funcionario, la importancia de promover la lectura y la creación literaria dentro de los penales radica en permitirle a las personas salir del cotidiano encierro físico y, a través de la imaginación, recuperar la libertad creativa, la posibilidad de reflexionar y con ello modificar conductas y sanar heridas. “La lectura dentro de un centro penitenciario tiene un doble valor”, afirma Dolores. “Permite imaginar vidas nuevas y realidades diferentes. La lectura no solo distrae al interno, sino que también le ofrece sanación”.
Si bien en el Perú no hay estudios y mediciones que respalden los beneficios del hábito de lectura para rehabilitar a los internos y hacer más llevaderas las condiciones del encierro, la Dirección del Libro y la Lectura se apoya en investigaciones cualitativas realizadas en el extranjero, enfocadas en el vínculo entre la lectura y la reparación emocional, beneficios que se observan, como explica el funcionario, no solo en centros penitenciarios, sino también entre pacientes de hospitales. “Sería muy interesante investigar este tema en el Perú, es una tarea aún pendiente”, afirma.
En el futuro, la posibilidad de que los escritores vuelvan a mantener estos encuentros de forma presencial irá de la mano con los nuevos protocolos tras la superación de la pandemia. Hasta entonces, los encuentros se realizarán de forma virtual. “Esto tiene que ver con la protección no solo de los visitantes, sino también de la misma comunidad de internos, en riesgo frente a personas ajenas al centro penitenciario. Pero la idea es volver a lo presencial”, recalca Dolores.
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