Altiva y señorial como sus casonas y solares. Triste y cruel como el tiempo que las trajo abajo. Áspera y temible como el estigma de peligrosidad que la acompaña: en ningún otro cuadrante de Lima hay tantas contradicciones en tan pocas manzanas. En Barrios Altos nacieron Ricardo Palma y Tatán, leyenda del hampa. Manuel Ascencio Segura, César Cueto y Roberto Challe. También Leonidas Yerovi y Nicomedes Santa Cruz Aparicio (padre del decimista). Barrio intenso y colorido como la ropa tendida que asoma por sus ventanas. Hecho de mazamorra, incienso y procesiones. Barrio mestizo donde se funden el español con el chino, el negro con el italiano y el indio con el japonés.
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Pero, en esencia, es el corazón de la jarana peruana. No en vano allí vieron la luz Alejandro Ayarza Morales, el gran ‘Karamanduka’, y Felipe Pinglo Alva, sumo pontífice de la música criolla. Fue un 31 de octubre de 1944 cuando el presidente Prado y Ugarteche caminó por jirón Huánuco hasta llegar a la Plaza Buenos Aires y declarar oficialmente el Día de la canción criolla. Y sigue igual, con su geometría de baldosas y sus calles de trazado desigual en caprichoso desnivel sobre las que penden peligrosamente los viejos balcones. En Barrios Altos se cocinan todos los caldos culturales. Se funden y superponen como las capas de pintura sobre sus fachadas descascaradas.
Cinco esquinas
“Me llamó la atención esta contradicción entre vivir en una vivienda que forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad y correr el riesgo de que se desplome mientras duermes”, dice Jimmy Valdivieso (Lima, 1977), que obtuvo una maestría en antropología visual por la PUCP haciendo foco en esa mezcla entre riqueza cultural, hacinamiento y violencia. “Mi trabajo de campo empezó en el 2013 y desde ese momento no he podido desconectarme. Además de la tesis, he producido dos documentales. Uno de ellos es ‘Esa gente existe’ (2015), punto de partida para ‘Mi Barrios Altos querido’, que estrenaré este 31 de octubre; Día de la canción criolla.
En efecto, si sus primeros trabajos estaban más cerca del registro periodístico, esta vez hilvana una historia interconectando a cinco protagonistas simultáneos: una dirigente vecinal de la tercera edad que ha aprendido a lidiar con los malhechores; un guía turístico cultor del patrimonio arquitectónico y la música criolla; un exdelincuente que sale de la cárcel y entra a una iglesia evangélica; una adolescente bailarina de música afroperuana que sueña con vivir en España, y un muralista de Bellas Artes cuyos padres son oriundos del Ande. Todos caminan bajo el telón de fondo de Barrios Altos, vecindario histórico tan temido y tan amado a partes iguales.
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“Quería que nos veamos reflejados en esos cinco protagonistas, con sus propios desafíos, sueños y conflictos. El gran problema es la estigmatización que vincula al barrioaltino con la delincuencia, la ociosidad y la desvergüenza. Medios y redes amplifican, sobre todo a través del humor, estos prejuicios. Es una generalización letal que fomenta el miedo. El rodaje empezó en enero del 2017 y culminó nueve meses después. Hubo semanas en las que no avanzábamos por limitaciones presupuestales. Hice cinco versiones de la película, mis amigos y maestros me asesoraron en el complejo proceso de hilar las historias y, con total seguridad, te puedo decir que se ha sostenido en la buena fe. Creo que ese espíritu de camaradería se transmite a lo largo del documental”.
Metrallas de cajón
Atendiendo a lo imprevisible que resulta grabar en un lugar de alta movilidad social, ¿el guion tuvo un modesto papel referencial? “Sí -dice el director-. Tenía una estructura narrativa previa, pero cada vez que llegábamos al rodaje la realidad nos decía ‘no pretendo que suceda nada de lo que tienes anotado en tu papelito’. Los hechos nos llevaban por mejores rutas narrativas. Algunos personajes, como Elsa, se terminaron de abrir recién cuando llegó la cámara. Ella había sido muy reservada con respecto a su vida sentimental, pero llegó un momento mágico durante el rodaje donde nos abrió su corazón y nos regaló instantes llenos de amor y ternura que son realmente conmovedores. Debo ser el único editor que llora mientras edita su película”.
Dura 79 minutos y compone un fresco excepcional que se reescribe a la misma velocidad del barrio. Bajo el influjo de Mary Jiménez y Mikael Wistrom, el documental de Valdivieso ya se ha visto en Argentina, México, Alemania, Brasil, Uruguay e Italia y proyecta prolongarse en un tercer filme el 2021. Tal vez todo dependa de la Piedra Horadada, ese oráculo prehispánico situado entre los jirones Cangallo y Junín que parece gobernar ese compuesto multiforme hecho de guiados turísticos, jaranas interminables, silbidos de esquina, metrallas de cajón y duelos de callejón. Todo perfectamente sazonado con la chispeante lírica del vals.
Más información
Estreno: 31 de octubre.
Hora: 3 p.m.
Entradas: Eventrid.pe
Costo: S/14,90
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