“Muchas gracias y bienvenidos a una noche de música y encuentro. Que, por cierto, ya era hora de un encuentro”, dijo José Luis Perales apenas tomó la palabra en una cita sembrada para la nostalgia, con el otoño ya confundido entre la niebla de Surco, en el Plaza Arena del Jockey Club del Perú, ante unas 6 mil personas. “No quiero despedirte con una despedida. Ni quiero una promesa cargada de mentiras. No creo en los abrazos, vacíos de ternura. Y creo en el regreso que no regresa nunca. Hoy quiero despertarme vestido de esperanza, radiante de alegría y limpia la mirada. Hoy le pido a la noche que me regale un día y una nueva balada para una bienvenida”, canta Perales para comenzar. Eran 9 y 1 minuto de la noche y el público ya caía rendido de inmediato ante una voz que se ha mantenido firme y diáfana durante casi 50 años a través de himnos inmortales, proclives a ser cantados en cada rincón del mundo en el que se hable o entienda español. Y más allá.
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Pero en este concierto no está solo el público que lo sigue desde los años 70, cuando empezó a compaginar su faceta de compositor con la de cantante casi por obligación. Perales quería mantener un perfil bajo y la discreción de una tranquila vida familiar mientras se dedicaba únicamente a componer canciones, pero hoy tiene seguidores que, en aquel tiempo, ni siquiera habían nacido. Ahí estaban todos: abuelos, padres, hijos, hermanos, grupos de amigos y amigas de distintas generaciones.
Escuchar una canción de Perales es siempre como encender una radio atemporal y abrir, en la mente, el álbum familiar con los recuerdos más entrañables. Y como esas imágenes, las grandes canciones saben mantener su vigencia. Esto quedó claro con “Me llamas”, su segunda canción, entonada en coro por todos los asistentes, con sonrisas que podían notarse a pesar de las mascarillas: “Y te has pintado la sonrisa de carmín/ Y te has colgado el bolso que te regaló/ Y aquel vestido que nunca estrenaste/ Lo estrenas hoy/ Y sales a la calle/ Buscando amor”.
Bien lo dijo el mismo Perales –y lo cantó minutos después-: El amor es un espacio donde no hay lugar para otra cosa que no sea amar.
Celos de su guitarra
El público correspondió agradecido con la fina selección elegida por el artista para esta noche, a pesar de la ausencia de temas como “Dime”, “Pensando en ti” o “Morir de amor”. El cantautor nacido en Castejón hace 77 años, continuó con “Sí”, “Cosas de doña Asunción”, “Celos de mi guitarra”, el primer single con el que se hizo conocido en Hispanoamérica, una canción que aun acaricia y enciende las lámparas de habitaciones oscuras, tal como en 1974. Siguió “Quisiera decir tu nombre”, de 1976; “El amor”, de 1979; “Y te vas”, de 1975.
“Y tú te vas, que seas feliz/ Te olvidarás de lo que fui/ Y yo en mi ventana/ Veré la mañana vestirse de gris”, puede cantar cualquiera que ha amado u olvidado, o sido amado y olvidado, más allá del tiempo y del espacio. La comunión del artista con el público ya era total, cuando tomó la palabra: “Tengo que contarles un secreto. Pero no se lo cuenten a nadie: yo no quería ser cantante”. El público se mostró sorprendido. “Yo solo quería escribir canciones, escuchar a los pájaros, escuchar a las musas cuando querían decirme algo al oído. Afortunadamente me trataron muy bien. Pero cuando yo escribí esas canciones, pensaba: “Ojalá alguna vez, algún cantante importante, ojalá, grabara una de mis canciones”. Y un día pasó ese pequeño milagro y llegó nada menos que el grupo Mocedades, a solicitarme una canción. Era esta…” Y procedió a cantar “Le llamaban loca”, que hizo famosa –y querida- el conjunto bilbaíno.
Inmediatamente después, recordó cómo, en 1976, tras el estreno de Cría Cuervos, dirigida por Carlos Saura, su canción “Porque te vas”, incluida en un momento clave del filme, se hizo mundialmente famosa en la voz de Jeanette. Y la cantó. Le siguió “Creo en ti”, que compuso junto a Miguel Bosé, y recordó a Raphael –con alguna ligera imitación de una de sus conocidas maneras- con “Frente al espejo”. El mismo Perales pareció mirarse en él. Luego tomó su guitarra y aunque dijo, con ironía, “ustedes verán que cuando toco la guitarra no soy Paco de Lucía”, comenzó los acordes y a cantar: “Me miras/ y el universo de tus ojos me lo cuenta todo/ Me hablas/ y me preguntas al oído si te quiero un poco…” Era “Qué pasará mañana” en una versión completamente acústica, casi susurrada por Perales y coreada por todos los asistentes con una emoción que debe haber hecho vibrar la Panamericana Sur, mientras los autos y los buses se detenían en una cápsula del tiempo. “Muchas gracias, ha sido un placer escucharos con una canción que, os debo confesar, es la primera vez que la he cantado en público. Gracias por ayudarme a hacerlo”, dijo el artista al terminar.
Melodías reencontradas
Siguieron “Hoy me acordé de ti”, “Melodía perdida”, “Canción de otoño” –”Como sopla el viento en las ventanas/ como llueve hoy…”- “Ella y él”, “Gente maravillosa”, “Que canten los niños” y cerró con “Balada para una despedida”, casi como una confesión de esta gira tras la que, asegura, se retirará de los escenarios: “Hoy estoy buscando la mejor manera de decirte adiós/ Y al mirarte siento que el dolor despierta en mi corazón”.
“Me despido de los escenarios, pero no os vais a librar tan fácilmente de mí, porque lo que voy a hacer es seguir escribiendo canciones para vosotros”, dijo el artista ante un público que no paraba de animarlo y aplaudirlo. “Hace tiempo que lo vengo pensando y creo que es el momento de irme a casa y de recordaros y llevaros en el corazón. De verdad, esta noche ha sido muy hermosa para mí. Espero que también para vosotros”. A estas alturas de la noche, Perales parecía ya flotar entre los aplausos, con los ademanes joviales que aún mantiene.
Las luces se apagaron, los músicos salieron de escena. Eran las 10 y 30 de la noche y no parecía suficiente. El público lo sabía y empezó a llamarlo nuevamente al escenario.
José Luis Perales volvió como solo él podía hacerlo: a bordo de “Un velero llamado libertad”, preguntando “¿Y cómo es él?” y confesando ante el mundo “Te quiero”. Y lo entendemos, porque cada vez que lo oímos nos sabe a poco. Perales es la permanencia del mundo que abrimos al mirar el álbum de recuerdos que guardamos en “el centro del corazón”, como dice la canción que seguimos oyendo aún horas después del concierto, ya en el silencio de nuestras casas y nuestras lámparas encendidas.
Ser romántico no necesariamente debe ser sinónimo cursi. José Luis Perales le sigue ofreciendo a la balada latinoamericana el latido que necesita para seguir viviendo. Como lo dijo en su canción final, esa que eligió cantar ya con sus músicos en los camerinos, absolutamente solos él y su guitarra acústica, en completa intimidad con su público:
“Me iré calladamente/ Como llegué un día/ Me llevaré conmigo/ Un cuerpo de guitarra/ Y algún aplauso preso entre mis puños/ Y alguna que otra herida en el alma/ Me iré calladamente/ Sin lágrimas ni dudas/ Sin palabras/ Tan solo mi equipaje/ Y el polvo del camino hasta mi casa”.
Al terminar de cantarla, Perales observó unos segundos al público por última vez después de despedirse, mientras caminaba lentamente hacia atrás del escenario, como esos amigos que nos miran cuando van a emprender un viaje largo, del que no se sabe si volverán.
Ojalá que su despedida sea solo temporal. Después de todo, el amor es soñar oyendo una canción… de José Luis Perales.
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