J Balvin se fue por la mañana a rezar a una iglesia de Arequipa, y por la noche persistió en su agitación hormonal, como cuando canta “estoy loco por ponerte en cuatro”. Que cada quien juzgue si entre una y otra cosa hay una contradicción o se trata, más bien, de un sincretismo religioso-reproductivo que ha hecho del colombiano un artista tan pero tan polémico y popular.
El intérprete de “Mi gente” fue la gran estrella del megaconcierto en el Jardín de la Cerveza del último domingo en Arequipa, show que sirvió para recibir el aniversario 482 de la Ciudad Blanca. Fue justamente la mencionada canción la que abrió la presentación de Balvin, bordeando las 12:30 de la medianoche.
Con una voz de respaldo durante todo el espectáculo –sin la cual perdería fuerza y dinamismo–y un eficaz elenco de baile que, por sus atuendos, parecían un cruce de David Byrne y los personajes de “The Handmaid’s Tale”, lo de J Balvin fue bastante notable. Las impresionantes pantallas a sus espaldas, además de la pirotecnia, redondearon un concierto calcado de sus giras más ambiciosas. No hubo nada que guardarse, a pesar de que el recinto no era demasiado grande para lo acostumbrado en sus shows.
Después podemos discutir si lo suyo es realmente un simple hot-dog, como lo hizo famoso el puertorriqueño Residente. En todo caso, el público quedó empachado y satisfecho con el embutido colombiano que destacó con temas como “Qué calor”, “Relación”, “No me conoce” y la que cerró el espectáculo, “In Da Getto”, algunos de los más bailados de la noche.
En total, una hora y media de show que planea repetir en Lima en octubre próximo. Pero qué bueno que haya ocurrido primero en Arequipa, como para invertir el orden habitual de los factores.
Un debut y una falta
Tras la despedida de Balvin, hubo una fuga masiva de espectadores. Muchos se conformaban con verlo solo a él. Pero los que sí se quedaron tuvieron la suerte de ver a quienes clausuraban la jornada: Los Auténticos Decadentes en plena forma, pese a sus más de cuatro décadas sobre el escenario.
¿Quién hubiera dicho que la banda argentina sería en algún momento la de mayor edad y trayectoria de un festival como el del domingo? Y que además serían los encargados de cerrar la fiesta por todo lo alto, pasadas las tres de la madrugada. Algo de justicia poética hay en eso, sin duda. Y vaya que estuvieron a la altura.
Pero remontémonos ahora al inicio del espectáculo que realmente inició con la peculiar aparición de la banda peruana La Ficción. Peculiar porque su indie pop parecía romper un poco con el perfil musical de los otros participantes, y que su propio vocalista reconocía con un honesto “no sé qué hacemos aquí”. A pesar de eso, su presentación fue una feliz sorpresa, beneficiada con los buenos niveles sonoros y audiovisuales del escenario.
Después de ellos se suponía que aparecía la agrupación Los 4 de Cuba, pero nunca salió al escenario. Fue el único número fallido de la organización, que optó por llenar la franja horario de la orquesta cubana con un set del DJ Diego Alonso, quien hizo de bombero poniendo música tan ecléctica –del reggaetón a la cumbia, del rock a la salsa– que haría avergonzar a la ONU en cuestión de tolerancia y diversidad. Punto para el ‘disc-jockey’ nacional.
Lo mejor y lo peor
Pasadas las 9 p.m. una mosca inflable, gigante y fosforescente se levantó en el escenario como señal inequívoca que era el turno de La Mosca Tse Tse. El entrañable grupo liderado por Guillermo Novellis ofreció un set no muy largo, pero cargado de ‘hits’ propios y ajenos. Hubo guiños y homenajes a AC/DC (incluyendo el polo de Novellis), Guns N’ Roses y Soda Stereo, y no faltaron clásicos como “Todos tenemos un amor”, “Baila para mí”, “Te quiero comer la boca” y “Para no verte más”.
Lo sorprendente del caso es que Novellis muestre tal entrega apenas siete años después de haber sufrido un infarto durante un show. Todo lo cual hace aún más admirable su despliegue sobre el estrado, que no escatimó incluso en un agradecimiento al Perú por su apoyo a Argentina durante la guerra de Las Malvinas. Momento emotivo de la noche.
Y si La Mosca ofreció acaso lo mejor de la noche, lo peor vendría inmediatamente después. Primero, con el ¿rapero? Jota Benz, cuya presentación por suerte no duró más de 15 minutos; y segundo, con el venezolano Danny Ocean, de sosa performance. Si hay reuniones de trabajo que pueden ser un ‘mail’, hay shows –como el de Ocean– que podrían ser tranquilamente un TikTok.
Por último, no se puede dejar de mencionar el breve espectáculo de medianoche que incluyó una serenata e himno de Arequipa, con unas sobrias danzas típicas que pusieron la cuota tradicional de la noche. Hubo muchos pechos henchidos, que confirmaron que el grueso de los asistentes fueron locales. Y eso es también una excelente señal de que el evento cumplió con su afán descentralizador. Ojalá mantenga ese perfil en futuras ocasiones.
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